Recuperando la memoria histórica

El pasado día 22 de octubre, el alcalde de Vitoria-Gasteiz, Gorka Urtaran, descubrió, junto al presidente de Martin Ttipia Kultur Elkartea, Íñigo González Ruiz de Larramendi, la placa que dará nombre al espacio situado en las traseras de los edificios municipales de la calle Fray Zacarías, que en adelante se llamará “Martin Ttipia Lekua”.

Este lugar, ubicado en el solar de la antigua aldea de Gasteiz, a la que dio fuero de villa con el nombre de Nova Victoria el rey de Navarra Sancho VI, llamado “El Sabio”, el año 1181, se encuentra sobre las antiguas murallas navarras, que Martin Ttipia defendió del asedio castellano entre los años 1199 y 1200.

Martin Ttipia era en aquel momento el tenente de Nova Victoria, algo así como el gobernador de la villa y su comarca. Los tenentes eran funcionarios del reino, cuyo cargo no era vitalicio ni, mucho menos, hereditario. Había sido nombrado en 1198, por el rey Sancho VII el Fuerte, cuando la invasión castellana se veía como inminente, sustituyendo a Pedro Remírez de Piérola.

La figura de Martin Ttipia no es muy conocida desde el punto de vista estrictamente histórico. Aparece en un documento datado en 1189 como “cavero” de Eneko Almoravid, tenente de Sangüesa. Martin Ttipia fue luego tenente de Cisa. Tras la conquista de 1200 aparece como tenente en Mendigorria, Azagra, Miranda de Arga, y Milagro, perdiéndose su pista en 1210.

De cualquier forma, la intención del Ayuntamiento de Vitoira-Gasteiz y de Martin Ttipia Kultur Elkartea, no era tanto homenajear a este personaje, sino a los vitorianos y vitorianas que resistieron aquel asedio entre junio del año 1199 y febrero de 1200, haciendo buena la razón que alegaron los embajadores navarros en Londres, que participaron en 1176 en las discusiones previas al Laudo Arbitral emitido por el rey de Inglaterra Enrique II Plantagenet, previo al pacto suscrito entre Sancho VI el Sabio de Navarra y Alfonso VIII de Castilla en 1179. Dijeron aquellos navarros, frente al derecho de conquista esgrimido por los castellanos, que basaban la pertenencia al reino de las tierras usurpadas por los castellanos, en “la fidelidad probada de sus moradores naturales”.

Con la solicitud acogida por el consistorio vitoriano de que la ciudad tuviera un rincón dedicado a Martin Ttipia y los vitorianos y vitorianas de su tiempo, se cumple también el objetivo de que no se pierda la memoria histórica de un periodo deliberadamente olvidado por la historiografía oficial, más aún en un momento como el actual en el que la historia, junto a las llamadas “humanidades”, es preterida en las leyes educativas.

Esto no es nuevo. En 1694 falleció el ilustre vitoriano Pedro de Oreytia y Vergara, legando todos sus bienes al convento de Santo Domingo, cuya fundación se había realizado en la torre que donó a los dominicos en 1225 el rey Sancho VII el Fuerte. Los frailes pensaron decorar su antesacristía con sendos retratos de sus principales bienhechores, el citado Pedro de Oreytia y el monarca navarro. Finalmente el retrato de Sancho el Fuerte fue sustituido por otro del Papa Adriano VI, por “no exponerse a modernas críticas”, tal como hicieron constar los frailes. A quienes lanzan acusaciones de historicismo hay que decirles, no sólo que quien no conoce su historia está condenado a repetir sus calamidades, sino además que quien no quiere ver lo que tiene delante de sus ojos nunca podrá aportar soluciones a los problemas de su sociedad.

A mi juicio es precisa una recuperación ateórica de la memoria histórica, es decir, una interpretación de los hechos históricos al margen de su supeditación a intereses ajenos, bien sean de índole política o de otro tipo. Desde este planteamiento, sería posible el estudio apartidista de nuestra historia, solventando así enquistamientos hoy existentes.

Centrándonos en la época en la que uno de los protagonistas fue Martin Ttipia, a bote pronto surgen diversos temas, de los que expongo algunos ejemplos, que exigirán posteriores escritos.

¿Existió en Vitoria un fuero anterior al de Sancho VI? No sería el primer caso en Álava. El rey de Navarra Carlos II cuando toma posesión en 1368 de la villa de Salvatierra, en virtud del Tratado de Libourne suscrito con Pedro I de Castilla, fundada según se nos dice en 1256 por el rey de Castilla Sancho X, afirma en documento que transcribo, guardado en el magnífico archivo del Ayuntamiento de Agurain, que “la nuestra villa de Salvatierra de Álava la cual antiguamente fue del reino y corona de Navarra y fundada y poblada por los reyes de Navarra, nuestros predecesores que fueron (…), ratificamos y confirmamos por las presentes todos los privilegios, libertades y franquezas, fueros, usos y costumbres que el concejo de la dicha nuestra villa de Salvatierra y los vecinos y moradores del dicho lugar han tanto de los reyes de Navarra nuestros predecesores, como de los reyes de Castilla”.

En vista de esta declaración, don Julio Caro Baroja opinaba que Salvatierra había tenido un fuero navarro antes del castellano de Alfonso X. ¿Es posible que Vitoria, al igual que Salvatierra, hubiera tenido un fuero anterior al de Sancho VI de 1181? Esto explicaría que en esa fecha ya estuvieran construidas las murallas de Vitoria, lo que

aclararía ciertas polémicas arqueológicas.

El texto del fuero de 1181 dice, traducido del original en latín, “Hago esta carta de confirmación y refuerzo a todos vosotros mis pobladores de Nova Victoria, tanto presentes como futuros. Me place con disposición de ánimo y sano juicio daros a poblar la mencionada villa, cuyo nuevo nombre he impuesto, a saber, la Victoria que antes se llamaba Gasteiz.

Vemos pues la sucesión de tres nombres sobre este lugar, Gasteiz, Victoria y Nova Victoria.

El escudo de armas de Vitoria ostenta el lema “Haec est Victoria quae vincit”, “ésta es la Victoria que vence”, que tradicionalmente ha sido atribuido al rey Sancho VI. Sin embargo esta afirmación no tienen ninguna base, de hecho no aparece durante la edad media, parece más bien un eslogan triunfalista elaborado después de alcanzar Vitoria el rango de ciudad, allá por el año 1431. Da la impresión de que este lema correspondería a una antigua tradición, recogida en varios textos, de que hubo una victoria que reintegró la villa al reino de Navarra, inserta acaso en la política de reintegración territorial posterior a las conquistas castellanas, tras la muerte del rey Alfonso I el Batallador y la división del reino pirenaico en 1134.

“Utrimque roditur”, por todas partes me roen, era el lema del Príncipe de Viana que podemos adoptar como propio de la historia de Navarra.

Lo cierto es que en 1200 Vitoria, junto a la parte occidental del Reino de Navarra, fue anexionada por Castilla y que en 1202 un incendio destruyó la conquistada villa, quedando aquel núcleo, la posterior Villasuso, tan asolado que fue llamado “El Campillo”.

Pero este ya es otro tema.