Cantan las piedras

«El presidente de la Falange, José Fernando Cantalapiedra, sugirió que toda propuesta independentista sea ilegalizada, que el ejército entre en el País Vasco y que el Gobierno no negocie con separatistas»

(Diário de Notícias, Lisboa, 18 de Abril de 2005)

Cuando nos pasa, aquí en Portugal, desear mucho algo -lo que suele ser bastante infrecuente-, tenemos la costumbre de decir: «ni que lluevan piedras». Por la lectura del arriba citado periódico nos enteramos de que en Madrid es distinto. Al parecer, ahí, cuando quieren mucho (o cuando no quieren nada) algo no ponen las piedras lloviendo sino cantando.

Resulta curioso (y raro) que a un periódico portugués de gran difusión se le ocurra destacar en la cobertura de las elecciones autonómicas en la CAV una manifestación de la Falange en Madrid. Sobretodo porque las piedras echadas por D. José Fernando no son nuevas, es decir, en sus contenidos, no son noticia, sino más bien material trasnochado. Efectivamente, todas las propuestas independentistas han sido ilegalizadas. Efectivamente el ejército no entra en el País Vasco porque ya está ahí en sus cuarteles, ejercicios, campos de entrenamiento, patrullas fronterizas, etc. Y, por ende, efectivamente, el gobierno no ha negociado nunca con separatistas aún y cuando parecía estar haciéndolo, como en Argel donde lo que se buscaba no era la paz sino tan solo salvar el año 1992, tal y como habría de reconocer, años después, uno de los responsables socialistas involucrados en el tema, el señor de Francisco.

Es verdad que el periodismo, en su estatuto de gran borrador de la memoria, solo se ocupa del presente. Por eso las noticias siempre parecen no hacer sentido, a menos que otras noticias recuperen el hilo perdido de la inteligibilidad que, no dudemos, las compone. Así, en otra noticia de la misma edición, el periódico que pautó su cobertura del tema por una exención sorprendente si tenemos en cuenta el tema («vascos»), recordaba cómo a Rajoy no se le olvidó decir en los mitins que la decisión de los socialistas de no ilegalizar a EHAK constituía «un error difícilmente explicable en Europa».

Según el periódico portugués, a las declaraciones de D. Mariano (especie de versión «b» de la canción barriobajera de D. José Fernando) respondió D. José Luís Zapatero que, aunque reconociendo «la importancia de la Ley de los Partidos y las medidas antiterroristas aprobadas en el 2001, no podemos hacer ilegalizaciones preventivas». Y aquí sí, comienza lo realmente interesante. Se sabe cómo cantan las piedras de José Fernando o de Mariano Rajoy. Lo dicen abiertamente, cara al sol, mientras invaden las librerías de Madrid para pegar a Carrillo, los unos, o, en el País Vasco, invaden las sedes de partidos y periódicos de casco, tricornio y cara cubierta, los otros.

Pero la filigrana socialista tiene más requinte. Porque como se sabe en todo Euskal Herria, y se ignora por doquier en el exterior, es que justo D. José Luís, el que declara no poder hacer ilegalizaciones preventivas, acaba -al declarar- de ilegalizar preventivamente la coalición Aukera Guztiak, sometiendo a investigaciones judiciales a centenares de ciudadanos sin antecedentes criminales de ningún tipo, a no ser su ideal autodeterminista.

Este es el sentido profundo que pierden las noticias, incluso cuando no son hechas por malintencionados de turno. Es así que, además de su lectura inmediata, de superficie, de la jornada electoral de Abril de 2005 me pareció, quizá equivocadamente, resultar inocultable:

1) Que sin la amenaza de un desembarco neo-falangista desde el buque electoral como el ocurrido en 2001, la propuesta de Juan José Ibarretxe de una «asociación voluntaria» frente a los cinco siglos de imposición asociativa que Madrid estableció con la tierra de los vascos se reduce a una hipótesis de cuya clarificación la mayoría del electorado vasco no abdica.

2) Que el electorado españolista además de minoritario parece cansado. Prefiere por ahora las mentiras piadosas de D. José Luís a la brutalidad retórica (y no solo) de D. Mariano, quedando poco por saber sobre lo que pensaría de la «canturria action-man» del señor de las piedras.

3) Y, por ende, que el electorado independentista parece dispuesto a seguir comiéndose las piedras para lograr lo suyo.

¿Nada de nuevo en el frente norte, entonces? Aparentemente no. Y digo aparentemente porque, de manera insólita (y cómica a la vez) quien haya asistido al telediario de Televisión Española Internacional del «día después» habrá escuchado a D. José Luís Zapatero la enigmática proposición según la cual «éste es un nuevo comienzo en el País Vasco». Una nueva etapa donde el Plan Ibarretxe de asociación voluntaria cayó derrotado y, por supuesto, remplazado por el viejo principio de la asimilación involuntaria.

¿Pero no era justamente éste el problema?