Totalitarios cobardes contra la estelada

Uno de los rasgos más identificadores del totalitario es el odio que siente contra todos los que no piensan como él. No importa que su opción, una vez pasada por las urnas, sea meramente testimonial en el municipio donde vive. La derrota electoral, lejos de hacerle reflexionar, todavía le enfurece más y hace que se sienta empujado a intentar destruir físicamente todo lo que se lo recuerda. Este es el caso de los totalitarios que desgarraron la estelada que ondeaba en la plaza de Octavià de Sant Cugat empujados por el odio que les provoca una bandera que, a diferencia de la suya, no se ha enarbolado nunca para aplastar militarmente pueblos, culturas y lenguas.

Faltos de argumentos racionales y sabiéndose en falso, no se les ocurre otra cosa que tachar a los demócratas de ‘totalitarios’ e incluso autodenominarse ‘Vecinos por la Democracia y Contra el Poder Totalitario’. Tiene gracia que su nombre sea una mixtura de lo que odian, la democracia, y de lo que son, totalitarios. Poco acostumbrados a contar votos, por más que no les debería ser difícil contar los suyos, tan pocos, sus actuaciones son siempre violentas y enemigas viscerales de la libertad de expresión. Ellos han de arrancar, desgarrar y destruir para hacerse ver. No es que les guste saberse esperpénticos, pero todavía soportan menos saberse insignificantes.

Junto a la estelada desgarrada dejaron esta nota: «¡Basta de robarnos! Basta de abusar del poder público. Basta de usar las instituciones en beneficio propio. Basta de dividir. Basta de robarnos el espacio público. Sant Cugat es de todos». Mira por donde, hablan de robar los mismos que al expolio fiscal de Cataluña le llaman ‘solidaridad’; hablan de abusar del poder público, ellos, que son fanáticos de este pensamiento único religioso llamado ‘España’; hablan de usar las instituciones, ellos, que han destruido la división de poderes y han convertido los tribunales de justicia en tribunales políticos como en los regímenes dictatoriales; hablan de no dividir, ellos, que criminalizan la disidencia; hablan del espacio público, ellos, que destruyen toda simbología que no sea la suya; hablan en nombre de todos, ellos, que esconden su identidad cubriéndose el rostro con un pasamontañas.

Ellos, los del pasamontañas, tienen un partido que los defiende, sin embargo. Se trata de la formación ultranacionalista española Ciudadanos, que aplaudió su acción y los calificó de ‘valientes’. ‘Valientes’, los cobardes que no tienen valor de dar la cara y que actúan de madrugada para no ser vistos por nadie. ¡Como que hay mundo! A ver si resultará que en realidad son ellos mismos. No, no lo creo. A ver si resultará que se llaman ‘valientes’ entre ellos para compensar su cobardía. No, no lo creo. A ver si resultará que de día se ponen corbata y de noche pasamontañas. No, no lo creo. A ver si resultará que de día hacen política y de noche kale borroka. No, no lo creo. ¿O quizás sí?

Lo que es obvio, porque lo puede ver todo el mundo, es que, mal que les pese, la estelada vuelve a ondear en la plaza Octavià, junto al Monasterio, porque, como reflejaron las pasadas elecciones municipales, es una bandera que representa a la mayor parte de la ciudadanía. Y dice mucho a favor de Sant Cugat que la mayor parte de su gente se identifique con un símbolo que defiende un principio democrático inalienable, como es el derecho de todos los pueblos de la tierra a decidir libremente su destino. Ellos, los del pasamontañas, se definen a sí mismos por medio del odio a este principio.

SANT CUGAT

http://www.cugat.cat/diari/opinio/124098/totalitaris-covards-contra-l_estelada