«Sociedad Civil Catalana», nuevo nombre del nacionalismo español

Una de las cosas que ponen en evidencia la salada debilidad intelectual del nacionalismo español -tanto de derechas como de izquierdas- es la necesidad imperiosa que tiene siempre de esconder su ideología. Es tan consciente, del rechazo que provoca en la sociedad catalana el término ‘nacionalismo español’, que dedica montañas de tiempo y de energía en busca de eufemismos que lo enmascaren. Y mientras lo hace, claro, no para de llamar ‘nacionalistas’ a todos los catalanes que no se someten a la pretendida nación española. Nótese que cuanto más ultra es el nacionalismo español más obligado se ve a disfrazarse con términos que quieren decir justo lo contrario. Ciudadanos, por ejemplo, es una formación que niega el derecho de la ciudadanía a expresarse por medio de las urnas, y, para justificarlo, afirma que la ciudadanía catalana no existe; sólo hay ciudadanía española. Siguiendo el mismo espíritu encontramos, por lo menos, cuatro nombres más: Impulso Ciudadano, que tiene como objetivo romper el modelo catalán de inmersión lingüística; Movimiento Cívico 12-O, a quien la Falange ha apoyado; Convivencia Cívica Catalana -Convivencia Cínica, sería más adecuado-, con unos planteamientos bastante gastados y conocidos y que evocan el espíritu de 1939; y Sociedad Civil Catalana, que acaba de nacer con el objetivo de contribuir a la perpetuación de la opresión española de Cataluña por medio de la negación. «Proclamamos que Cataluña no está oprimida», dicen. Y hacen un «Llamamiento» -una llamada al alzamiento, en realidad- en favor de una «España de todos». «Españoles todos», decía Franco también. ¿Recuerda el lector?

Evidentemente hace falta mucho cinismo para que una entidad formada por cuatro gatos se proclame a sí misma Sociedad Civil Catalana. Es cínico y esperpéntico. Pero, como decimos, también es indicativo de hasta qué punto esta gente se ve obligada a apoderarse de las palabras que los retratan ante la sociedad civil catalana, ya que es justamente esta sociedad civil la que les ha derrotado de pleno. Piensan que basta con usurpar el nombre para usurpar la personalidad. Ya puestos, sorprende que no se les haya ocurrido llamarse «Cataluña», a fin de ir por el mundo gritando: «¡Cataluña soy yo!».

El cinismo de esta asociación, sin embargo, va mucho más allá del nombre, ya que incluso llegan a declararse amantes «del diálogo, la democracia y el respeto a la pluralidad». Ellos, precisamente ellos, que secuestran las urnas y amordazan al pueblo de Cataluña en nombre del pensamiento único. Un pensamiento único que se resumiría en aquella famosa frase de la fiscal de la Audiencia Nacional española a Eric Bertran: «¡Di que eres español o te encierro!» El absolutismo, como vemos, es proclive al grito. Por eso el manifiesto de dicha asociación también hace uso del mismo: «¡Los catalanes no queremos sentirnos extranjeros en nuestra tierra!». «¡Tierra conquistada por Castilla!», se han olvidado de añadir.

Pero ya que hablamos de gritos, hay una cosa que llama la atención de esta asociación. No se entiende demasiado que proclamándose como se proclaman Sociedad Civil Catalana, le hagan «proclamas» para que se despierte. ¿Es que no dicen que ellos son la sociedad? ¿En qué quedamos? ¿O es que acaso, además de ser una asociación de amigos del 12 de octubre es también una asociación de amigos del sueño? Tampoco se entiende demasiado que después de habernos dicho que los dos millones de personas de la Vía Catalana -la manifestación más multitudinaria de Europa en su ámbito- no son absolutamente nada, ahora consideren que reunir mil personas en un teatro les da derecho a proclamarse Sociedad Civil Catalana. Sí, sí, claro, ya comprendemos que son cosas del supremacismo, es decir, que mil de los suyos valen por dos millones de los de los otros, pero parece un poco exagerado, ¿verdad? Pero bueno, incluso un niño se daría cuenta de que todo esto no es más que una operación desesperada para suplir, mediante la apropiación de unas palabras, la falta de argumentos para intentar retener a Cataluña subordinada a España por los siglos los siglos.

Sin duda, lo más noble sería que se quitaran el pasamontañas -sobre todo ahora que hace tanto calor- y que dijeran abiertamente «somos nacionalistas españoles hasta el tuétano porque para nosotros no hay más nación que España», pero no pueden. Necesitan secuestrar las palabras que les ponen en evidencia.

EL SINGULAR DIGITAL
Víctor Alexandre