El Manual

En el marco de las jornadas sobre tortura organizadas en los Cursos de Verano de la UPV, la criminóloga Laura Pego contestaba a una pregunta de uno de los asistentes. Una pregunta que, un día u otro, era previsible saliera a colación. Más aún cuando el Instituto Vasco de Criminología acababa de anunciar, y repartir en un DVD, más de 22.000 documentos relacionados con el tema, la tortura.

¿Dónde está el manual de ETA sobre las torturas? La respuesta de Laura Pego ahondó en una percepción que ya había sido adelantada por Benito Morentín, otro de los miembros del equipo que está trabajando para el Gobierno Vasco en el encargo de la dimensión de la tortura en la Comunidad Autónoma Vasca. Se trata de un burdo montaje. Laura contó, grosso modo, sus pesquisas en busca del supuesto manual. Pesquisas que le llevaron incluso a la Audiencia Nacional. Jamás apareció el «famoso» original. Ni siquiera en el expediente del tribunal de excepción, citado como fuente para condenas y noticias periodísticas.

Una noticia esperada. El recorrido de las «instrucciones para denunciar torturas» no es excesivamente largo. Durante el franquismo los torturados no tuvieron visibilidad por razones obvias. Ni siquiera en medios clandestinos. La razia de julio de 1961, con más de medio centenar de torturados en un par de días, llevó a que los testimonios fueran traducidos al inglés y repartidos a la prensa internacional. Editarlos en el Estado español hubiera supuesto el cierre del medio, como sucedió con Amparo Arangoa, torturada en 1976, por cierto Franco ya cadáver. Las fotografías de las torturas que le infligieron aparecieron en “Zeruko Argia”, semanal que fue automáticamente secuestrado.

En los años posteriores a 1980, los signos evidentes de tortura eran «explicados» con razones variopintas. Manipulaciones. «El detenido se ha caído por las escaleras», «se ha tropezado», «las lesiones se produjeron en el momento de su detención» (versión oficial cuando en 1981 murió Joxe Arregi)… hasta 2001 con Unai Romano: «se ha golpeado la cabeza contra las paredes de la celda».

Las versiones oficiales increíbles, aún así extensamente difundidas por los medios, no fueron modificadas. A la vez y sistemáticamente, los detenidos comenzaron a ser trasladados directamente a Madrid para evitar a jueces y forenses vascos, al parecer más proclives a introducir elementos de duda en esas versiones.

Ya al comienzo de la década de 1990, la estrategia comunicativa sobre la tortura cambió. Los medios se hicieron eco de un párrafo del libro “Tus derechos frente al Muro”, escrito por cuatro abogados, en el que se indicaba qué hacer si el detenido había sufrido tortura. De un comentario habitual de unos abogados, lógico en otros campos como el qué hacer frente a una violación o una agresión sexual, se pasaba a la «orden de denunciar torturas». Una manipulación en toda regla.

Más adelante, ya en los albores del siglo XXI, «aparecería» el Manual citado, cuyo original hasta la fecha nadie ha visto. Para los medios y juzgados hispanos, la cita era suficiente. La misma fue transmitida por la plataforma Basta Ya, como saben integrada luego, en 2007, en el Partido UPyD. El texto reproducido por Basta Ya era también burdo, inconsistente, con un lenguaje incoherente para ser, como decían, elaborado por ETA.

Una nueva manipulación como otras que sentaron cátedra: la muerte de la niña Begoña Urroz, la inducción interna como eje de la desaparición de Pertur, la conspiración de ETA y los yihadistas en los atentados de Madrid del 11M de 2004, el ahogamiento «casual» de Mikel Zabalza en el Bidasoa, la participación de la CIA en el atentado contra Carrero Blanco, la colaboración entre ETA, Sortu y Podemos que «desveló» Telemadrid… Una lista interminable.

La respuesta de Laura Pego satisfizo a los presentes. Supongo que no tanto a los ausentes y a toda esa masa de medios que hacen seguimiento a pies juntillas, por múltiples razones incluidas las económicas, de las letras de Interior. Para ellos, tanto Paco Etxeberria como Eugenio Etxebeste, lanzaron la contundencia de los datos. Etxebeste anunció que entre los denunciantes de torturas, el 41% de ellos había quedado libre. No tenían que ver ni con ETA ni con su entorno. ¿Estaban tan contaminados que también conocían el Manual? Paco Etxeberria, atacó a la falacia desde su experiencia cercana. Entre los torturados, miembros de sindicatos críticos con ETA, médicos, profesores de universidad, amas de casa…

El curso de la UPV ha servido, entre otras crónicas no menos interesantes, para traer a colación diversos tratados contra la tortura. Hemos sabido que la aplicación del Protocolo Estambul, prueba científica internacional usada para verificar la credibilidad de la torturada o el torturado, jamás ha sido solicitado por juez español alguno para verificar denuncias de detenidos vascos. El Protocolo fue adoptado como “Manual de Investigación y Documentación Efectiva sobre Tortura, Castigos y Tratamientos Crueles, Inhumanos o Degradantes” por Naciones Unidas en 2000 y por la Unión Europa en 2001.

Hemos conocido, de la misma manera, el Protocolo de Minessota, un manual, en la línea del de Estambul, para la prevención e investigación de ejecuciones sumarias, extrajudiciales y arbitrarias. Su vigencia comenzó en 1991 y que se sepa, jamás ha tenido aplicación en las decenas de casos que se han producido en Euskal Herria en las últimas décadas. De nuevo, las versiones oficiales han sido dadas por buenas, incluso en los recientes “Retratos municipales de las vulneraciones del derecho a la vida en el caso vasco (1960-2010)” presentados por el Gobierno vasco en julio del año pasado.

Por su novedad, sin embargo, las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos (familiarmente llamadas Reglas Mandela), han sido las que han disparado mi atención. Porque amplían el marco sobre la definición de tortura de una forma espectacular para el caso vasco. Fueron aprobadas por la Asamblea General de Naciones Unidas el 17 de diciembre de 2015. Por aclamación. Ni España ni Francia se opusieron a ellas, lo que debería sugerir que ambos estados seguirán sus indicaciones.

Las Reglas Mandela amplían la definición de tortura a la vulneración de derechos humanos en el interior de las cárceles en temas muy definidos. Casos como la incomunicación, el aislamiento, el régimen prolongado en la peor clasificación posible para el prisionero sin posibilidad de revocarlo, el hostigamiento a los familiares… son definidos como casos de tortura. El Manual está redactado en 36 páginas y contiene la palabra tortura en 13 ocasiones.

El incumplimiento de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de Reclusos va a conformar, junto a la profundización de los estudios del Instituto Vasco de Criminología y la Fundación Euskal Memoria, cada uno por su lado, un escenario que pone los pelos de punta. ¿Cuántas vascas y vascos han sido torturados en las últimas décadas? ¿Serán capaces algún día, como señaló en las jornadas el representante de Salhaketa, de reconocer lo que se debería llamar, en lógica, terrorismo de Estado?

El recorrido de la potencialidad de este Manual, las Reglas Mandela, no ha hecho sino comenzar. Probablemente serán también criminalizadas como Manual de ETA, por eso de tanta referencia al concepto de tortura. No es intuición sino constatación porque la primera andanada ya se ha dado. El pleno del Ayuntamiento de Larrabetzu votó el miércoles pasado un llamado a la aplicación de las Reglas Mandela a todos los presos vascos. El aval de la Asamblea General de Naciones Unidas es mucho aval. Sin embargo, quizás por desconocimiento o, lo que es peor, anunciando la línea de contención de Lakua y Madrid, el PNV votó en contra. Como diría aquel, «cuando escucho hablar de derechos de los presos, echo mano a la cartuchera».

GARA