Ayuda a Roberto Jiménez

El flamante secretario de Emigración del PSOE ha visitado la ciudad argentina de Rosario. Aprovechando el viaje, y en lugar de relajarse echando unos vinos tras su agotadora jornada laboral, descubrió una plaza llamada Gernika con los escudos de todas las provincias vascas. Ofendido en su navarridad y sin parar mientes, ha propuesto y conseguido del Parlamento de Navarra una declaración para instar a la Municipalidad de Rosario la retirada del escudo de la Comunidad Foral. Ni Del Burgo lo mejora.

¿Y por qué sólo esa plaza habiendo tanto que expurgar? Como Roberto seguirá viajando, quiero ayudarle en esa ardua tarea. Empezando por la misma Argentina, que con sus docenas de Laurak Bat, euskal etxeas, frontones, asociaciones de beneficencia, colegios, congregaciones religiosas y cofradías centenarias, confunden a navarros y vascos mucho antes de que Sabino Arana usara chupete. ¿Qué hace en el Museo Nacional de Luján esa biografía de Guillermo Larregi, llamándole El vasco de la carretilla si era de la Rotxapea? Y no sólo era cosa de carlistones y éuskaros decimonónicos: en el Laurak Bat de Buenos Aires, junto al retoño del árbol de Gernika, hay una placa que reza: Homenaje al símbolo de la ñibertad. Agrupación Navarra Republicana colocada en los años 50, entre otros, por el dirigente del PSOE navarro Constantino Salinas. Un prócer errado, sin duda.

De Argentina debe pasar a Uruguay, donde puede estar años expurgando alegorías. Si quiere comenzar por una de las más relevantes, exija al Gobierno que quite toda la línea de autobuses que, bajo el rótulo Euskalerria, lleva a los montevideanos al populoso barrio de ese nombre.

No olvide visitar Santiago de Chile, donde hay otra Euzko Enparantza o Plaza Vasca, levantada en 1933 por la colectividad vasca y las autoridades chilenas. La misma manipulación que en Rosario: un retoño del árbol de Gernika preside el lugar, rodeado de siete bancos cada uno de los cuales tiene en el respaldo el escudo de un territorio vasco. Al lado, un templo dedicado a San Miguel de Aralar, que también habrá que quitar. No entiendo cómo a un dirigente del PSOE navarro como Salvador Goñi, exiliado en 1936, le pudiera emocionar tanto ese lugar. Otro prócer errado.

Roberto debe seguir viajando hacia el norte y limpiar de alegorías todo el antiguo virreinato del Perú. Centros oficiales, como la Casa de la Moneda de Potosí, el archivo de Sucre, o el de Lima, siguen porfiando en el error de enterrarnos bajo el gentilicio de bascongados o, peor aún, el de hijos de la nación bascongada, con el que nos confunden desde el siglo XVI. Luego, en Colombia y Venezuela hay que convencer a los paisanos que abandonen de una vez esas vetustas eusko etxeas donde, desde niños, les apuntaron sus padres y abuelos.

En Cuba, entre ron y ron, debe exigir al Gobierno castrista que retire del cementerio Colón las alegorías a las cuatro provincias que desde 1890 contiene el panteón del Laurak Bat. En México lindo debe arremeter contra esa manía de llamar vascos a sus libertadores, pues Javier Mina era de Otano, como Agustín Iturbide era oriundo de Peralta y José Iturrigaray del Baztan. Y no olvide dar una vuelta por el colegio de la Paz, o de las Vizcaínas, fundado en 1734, la primera escuela laica del continente para alumnas vasconavarras. Ignorantes de que Navarra es una comunidad diferenciada, todavía usan como anagrama el escudo con las cuatro provincias.

Pero dejemos el país del tequila y, cruzando Río Grande, pasemos al del whisky. En EEUU debe solicitar la disolución de la NABO (North American Basque Organizations), con sus numerosas asociaciones llenas de navarros confundidos. La de Los Ángeles la presidía uno de Tafalla. La de Nueva York un pamplonés. La ikurriña continuamente mixturada con el escudo de Navarra ¿Cabe mayor disparate? ¿Qué hacen los del valle de Erro celebrando su fiesta en el Basque Country Club de Nevada? ¿Y cómo es posible que en 1989 el Gobierno del la CAV y el de Navarra inauguraran un monumento al pastor vasco en Reno? Otro yerro.

De tornaviaje, Roberto puede desembarcar en Cádiz, como los viajeros de Indias, donde nuestros paisanos construyeron en 1626 la cofradía del Cristo de la Humildad y Paciencia, o cofradía de los Vizcaínos, en cuya bóveda de la iglesia siguen colocados, cuatro siglos después, los escudos de Gipuzkoa, Bizkaia, Araba y Nafarroa. Cuatro martillazos y arreglado.

No deje el martillo al entrar en Navarra, y continúe picando viejas placas como la de Navarro Villoslada (¿qué es eso de un vasco en Viana?) o las del monumento a los Fueros (gu gaurko euskaldunok?). Finalmente, cansado de tanto pelear por Navarra, puede ir a echar el arranque al café Iruña de la plaza del Castillo y, de paso, conminar al dueño a que retire los escudos de las provincias vascas que, desde 1888, presiden el salón.

Culminada su tarea, podrá buscar descanso en el retiro espiritual de cualquier biblioteca, donde, leyendo a los clásicos navarros, intente curar definitivamente su colosal y desmesurada majadería. De nada Roberto.

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