Hijos… muy diferentes

El autor repasa en este artículo de opinión, diferentes aspectos, documentación y reflexiones propias relacionados con la memoria histórica en torno a la guerra civil, la represión franquista del 36 y controvertidas figuras públicas del momento como la de Jaime Del Burgo

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Era 14 de mayo de 2016. Tres casedanos asesinados en el 36 y recientemente exhumados de una fosa común en Lekaun volvían a su pueblo 80 años después. También estaban de vuelta los restos de Eladio Zelaia, peraltés, azkoiendarra, párroco de Cáseda durante 35 años que murió igualmente asesinado por los fascistas del pueblo al que había servido, posicionándose en favor de los pobres y Cáseda acogía además a un desconocido que había compartido la suerte y la tumba de los casedanos, un asesinado sin nombre que dejó sin duda un hueco entre los suyos aunque ahora se haya perdido la huella que los unía.

El recibimiento y el homenaje se desbordaron en emotivas palabras y cuando un hijo del pueblo, Pedro Leoz, tomó el micrófono pudimos escuchar, sorprendidos, algo que seguramente nadie esperaba. Pedro reveló ante los numerosos oyentes que su familia vivía en los tiempos de las matanzas acomodadamente y aunque él entonces no tenía mas que siete años, pidió perdón sin ser culpable para decir, a continuación, que su propio padre estuvo “implicado” en aquello. Nos demostró tener una excepcional calidad humana y los detalles que pudimos conocer mas tarde sobre su vida, dedicada por entero a los humildes y a la justicia con mayúsculas, no hicieron sino ratificar su bonhomía. Los aplausos cerrados le agradecieron su valentía y su grandeza de corazón.

Que lejos quedan, lamentablemente, las aseveraciones de un hombre que por encima de sospechas y acusaciones se empecina en defender a su padre, un personaje al que buena parte de nuestra sociedad no puede recordar sin fruncir el ceño.

Los del Burgo han sido gentes poderosas durante décadas. Lo que ellos decían iba a misa. A donde si no? Jaime del Burgo, el padre, se rebeló desde muy joven al poder legalmente establecido y lo hizo por medio de las palabras a las que también acompañaban las armas. Ese proceder tiene un nombre que su hijo, Jaime Ignacio, ha utilizado muchas veces para referirse a otras personas que optaron por las mismas vías en épocas mucho mas recientes.

Jaime del Burgo fue carlista, pero no un carlista chusquero de boina roja y excursión. El fue entrenado en Italia por los nazis de Mussolini. El extremismo de su ideología tenía un pedigree que no tenía cualquiera. Y se ocupó del Requeté y en el Requeté. Organizarlo fue una de sus tareas. Y quizás habría que recordar una vez mas que el Requeté era el carlismo armado.

Jaime del Burgo se dejó ver, y mucho, en trifulcas y conflictos ocurridos en Pamplona durante la República. “El 20 de mayo se instruyeron diligencias contra Jaime del Burgo Torres, Manuel Martínez Estrada, Ignacio Olañeta Villa y Alejandro Asteburuaga Muruzabal, por tráfico de armas realizado el día dos desde Eibar, destinado a miembros de la Juventud Jaimista, organización a la que pertenecían. Las armas no aparecieron y las acusaciones de sedición y de querer alzarse publicamente contra el gobierno constituido, no pudieron ser probadas, siendo absueltos.” (Lucha de clases en Navarra. 1931-1936 Emilio Majuelo. Página 127). Sin embargo el propio Jaime del Burgo reconoció que las cuatro personas mencionadas estaban implicadas en este tráfico. (Conspiración y guerra civil. Alfaguara. 1970. Página 511).

Siempre se ha sabido por otra parte que Jaime Del Burgo estuvo involucrado en un episodio violento ocurrido en el centro de Iruña, a resultas del cual se produjeron tres muertes.

“Con todo, los hechos mas violentos ocurrieron en la capital la noche del 17 de abril de 1932. Jaime del Burgo Torres al frente de un grupo de jóvenes salió del Círculo Tradicionalista, hacia el lugar donde un jaimista había reñido con otros, resultados dos heridos. Tras esta acción, se refugiaron en el Círculo, en la plaza de la República, donde entre una aglomeración de gente se oyeron seis o siete disparos, resultando muertos José Luis Pérez, Saturnino Bandrés Etxezuri y Julián Velasco, este murió el dia 26 a consecuencia de las heridas recibidas, era ugetista lo mismo que Bandrés mientras que Perez era jaimista… La intransigencia de elementos carlistas unida a la actividad armada del requeté, dieron lugar a estos hechos. La primera pelea tuvo como origen una blasfemia cuando pasaba un sacerdote, originándose un altercado que no tuvo mayores consecuencias hasta la aparición de Jaime del Burgo con unos jaimistas que iniciaron los golpes con porras. ( Lucha de clases en Navarra 1931 1936. Emilio Majuelo. Página 185)

La presencia de Jaime del Burgo en las violencias mencionadas ha sido contrastada por los expertos que escriben la historia. No son rumores, ni habladurías, ni acusaciones veladas sin fundamento.

Pero hay más. Bastante más. Hay testigos cuya verdad expresada podrá cuestionarse pero que en todo caso habrá que tener en cuenta, porque si de algo nos nutrimos para saber lo que ha ocurrido, es de testimonios que relatan hechos concretos.

Testimonio de Francisco Inza Goñi. Pamplona. “Mi padre se llamaba Francisco Inza Arbizu y era interventor de La Vasconia. Era republicano y fue depurado por ello. Siempre contaba que el primer día del Alzamiento iba por la calle Aralar uno que le llamaban Lozano, una persona un poco parada, de una familia muy conocida en Pamplona. Iba silbando a la altura de la perrera municipal cuando le echaron el alto. Parece que no se dió cuenta y siguió silbando hasta que Del Burgo le soltó un tiro y lo mató allí mismo. Mi padre lo vió. Había mas testigos y siempre fue de dominio público en Pamplona cómo y quién mató a Lozano.” (De la esperanza al terror Navarra 1936. Altafaylla. Sexta edición. Página 483.

Recientemente Jaime Ignacio del Burgo ha defendido la inocencia de su padre con una aseveración tan peregrina como incierta diciendo que “es absolutamente falsa y contraria a la verdad histórica que la sublevación del 19 de julio en Pamplona y la posterior represión fue responsabilidad de los requetés carlistas de Del Burgo”.

Es esta una afirmación que ahonda en el dolor producido por las heridas nunca cerradas de todas las familias que fueron víctimas de la barbarie. Podrá Del Burgo sacudir todas sus alfombras. Ese polvo ya no nos intoxica. Cuando la verdad se conoce de primera mano ni Goebbles resucitado podría hacernos creer repetidas mentiras.

Los asesinos que entraron en la habitación donde dormía mi padre, adolescente de trece años, se llevaron a su hermano de 22 años que compartía el dormitorio con él. Mi padre intentó defenderlo y hasta pudo sentir en su cara el roce de las boinas, de las txapelas rojas que llevaban en la cabeza las alimañas humanas que le pusieron los fusiles en el pecho para inmovilizarlo. Esos mismos requetés se llevaron a mi abuelo, sacándolo de su habitación en el otro extremo del pasillo. ¿De quién eran esos requetés? ¿De Del Burgo? ¿De Esteban Ezkurra? ¿De Jose Martinez Berasain? ¿De quién eran? De lo que no hay duda es de que eran requetés y de que mataban a inocentes indefensos, a padres de familia, a jóvenes vigorosos. ¿Quién ordenaba, denunciaba y señalaba? Los que lo hacían son tan responsables o más que los que apretaban el gatillo.

Dice Jaime Ignacio del Burgo en recientes declaraciones, queriendo exculpar a su padre de las responsabilidades que pudiera tener en la represión que “la mayor parte de los crímenes tuvieron lugar entre julio y septiembre del 36 y que en ese período su padre se encontraba en el frente de Somosierra, siendo desde allí destinado a Gipuzkoa”.

En realidad esa, al menos, no es toda la verdad. La prensa local publica el día 16 de octubre de 1936 una orden del Jefe de Requetés por la que nombra como sustituto, con plena representación, de las facultades que le han sido conferidas al capitán Jaime del Burgo Torres. El día 24 de mismo mes de octubre se publica una requisitoria firmada por el Jefe de Requetés, Capitán Jaime del Burgo. (Sin piedad. Fernando Mikelarena. Editorial Pamiela. Página 290).

Conviene recordar que entre esas dos fechas, el día 21 de octubre, ocurrió la “saca” de Tafalla. Asesinaron en la Tejería de Monreal a un total de 64 personas a las que habían sacado de la cárcel de Tafalla. 27 eran de Tafalla, 15 de Peralta-Azkoien, 12 de Berbinzana, 3 de Gallipienzo, 2 de Cáseda, 2 de Murillo el Cuende-Aresatz, 1 de Caparroso y otra de San Martin de Unx.

“Eran las dos y media de la madrugada cuando llegó a las puertas de la cárcel de Tafalla un numeroso grupo de requetés del Tercio Móvil de Pamplona. Allí mismo leyeron la lista de los que iban a ser “trasladados”. (De la esperanza al terror. Editorial Altafaylla. Página 589).

Las matanzas no pararon ahí, ni mucho menos. En la Tejería de Monreal asesinaron cuatro días más tarde a cinco peralteses y a una maestra de Iruña.

Las conclusiones lógicas no necesitan mayores explicaciones.

Hemos escuchado demasiadas veces exculpar, desvincular a los voluntarios requetés que estaban en el frente, de los hechos luctuosos ocurridos en sus propios pueblos, como si su ausencia fuera garantía para proclamar su inocencia. La realidad sin embargo es muy tozuda y contradice esa afirmación que solo es admisible para algunos. No para todos. Algunos tendrían altos ideales, otros los tenían muy bajos y oscuros. Nos lo certifican los papeles que ellos escribieron y firmaron y que consiguieron ser salvados de las numerosas desapariciones de documentos ( tuvieron mucho tiempo para hacerlo), y que aún pueden ser consultados en los archivos.

Como ejemplo vale un botón o tres:

1. En el verano de 1936 dice la Junta de Guerra Carlista que ha visto un escrito del Jefe del Requeté de Agoitz y Aós que operan en el frente de Gipuzkoa por el que se cita la posibilidad de detener a elementos izquierdistas de dichas localidades, por ser de significación contraria al movimiento nacional por el que ellos luchan. Se acuerda dar traslado de dicho escrito al puesto de la Guardia Civil de Agoitz a los efectos que estimen oportunos.

2. “Desde el frente guipuzcoano, cerca de Irun, a seis de septiembre del 36, los requetés de la villa de Arroniz piden a la Junta Central de Guerra: que hallándose en ese pueblo hombres de ideas políticas muy avanzadas y creo que todavía no les agradaría nada de lo que en nuestra compañía defendemos, sería de verdadera y completa necesidad de que a toda esa gentuza se cerrase para que ni a público ni a escondidas nunca nos puedan hacer mofa y además darles su merecido castigo, entre ellos figuran los siguientes: Pablo Ramos, nacionalista, que ha hecho gran campaña y desempeña el cargo de organista, Teófilo Perez, socialista, José Martinez, José María Morrás, Alfonso Arana, Víctor, Tiburcio, Juan y Francisco Baquedano, cenetistas, Pablo Mauleón Arana, Eduardo y Francisco Etxeberria…”. Firman los requetés de la villa de Arróniz que piden Justicia y repiten los gritos de Viva España y Viva Cristo Rey.

3. Desde el frente de Atienza el 7 de septiembre de 1936 dos requetés de Liédena se dirigen a la Junta Central Carlista de Navarra diciendo que han sabido a través de Francisco Puyada, ahora con los requetés, pero que anteriormente frecuentaba la Casa del Pueblo de Liédena que en la citada Casa del Pueblo existía una lista negra en la que se incluían a los principales dirigentes del “orden” entre los que se encontraban los denunciantes. Dicen los dos requetés de Liédena que los socios de la Casa del Pueblo disfrutan de buena salud. Se refieren a Teófilo Carlos, al que acusan de estar involucrado en la Revolución de Asturias, a Jose María Torigados y a Victorino Latorre que se han incorporado a Falange. Añaden que hay otros tan destacados y peligrosos como los anteriormente señalados y que son: Jose Luis Olarte, maestro de Aibar, Angel Iriarte, comerciante de Liédena, Francisco Guembe y Juan Olleta, que han huido y Blas Etxeberria, de pésimos antecedentes. Lo ponen en conocimiento de la Junta “para que se tomen las medidas oportunas”. Firman los requetés de Liédena Cándido Beaumont y Manuel Areso.

Todos sabemos que tipo de medidas se tomaban en la Navarra de septiembre de 1936. Que estuvieran ausentes es una cosa y que no hicieran nada es otra muy diferente. Existía el correo y algunas de las denuncias enviadas desde los frentes de guerra se conservan en los archivos. Nunca sabremos cuantos señalamientos hubo, teledirigidos desde los frentes, ni tampoco cuantos asesinatos fueron consecuencia directa de esas denuncias.

Jaime Ignacio del Burgo habla de altos ideales entre los voluntarios requetés que luchaban en el frente, ideales que considera mancillados por la actuación de algunos elementos que se habían quedado en casa.

Muchas comunicaciones recibidas desde los frentes por la Junta Central de Guerra de Navarra solo piden castigo y venganza contra los que no pensaban como ellos. A donde habían ido a parar sus ideales. Seguramente se habían quedado atascados en el quinto mandamiento.

Los requetés y los falangistas en retaguardia se llevaron por delante las vidas. Pero no solo eso. El terror obligó a escapar en estampida a los que se creían en peligro. Algunos, no pocos, tuvieron que correr hasta el frente de guerra como “involuntarios”. Y algunos, muchos, murieron y los reclamaron los vencedores como “suyos” y hasta colocaron sus nombres en el monumento a los Caídos de Iruña. Ojalá desaparezca pronto esa otra gran mentira.

Y se sucedieron los robos, las humillaciones, los cortes de pelo a las mujeres, las vidas truncadas de los que se quedaron sin futuro, sin poder estudiar, sin poder hacer lo que de ellos se esperaba. Y mi padre vivió treinta años menos que Del Burgo padre. ¿Tenían peor salud los pobres? ¿Los represaliados, los no fascistas eran acaso físicamente mas débiles? ¿Menos inteligentes quizás? Pues no!!!. Tuvieron que vivir una vida mucho más miserable que la de los vencedores. Eso si!!! ¿Y de eso también son culpables los requetés y los falangistas? Sí. También de eso. Y de que no hayamos recuperado el ritmo de vida que nos cortaron hasta la cuarta generación también.

La impunidad permitió que no hubiera justicia, ni culpables condenados pero, ¿quién ha dicho que para el cuerpo social además, esa ausencia de justicia convirtiera en inocentes a los ejecutores, a los responsables, a los culpables?

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