VÍCTOR ALEXANDRE: «Lengua e identidad son inseparables»

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Probablemente es una de las personas que más pedagogía ha hecho para concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de la lengua catalana. Es periodista y escritor y podríamos decir que toca todas las teclas. Ha sido director y presentador de programas de radio y televisión. También ha sido corresponsal en Alemania y actualmente es articulista de varios diarios digitales. Además, su blog es un referente en el mundo catalanista. En el terreno de las letras, lo podemos definir como novelista, ensayista y dramaturgo; con numerosos galardones que reconocen su gran valía.

 

-En la declaración de principios de tu web afirmas que ‘la razón de ser de tus libros y artículos es aportar elementos de reflexión a los catalanes en la defensa de sus derechos como pueblo’. ¿Crees que los catalanohablantes somos más reflexivos que hace unos años?

-El pueblo catalán siempre ha sido un pueblo reflexivo. Pero hasta ahora, en cuanto a su libertad nacional, aunque quererla, desconfiaba de sus propias fuerzas, lo que lo atenazaba y lo hacía obediente y sumiso. Tres siglos esposado sin poder decidir absolutamente nada es mucho tiempo. Hace falta un proceso de concienciación que, empujado por un corpus teórico y racional, no sólo emocional, transforme la sumisión en asertividad. Y esto se está consiguiendo. El número de catalanes que hace muy pocos años no eran independentistas, y que ahora sí lo son, es inmenso. ¡Inmenso! Todos, en nuestro ámbito privado, conocemos un montón de personas que han hecho este proceso, y eso es fantástico. Recuerdo que el 25 de marzo de 2006, al terminar un acto en el Pati Manning de Barcelona, promovido por la Fundación Josep Irla, tuve una larguísima y contundente discusión, aunque civilizada en todo momento, con un miembro del Partido Socialista, que me decía que yo era español y que me defendía la «unidad de España» como un tótem religioso sagrado e intocable. Pues, mira por donde, han transcurrido diez años, y hoy, ese mismo señor, aparece en televisión defendiendo el derecho inalienable de Cataluña a ser un Estado independiente y es consejero de la Generalitat. Me parece un ejemplo muy ilustrativo del Proceso. Yo, por otra parte, para intentar despertar la conciencia de la gente, me he pasado cerca de veinte años repitiendo en conferencias la misma frase: «Somos débiles porque no sabemos que somos fuertes». Pues bien, esta frase ya pertenece al pasado. Se me ha quedado afortunadamente obsoleta. Muy pronto, cuando Cataluña sea un Estado independiente, miraré atrás y diré feliz: «Éramos débiles, porque no sabíamos que éramos fuertes».

 

– En tus ensayos introduces el concepto ‘autoodio’ para referirte a la falta de autoestima y a la subordinación lingüística. ¿Crees que a día de hoy hay suficiente conciencia lingüística para romper estos prejuicios?

-Una cosa es tener la autoestima baja, y otra tener autoodio. A la primera se le puede dar la vuelta perfectamente, la segunda experimenta un placer morboso con el sometimiento de Cataluña. En cuanto a la lengua catalana, la gente la quiere. Pero es un amor cándido, un amor convencido de que la ciencia se equivoca y que no es verdad que el pez grande se coma al chico. Creen que el catalán y el español pueden compartir un mismo espacio en un plano de igualdad, que es lo mismo que creer que una hormiga se puede inflar hasta ocupar la mitad del espacio que ocupa un elefante y que el elefante se encogerá para cederle la mitad del lugar. La obligación de saber español en Cataluña convierte al catalán en una lengua totalmente prescindible. En Cataluña sí que hay una lengua imprescindible para vivir, pero no es el catalán, es el español. Y una lengua que no es imprescindible para vivir en ningún rincón del planeta, desaparece. La desaparición ya se está produciendo. Se llama ‘catañol’. El catalán está siguiendo el camino del gallego y se está convirtiendo, por voluntad de los propios catalanes, en un dialecto del español. Pronto ya no serán necesarios intérpretes ni poner subtítulos. TV3 ya no los pone cuando alguien habla en gallego.

 

-Cuando vemos una serie o una película catalana siempre hay personajes que hablan en castellano. ¿Por qué crees que existe esta necesidad de plasmar el bilingüismo si no aporta nada al contenido de la trama?

-Forma parte de una sumisión aprendida. Es la misma sumisión que hace que los catalanes desprecien su lengua cada vez que alguien les habla en español. La serie «Citas», de TV3, nos recomienda que abandonemos la lengua cada vez que aparece un personaje hispanohablante. Nos han dicho que esto es bilingüismo y nos lo hemos creído. ¿Dónde están, por cierto, los personajes catalanohablantes en las series españolas? No nos damos cuenta de que nos obligan a ser bilingües para que otros puedan seguir siendo monolingües. Hay personas bilingües, naturalmente. Y también estados plurilingües, como Suiza. Pero no hay pueblos bilingües. En Suiza, cada cantón tiene su propia lengua. El «suizo» es una merienda buenísima, pero como lengua no existe. El razonamiento científico es éste: el bilingüismo es un estado de transición entre dos monolingüismos. Es el espacio de tiempo que necesita la lengua dominante para borrar la dominada.

 

-¿La lengua es básica para no perder la identidad?

Lengua e identidad son inseparables, porque, para configurar la identidad, hace falta una lengua que articule el pensamiento. Es porque somos identidades diferentes, por lo que los catalanes, los españoles o los franceses hablamos lenguas diferentes. Hablamos diferente, porque tenemos nuestra propia visión colectiva de las cosas. La diversidad lingüística es un patrimonio maravilloso de la humanidad, ya que implica formas diversas de entender la vida. La residualización de una lengua en la tierra que le es propia, en beneficio de otra, conlleva un cambio de identidad. No es que los hablantes de la lengua residualizada se queden mudos, simplemente adoptan la lengua dominante sin darse cuenta de la transformación que ello conlleva. Es como cambiar de forma de vestir. ¿Por qué existen los diseñadores de vestuario en el teatro o el cine? Pues porque el vestuario forma parte de la configuración de un personaje y hace que el actor cambie de registro y se transforme. ¿Verdad que no tendremos las mismas vivencias si vamos por la calle vestidos de enfermero que si vamos vestidos de policía? Con las lenguas pasa exactamente lo mismo.

 

-Fuiste el primer periodista radiofónico en presentar música extranjera en catalán, cuéntanos algo de lo que supuso esto en la década de los 70.

-Una cosa rarísima. Hasta entonces, durante el franquismo, lo único que se había hecho era presentar canción catalana en catalán, pero Lou Reed, Bob Dylan o Ella Fitzgerald, por ejemplo, ni hablar. En 1975, pedí permiso a la emisora, Radio Juventud, y me dijeron que podía hacerlo, pero sólo presentando una canción de cada tres o cuatro. En el año siguiente, el productor del programa «Al mil por mil», Ernest Riveras, una gran persona que murió el año pasado, me propuso hacer un espacio de media hora -era un programa nocturno, muy largo, de música internacional, con una audiencia espectacular- hablando en catalán tres días a la semana. Recuerdo que el espacio comenzaba siempre con la voz grabada de Josep Maria Bachs, que decía: “Dilluns, dimecres i divendres, la música pop presentada en català per Víctor Alexandre” («Lunes, miércoles y viernes, la música pop presentada en catalán por Víctor Alexandre». Increíble, ¿verdad? Pues era así. Lo hice hasta finales del 1976, que fue cuando dejé Radio Juventud para convertirme entusiasmado en uno de los padres de Radio 4.

 

-En tus ensayos nos hablas de tu etapa en Alemania, ¿hay algo que recuerdes con nostalgia de aquella época?

-Tengo muy buenos recuerdos. Alemania es un país admirable en muchísimos aspectos. El clima es horroroso, porque cuesta mucho ver el sol, pero el país funciona. Hay un nivel de eficiencia y un sentido de la responsabilidad muy elevados. Si explota un semáforo, son capaces de investigar todos los semáforos de Alemania para evitar que vuelva a ocurrir. No se deja nada a la improvisación, y a mí eso me encanta. Sintonizo mucho con este talante. No me identifico nada con el talante latino del «déjalo estar, ya está bien». Aquí tenemos una gran caudal de energía creativa, pero no sabemos canalizarlo y buena parte del provecho se pierde.

 

-Justamente Alemania es uno de los países del mundo con más oferta de catalán en las universidades; de hecho, se estudia más en el país germano que en España. ¿Te sorprende?

-No, nada. En Alemania no hay catalanofobia. Que sea más fácil estudiar catalán en Alemania que en España, explica muchísimas cosas que van mucho más allá de la lengua. Es la misma razón por la que la SEAT no pone nombres catalanes a sus modelos de coche. En España no se venderían.

 

-Y finalmente, ¿por qué crees que sorprende tanto en Cataluña que se pida una única lengua oficial, la propia? En Andorra, por ejemplo, tenemos el catalán como única lengua oficial y a pesar de ello la sociedad es plurilingüe.

-¿Verdad que si en el puesto de salida de una carrera ponemos juntos un Seat Ibiza y un Fórmula 1, ya sabemos quién ganará? Pues eso es la cooficialidad. ¿Y verdad que aunque demos al Seat Ibiza un kilómetro de ventaja pasará lo mismo? Pues ya se ve que cada uno tiene que correr en un circuito diferente. Es por esta misma razón por la que existen divisiones en el fútbol. La única posibilidad de que el catalán sobreviva no es que sea sólo útil y necesario para vivir en Cataluña, sino que sea tan imprescindible como lo es el español para vivir en España o el alemán para vivir en Alemania. O dicho de otro modo: tan imprescindible como el francés para vivir en Ginebra o como el alemán para vivir en Zúrich. El resto son paños calientes o pura anestesia para embaucarnos y hacernos creer que un atardecer de invierno es un amanecer de verano.

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