Algunas consideraciones sobre los caídos por Dios y “la Patria”

Que para muchos navarros, ese tenebroso monumento a los padres del genocidio del 36 ha significado un escarnio y un sufrimiento es innegable. Que los responsables de más de 3.000 ciudadanos navarros asesinados, vilipendiados, extraídos de los sectores populares más humildes, hayan sido honrados y laureados, es inconfesable. Que especímenes, como Mola – “hay que matar a todo el que no piense como nosotros”-, el golpista Sanjurjo, o el remedo de führer -tan generalísimo él-, sigan durmiendo en los laureles, me parece nauseabundo.

Este trío de la muerte lideró a toda esa tropa fascista, franquista o neofranquista, que ocuparon todas las áreas socio-económicas, políticas, policiales y jurídicas del estado.

Se inventaron la transición, su constitución y se metamorfosearon en demócratas de toda la vida.

Construyeron normas, leyes y preceptos “ad hoc”, “ad hominen” y porque me sale del santo prepucio.

Leyes laborales, leyes contra símbolos reivindicativos, leyes involutivas contra educaciones liberadoras,  mordazas -o leyes de “patadas”- contra instituciones, partidos, prensa…

Fascio, derechona, o lo que sean –que el diablo o el vaticano los carga- que solo farolean de demócratas cuando se mercan sus mayorías. ¿Que de vez en cuando el pueblo espabila y les quita sus mayorías? Entonces las leyes de los nuevos gobernantes, ya nos son constitucionales, ni democráticas, ni éticas, ni respetables…

Entonces –lo hacen todos los fascistas del mundo en todos los países “civilizados- se promueven chantajes y obstrucciones económicas. Ellos son la oligarquía dueña de bienes e insumos. Se promueven sospechosas movilizaciones, y en su caso guerras. ¿Qué fue la guerra del 36?

Volviendo al origen de mis reflexiones. Como ya he apuntado, mientras ellos han estado en el poder, la producción de normas contra cualquier expresión libre popular, no envidiaba a una fábrica de embutidos. Ahora, cuando por fin una mayoría algo más democrática, se plantea ciertas reparaciones a tantos oprobios históricos, se levantan como energúmenos.

Ochenta años, las cunetas navarras y españolas han sepultado bajo la tierra del estupro y del silencio a miles de víctimas inocentes. La derechona franquista, o neofranquista callaba y obstaculizaba, una reparación tan digna como humana a tanta humillación.

Ahora, en aras de restauración y dignificación de la memoria, se trata –y con bastante respeto- de colocar en el lugar que les corresponde a los causantes de la masacre del 36. Eso, después de tantos años de haber tenido que soportar sus cenizas bajo un monumento impuesto a los navarros a sangre y fuego.

A muchos navarros, la respuesta de los familiares y conmilitones de estos energúmenos, como poco, nos parece una ofensa para los que tienen algún familiar asesinado.

¿Cómo vamos a lograr una mínima reconciliación, mientras a los asesinos se les ensalza con estrambóticos monumentos y a las víctimas se les condena al olvido de las cunetas?

¿Cómo procedería cualquier “respetable” juez español simplemente por valorar, pongamos por ejemplo, el sacrificio de un Txiki y Otaegui? Sin duda, exaltación del terrorismo.

¿Por qué a estos franquistas que se han llevado por delante la paz, y probablemente el progreso económico y cultural de un país, se les permiten monumentos.

¿Por qué además, semejantes monumentos, en los que en sus bóvedas y símbolos, se humilla, la esencia, la historia, y la cultura de nuestro pueblo?

Inconcebible, sobre todo porque no parece que el humanismo y la conciencia de una parte notable de nuestra ciudadanía, haya progresado.