¡Catalanes, no sois nadie!

El búnker nacionalista español -Ciudadanos, Partido Socialista y Partido Popular- ha hablado estos días desde la tribuna de oradores del Parlamento de Cataluña y ha dicho explícitamente: «¡Catalanes, no sois nadie!». No lo ha dicho con estos cuatro palabras, claro. Le falta valor para hacerlo. Lo dijo con discursos cargados de autoodio, con augurios apocalípticos, con amenazas totalitarias y con la chulería que da tener detrás un Estado absolutista dispuesto a violar los derechos humanos en contra de la voluntad expresada pacíficamente y democráticamente por el pueblo catalán a través de las urnas. El mensaje del búnker ha sido éste: «¡Catalanes, no sois nadie! Votéis lo que votéis, por más que seáis, nunca seréis libres porque no tenéis derecho a ello. ¡Y no tenéis derecho porque no sois nadie!».

Se puede pensar que esta gente se contradice, ya que ellos también son catalanes. Es cierto, ellos también lo son. Pero sólo folklòricamente. Son catalanes en la misma medida en que los castellanos son españoles. Ellos llaman a Cataluña su ‘patria chica’, porque su ‘patria grande’ es España. Por ello, tal como discípulos del tío Tom, se han juntado para defender desde Cataluña los intereses del dueño Estado español. Y por eso también nos regañan. Nos regañan por no ser ‘buenos españoles’. Es decir, nos regañan por no ser catalanes sumisos, nos regañan por no ser catalanes temerosos de las leyes y del azote del amo. Nos aleccionan y hacen méritos para que el dueño se lo agradezca con una palmadita en la espalda o regalándoles una piruleta. Y para evitar que se sientan solos, Cataluña Sí Que se Puede los apoya votando en contra del proceso de creación del Estado catalán independiente. En total, 63 votos en contra muy juntitos y muy felices de ver cómo su bestia negra, el presidente Mas, es también la bestia negra de la CUP. Ahora resulta que el gran enemigo de Cataluña es Artur Mas, el hombre que puede ser encarcelado por permitirnos votar y que ha llegado a dónde ningún presidente no había llegado nunca.

Desgraciadamente, mientras los españolistas se tratan entre ellos con absoluta delicadeza y concentran toda su energía en decapitar al presidente Mas porque saben que es la figura más internacional del Proceso, algunos independentistas les rematan el trabajo. ¿Y al final qué conclusión saca el observador exterior? Pues que los catalanes no tienen solución. Son un pueblo infantíloide que dedica toneladas de energía a discutir consigo mismo por medio de rencillas que no hacen más que fortalecer las cuerdas de la estaca a la que están todos atados. Un pueblo, en definitiva, que es incapaz de avanzar unido, de cerrar filas y de aparcar los humanos y lógicos matices que diferencian a sus defensores.

Todo consenso requiere que las partes discordantes cedan en sus intereses. Esto es obvio. Pero cuando se topa con un elemento concreto de fricción, en el que la causa común se tambalea por ello, parece razonable que cada parte sea consciente del peso específico que le han otorgado las urnas. Obtener 300.000 votos y 10 diputados es un muy buen resultado. Cuesta mucho conseguir los votos. Pero justamente porque cuestan tanto, todavía debe de ser más meritorio haber obtenido 1.600.000 y 62 diputados, ¿verdad? Por eso, cuando la discordancia se mantiene, la única solución entre demócratas es que prevalezcan los votos. Esto permite que la parte más pequeña ceda no por claudicación, sino en virtud de las urnas entendiendo que no es lo mismo defender una posición con 300.000 votos detrás que hacerlo con 1.600.000. Sin embargo, tratándose de catalanes, no parece fácil que esto se acepte. Si se cerrara a mil españoles en un campo de prisioneros, todos los mil tardarían muy poco en ponerse de acuerdo para construir un túnel y huir. Si se cerrara a mil catalanes en un campo de prisioneros, todos ellos se dedicarían a construir mil túneles para huir cada uno por el suyo.

La libertad, por sí misma, no garantiza el bienestar del ser humano. El ser humano se gana el bienestar con la gestión que hace de su libertad. Y para poder tener bienestar primero hay que ser libre. El enemigo no es el cautivo que abre el túnel para huir del campo, el enemigo es el que te perseguirá hasta la muerte para que te entierren en el campo. Digamos, sin embargo, que todo el mundo tiene el derecho -y creo que el deber- de adoptar una actitud social ante la vida. Pero ninguna actitud puede estar por encima del derecho a la libertad. Esto es así porque por encima de toda adscripción social, ya sea azul, verde, roja, amarilla o calabaza, existe la libertad como bien supremo. El ser humano primero Es y después Pertenece, porque, para poder Pertenecer, primero debe poder Ser.

EL MÓN