Recordando a Martin Ttipia y a los vitorianos, treviñeses y portillanos del 1200

En la primavera del 1199 los castellanos invadieron el Reino de Navarra por el Oeste y sometieron a un duro asedio a Vitoria ; los vitorianos  a cuyo mando estaba Martin Ttipia resistieron  9 meses, rindiéndose en Enero de 1200. Mientras duró el asedio el rey castellano Alfonso VIII siguió conquistando el resto de fortalezas de la Navarra occidental ( Alava, Guipuzcoa, Duranguesado ), excepto la Sonsierra, resistiendo Treviño y Portilla que a la postre, y en un contexto de negociación y armisticio, fueron intercambiados por Inzura y Miranda de Arga.
Estos son los datos de la invasión castellana del 1200, invasión causante de grave quebranto para el futuro de Navarra por cuanto se vió privada de toda su costa, puertos, barcos, astilleros, ferrerías, diezmos e impuestos obtenidos sobre el pase de mercancías, además de sus territorios y habitantes que quedaban sometidos al yugo castellano. En suma, la invasión del 1200 supuso el verdadero inicio de la pérdida de la independencia de Navarra.
Tanto la resistencia de Vitoria, Treviño y Portilla, como la aparición de restos de combates en los trabajos arqueológicos realizados en castillos situados en las zonas atacadas por los castellanos (Aitzorrotz, Zaitegi, Mendikute…) evidencian que hubo resistencia armada. Si a esto añadimos las aportaciones documentales de Idoia Arrieta que revelan citas expresas sobre agresiones militares y destrucciones centradas en villas guipuzcoanas como Getaria y Donostia, así como documentos que aparecieron con anotaciones al margen sugiriendo “tener ojo” con el contenido de dicha documentación, corroboran de modo determinante y concluyente la realidad de la guerra y de la resistencia que opusieron  los habitantes de la Navarra Occidental, refutando y desmintiendo la existencia de “pacto o voluntaria entrega”.
La estrategia que utilizaron los castellanos para consolidar el dominio y subordinación de los nuevos territorios conquistados se basó en dos pilares. Por una parte, feudalizaron la sociedad dejando el poder a los señores vascongados que traicionaron a Navarra ; por la otra,crearon una línea de frontera (llamada de malhechores ) entre lo que hoy son las Provincias Vascongadas y la Comunidad Foral de Navarra con la concentración de la población a todo lo largo de ella, en una serie de villas fortificadas (Kontrasta, Kanpezu, Salvatierra, Segura, Villafranca, Tolosa, Hernani…). Esta frontera no era natural puesto que no había una división étnica, cultural, económica, geográfica ni de ninguna otra característica que la definiera como tal. Era una frontera artificial en un lugar en el que nunca antes había existido.
Esta partición territorial y humana de carácter político generó el surgimiento de una nueva identidad, entre ellas la vascongada. Los navarros no conquistados que vivían en el Reino de Navarra que seguía independiente, se reconocían como navarros (denominación política) aun continuando siendo vascos. Por contra, los navarros conquistados no podían llamarse navarros (motivo de traición de lesa patria para los castellanos) por lo que adoptaron la denominación etnolingüística de vasco (vascongado). Peor suerte tuvieron los treviñeses quienes, al cabo de cierto tiempo, fueron doblemente aherrojados pasando a ser directamente castellanos.
Durante  3 siglos Castilla promovió campañas de hostigamiento hacia Navarra desde la línea de villas fortificadas que dieron lugar a luchas fratricidas, las cuales mantenidas a lo largo de tanto tiempo inevitablemente deberían dejar huellas y marcas profundas en las poblaciones. Y efectivamente surgió una conciencia de partición, de fractura radical, de ser de otra tierra, de ser enemigos…A esta nueva conciencia se añadió el olvido, inducido por el dominante, de la causa de la partición, lo que conllevó la aceptación por parte del dominado de las señas de identidad instigadas por aquél. Esta política de Estado (Castilla, España) ha buscado  tras la invasión y división territorial, artera y sibilinamente, la creación de nuevas identidades a partir de una situación homogénea con el objeto de conseguir el debilitamiento del sujeto histórico y político. Nueva identidad, nueva ideología, nueva realidad.
Y de estos mimbres se valió Castilla para que guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos tomaran parte en la conquista de la Navarra independiente (1512). Y de la misma manera posteriormente, España hizo lo propio para que requetés navarros y alaveses conquistaran Guipúzcoa y Vizcaya en 1936-1937.
Los sucesos del 1200 y sus consecuencias tienen implicaciones importantísimas en la situación política actual de nuestro pueblo. Es la causa y origen de la división política y mental de la Euskal Herria que hoy conocemos, que se plasma en los centros de decisión, sea en la administración, sea en las leyes, sea en la aplicación de política lingüística, sea en la organización del territorio, sea en los símbolos… pero sobre todo en el tema de la identidad. Y así  los parámetros que el dominante aplica a la ciudadanía de Euskal Herria es la de vascos y navarros, vascos nacionalistas y no nacionalistas, navarros y franceses, navarros y vascos…
El que los habitantes de Vitoria, Treviño y Portilla no se rindieran y resistieran a los invasores castellanos es una demostración de heroísmo, es una prueba evidente y manifiesta de lealtad hacia el Reino de Navarra, que sin embargo se olvida sistemáticamente porque no deja de ser una verdad incómoda ya que, por una parte recuerda el gran esfuerzo de sus pobladores para seguir siendo navarros, y por otra, evidencia que no hubo voluntaria entrega y sí una conquista a sangre y fuego.
Recordando a Martin Ttipia y a los vitorianos, treviñeses y portillanos del 1200 que resistieron el embate castellano defendiendo su navarridad, queremos evocar la unidad del sujeto político de nuestro  pueblo, unidad esencial a mantener ante los desafíos inminentes que deberemos arrostrar para la consecución de la recuperación del Estado de Navarra y de nuestra libertad como pueblo.