¡Claro que votaremos!

¡Claro que votaremos! Hace ya un buen número de meses que los catalanes estamos viviendo momentos de gran trascendencia histórica, pero los de estos últimos días, además de ser de una magnitud política sin precedentes, tienen también una fuerte carga emotiva. Uno de estos momentos fue el de la firma del decreto de la consulta sobre la independencia, el 27 de septiembre pasado; otro, el del 30 de septiembre, con las concentraciones masivas ante los consistorios del país contra la suspensión de ese decreto por parte del Tribunal Constitucional español; y un tercero el que tuvo lugar en el Palau de la Generalitat, el 4 de octubre, en el que novecientos veinte, de los novecientos cuarenta y siete ayuntamientos de Cataluña, llevaron a cabo un acto solemne de apoyo a la consulta y al presidente Mas. En este sentido, fueron magníficas las palabras que Miquel Buch, presidente de la Asociación Catalana de Municipios, pronunció: «me honra tu coraje y tu compromiso, presidente, y cuando te vuelvas, nos verás a todos nosotros detrás de ti. No estás solo».

Y es muy cierto que el presidente no está solo. Tiene todo un pueblo detrás, un pueblo que ha abierto la puerta de la jaula y que no volverá a entrar por más que España le amenace. Por eso resultan aún más grotescas las voces del nacionalismo español que dicen que «Mas ha fracasado» y que «debe dimitir». Yo mismo no puedo evitar sonreír, al oírlo de labios de Albert Rivera y de Alicia Sánchez-Camacho, a quien el último estudio del CEO da una intención directa de voto del 5,3% y del 2,1%, respectivamente. En cuanto a Miquel Iceta, la otra voz del tridente españolista, con un 5,8%, afirma que todo el proceso es «teatro del malo». Ahí es nada. Habría que saber qué calificación merece el teatro de Iceta, Rivera y Camacho, intentando aparecer como actores protagonistas de una obra en la que sólo son simples figurantes.

Por suerte, la historia acaba poniendo a cada uno en su lugar y muy pronto todos estos desatinos serán la anécdota insignificante de un proceso de liberación nacional escrupulosamente democrático que constituirá un modelo a seguir en procesos similares. Cataluña ha decidido recuperar su libertad, y la recuperará. El Estado español no podrá pararlo. Entorpecerlo, sí, pero pararlo, no. Quizás lo conseguiría si estuviéramos en otra época y pudiera hacer uso de la fuerza, su herramienta preferida, pero estamos en el siglo XXI en un contexto europeo en el que las discrepancias y los conflictos políticos se dirimen votando. Y los catalanes votaremos. ¡Claro que votaremos! Ninguna legalidad democrática puede impedir votar, porque, si lo hace, es que no es una legalidad democrática.

Nación Digital

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