El numerito del voto desobediente del PSC

El PSC vive el momento más duro de su historia. Tras haber gobernado treinta y dos años la capital de Cataluña y un montón de ayuntamientos del país, es hoy casi un despojo del huyen que todos. La fuerza desenmascaradora del independentismo ha convertido en cadáveres políticos a una buena lista de señores, señoras y partidos que hasta hace cuatro días vivían cómodamente sentados en el sofá de la indefinición sin sentir ningún tipo de presión social en la nuca. Ahora, sin embargo, les han quitado el sofá y, como ocurre en los referendos, los disfraces retóricos ya no sirven y hay que pronunciar una de estos dos palabras: SI o NO. Es decir, si quieres un Estado independiente o cuatro provincias dependientes, si quieres una Cataluña libre o una Cataluña cautiva.

No es que el PSC de hoy sea diferente al de antes. Es el mismo. El PSC siempre se ha mantenido fiel a su nacionalismo español. No lo ha traicionado nunca. Quedan, como prueba, la multitud de veces que ha votado junto al PP en el Congreso español contra los derechos nacionales de Cataluña. Una de sus hazañas más gloriosas fue la de la LOAPA. La diferencia es que ahora, gracias a la toma de conciencia de la sociedad catalana, su posición ha quedado en fuera de juego y se ha hecho mucho más visible. Tan en fuera de juego y tan ridículamente visible como la de un individuo vestido paseándose por un campamento nudista.

Estamos hablando, pues, de un grupo político -resalto ‘grupo’ en vez de ‘partido’- que ha hecho pinza en España contra la unidad de la lengua catalana, contra la gestión de los aeropuertos catalanes, contra la descentralización de los puertos, contra las selecciones catalanas, contra la propuesta de pedir la oficialidad del catalán en las instituciones europeas, contra el Corredor Mediterráneo, contra la transferencia a la Generalitat de convocar referendos, contra las medidas de la eurocámara para proteger las lenguas minoritarias y los derechos fundamentales y, entre muchísimas otras votaciones, contra el uso de la lengua catalana como lengua prioritaria en la administración pública. Ya se ve que Cataluña no puede esperar nada bueno del PSC.

Por ello, el espectáculo que están ofreciendo estos días, afirmando que romperán la disciplina de voto del PSOE para no entregar el gobierno español al PP, es pura comedia. Votarán en contra, claro. Pero no por razones ideológicas, sino de supervivencia. Cataluña no es España, y, justamente porque no lo es, sería suicida para ellos que el PSC hiciera presidente a Mariano Rajoy. Por lo tanto, no tienen otra alternativa. La comedia es que pretendan vender esta ‘indisciplina’ como un acto de coherencia y de pureza ideológicas. Como si la sociedad catalana fuera tonta y la historia fuera amnésica.

El PSC no es un partido, es un grupo político, una delegación territorial del PSOE, como lo demuestra el hecho de que siempre, siempre, siempre, salvo una única ocasión, en 2013, por las mismas razones de supervivencia que ahora, ha obedecido sumisamente todos y cada uno de los designios de Madrid. Se puede decir que el PSC no obedece, simplemente vota lo mismo que el PSOE porque piensa lo mismo que el PSOE. Y es cierto. Piensan lo mismo, ya lo sabemos. Pero, francamente, teniendo en cuenta el conocido nacionalismo español del PSOE, es obvio que el PSC debería tener más sentido del ridículo. Sea como sea, el numerito del voto díscolo que piensan escenificar en Madrid es sólo la única opción posible de una delegación territorial desesperada que pretende maquillar con un golpe de efecto -cuanto peor genio exprerse la reacción de la central madrileña más heroico parecerá su gesto- la tradicional alianza españolista entre PSC, PP y Ciudadanos contra las libertades nacionales de Cataluña. En este sentido, podemos recordar que en el año 2006, después de echar a Esquerra de la Generalitat, el PSC nombró Jaume Conejero, exmilitante de Fuerza Nueva, director de proyección exterior del Deporte.

Por si fuera poco, a última hora, se ha añadido otro elemento que aún retrata mejor la inverosimilitud ideológica del voto desobediente. Me refiero al hecho de decir que recurrirán al micromecenazgo para pagar la multa que les impondrá la central. Esto se llama ser consecuente: «De acuerdo, votaré en contra del PP, pero que no me cueste dinero, ¿eh?» Es la plasmación de hasta qué punto los diputados del PSC en España confunden la representación de lo que deberían ser unos principios ideológicos con un trabajo meramente funcionarial. Todo muy edificante, ya lo vemos. Mientras hay políticos catalanes que deben afrontar querellas criminales por haber puesto las urnas al servicio de la ciudadanía, cumpliendo un mandato de la sociedad a través del Parlamento de Cataluña, hay otros que han acabado creyéndose que son actores que se deben a su público en vez de diputados que se deben a su pueblo.

EL MÓN