Un lugar para el museo etnológico Caro Baroja

Leo con preocupación en la prensa local, 3-XI-2016, que la Comisión de Cultura del Parlamento de Navarra se desplazó a Estella-Lizarra para conocer «de primera mano» la situación del Museo Etnológico Caro Baroja. El fondo de dicho museo consta de cerca de 15.000 piezas inventariadas que se encuentran, simplemente depositadas, en una nave industrial del Polígono Merkatondoa.

En ese local arrendado están desde el año 2007, siendo público que el coste del alquiler asciende a 10.000 euros mensuales lo que ha supuesto ya, a las arcas forales, un total de aproximadamente 1,25 millones de euros. Parece ser que en un principio se barajó la posibilidad de trasladar las valiosas piezas al Monasterio de Iratxe, que en fechas previas había sido cedido al estado por cincuenta años para construir un Parador Nacional. Es decir se pensó en un local para albergar el Museo Etnológico a sabiendas de que no iba a ser posible utilizarlo para tal fin.

No voy a entrar en este despropósito, ni siquiera en que un valor patrimonial tan importante como el Monasterio de Iratxe sea «cedido» al Estado español para su uso y disfrute. Simplemente me recuerda a prácticas frecuentes de otros tiempos, como las «donaciones» de preciadas obras de arte a la esposa de la cabeza visible del anterior régimen. Vasallaje, sin más. Debemos ser conscientes, tanto la sociedad navarra como sus dirigentes electos, de la gran importancia que tiene el impresionante montante de piezas etnográficas recopiladas para el proyectado Museo Caro Baroja y que se encuentran, aunque creo que bien cuidadas y correctamente clasificadas, en una simple nave industrial de Lizarraldea. Deben ser consideradas, en su justa medida, como una valiosa muestra de nuestra cultura, de nuestra historia, de nuestro patrimonio, gure ondarea. Y no debemos olvidar que los valores patrimoniales no sólo se deben preservar y cuidar, sino que es importantísimo poderlos mostrar. Tenerlos ocultos, por muy bien que se conserven, es un poco como no tenerlos. La sociedad debe tener la opción  de verlos, de disfrutarlos en su caso, es su derecho. Y es el deber de los responsables del Gobierno el tomar las  medidas oportunas, que en este caso considero como urgentes, para ambas actuaciones, conservación y muestra de las preciadas piezas. Sería un magnífico complemento a algunas y valiosas iniciativas privadas, poco reconocidas por las administraciones anteriores, como la fantástica colección de material etnográfico que a lo largo de los años ha recogido la familia Ulibarrena y que muestra al público en su casa-museo de Arteta.

Pero bueno… es el momento de pasar de la queja a la propuesta.

Hace ahora año y medio hacía públicas mis reflexiones sobre el proyecto “Sol de Media Luna” para ocupar el solar que quedaría libre tras el derribo de todo el complejo del Colegio Profesional Salesianos en el ensanche pamplonés (ver Diario de Noticias 19.3.2015). En el citado artículo esgrimía como, el primitivo edificio que albergó y todavía alberga sus talleres y que el próximo enero cumplirá noventa años, por muchas razones merecía su preservación. En aquel proyecto, además de varios edificios de viviendas de gran altura que modificarían, de forma llamativa, la bonita visión de nuestra capital desde su acceso de Beloso, se incluía la construcción de un Centro Cívico. El centro debería estar dotado de salón de actos, biblioteca, aulas, cafetería etc. instalaciones que, por cierto, ya existen en la estructura actual y en aceptable estado de conservación y funcionamiento. La obsesiva idea de la construcción «ex novo» de cualquier dotación pública, escuelas, centros de salud, bibliotecas, choca frontalmente con la actitud de los países que consideramos más desarrollados, en donde viejos edificios, colegios, almacenes, iglesias o fábricas se rehabilitan para reutilizarlos con los mismos u otros fines, no sólo públicos, también privados.

El edificio de Salesianos de Iruñea, al que por falta de la formación adecuada, no me atrevo a dar un valor arquitectónico importante, no me cabe ninguna duda que si tiene un gran valor histórico y para muchos de los que allí se han formado, también sentimental. Presumo que sus amplias salas, que hoy albergan sus talleres, que cuentan con grandes ventanales al exterior, que no plantean grandes problemas de accesibilidad, serían muy apropiadas para alojar las quince mil piezas hoy día presas en el frío pabellón industrial de Lizarraldea. En los tiempos que corren, y que asumo como económicamente problemáticos, la inversión necesaria no debería de ser muy alta y desde luego coste-beneficio muy favorable. Una parte de los espacios podría albergar un pequeño museo de la historia del propio Centro, como Escuela de Formación Profesional que ha sido y que ha enseñado su oficio a miles de navarros, con la exposición de las distintas máquinas y útiles utilizados, mobiliario, paneles informativos etc.

No debemos olvidar tampoco al Ayuntamiento de Iruñea que ha comenzado a catalogar en sus numerosos, y a veces poco apropiados, almacenes, toda clase materiales de mobiliario urbano, además de los importantísimos restos de las excavaciones realizadas durante los siniestros años del «vaciado arqueológico» de nuestra capital, que convirtió una buena parte de nuestro histórico subsuelo, en almacén de coches. Todos estos materiales, podrán ser convenientemente conservados y expuestos, en Salesianos; por espacio que no quede. Además, instalaciones anexas, quizás necesarias, salón de actos, cafetería, espacios abiertos, etc., ya están presentes.

Es el momento de que, al menos algunas, de las necesarias dotaciones públicas del Gobierno de Navarra y del Ayuntamiento de Iruñea, queden cubiertas por la rehabilitación-reutilización que, además de abaratar costes, haría frente a la temible especulación inmobiliaria que nos ha perseguido en las últimas décadas. Por suerte, ya se vislumbra un notorio cambio de actitud en dichas instituciones en los últimos meses. Pudiera ser el momento del necesario y deseado Museo Etnológico Julio Caro Baroja.