Paz por fueros

Era, como es bien sabido, el lema de Muñagorri, el célebre notario de Berástegui, al parecer más proliberal que profuerista, para desactivar la sublevación carlista. El mismo lema que nos vendió el siniestro Aviraneta, deudo de los Baroja y como ellos, tan serviles y tan devotísimosy de la corte madrileña. Evidentemente, lo que menos le importaba al avieso cabildero eran los fueros. A él, absolutamente entregado a los intereses de la Regente María Cristina, tan sólo le interesaba desmovilizar al pueblo. Dispondría de enormes sumas con el fin de suscitar insidias y odios entre las filas carlistas. Sabía perfectamente que una vez conseguida tal desmovilización, no habría ningún obstáculo para imponer las tesis centralistas, como así fue. Efectivamente, un año después del abrazo de Bergara, – pacto al que nunca se adhirió Nabarra- Espartero el felón, (Traidor por aquel juramento que de semejante guisa había proclamado a los cuatro vientos: «…No tengáis cuidado vascongados, si alguna persona intenta moverse contra los fueros, mi espada será la primera que se desenvaine para defenderlos» ) promulgaba la ley Paccionada de 1841. Nabarra y las demás provincias bascas, ven suprimidas sus Juntas generales: poder legislativo y las Diputaciones generales: poder ejecutivo. Se abolía el «pase foral», arma legal de los bascos para defenderse de las arbitrariedades del poder central. En resumidas cuentas, prácticamente nos quedábamos con las mismas atribuciones que cualquier otra provincia del estado. Pero ya se sabe, la palabra y el acto difícilmente se avienen en ambientes políticos o militares.

Tener presente la historia y recurrir a ella, no es vivir del pasado como proclaman algunos descerebrados mediáticos. A parte del gran recurso pedagógico que nos aporta su conocimiento, es el gran referente para la conciencia de un pueblo. El pueblo que desconoce su historia, como poco, está a las puertas de su extinción como tal.

Esta luz que nos aporta nuestra historia, es ineludible para analizar todas las urdimbres, tejemanejes y atropellos que ha desarrollado el centralismo castellano o español para someter a Euskalherría. Y sin duda para comprender la política actual. Y es inevitable reconocer, que muchos bascos, han estado implicados en esta secular agresión. Sin ir mas lejos, en la propia carlistada, las diputaciones bascas estaban regidas por políticos «liberales» más proclives a las tesis centralistas.

En estos días se ha conmemorado, con una preocupante no se si oficiosidad u oficialidad, el 25 aniversario del concierto basco. Al menos Arzallus, en un rasgo de sinceridad o tal vez de honestidad, reconoció que ese duro tributo que en definitiva es el concierto, no deja de ser una mínima concesión para un pueblo expoliado. Y así es, ya que el sistema foral pleno, suponía la soberanía de nuestras haciendas.

Lo cierto es que el expolio es tan desvergonzado como reiterativo. Se nos prometió conservar nuestros fueros (la poca soberanía que nos quedó tras la invasión de Nabarra) y -tan pronto nos vieron desmovilizados-, se suprimieron de un plumazo. Hoy, se insiste en que si E.T.A., deja las armas, habrá una mesa de negociación, se instalará la paz y el pueblo hablará y Euskalherría será lo que quiera ser… Pues yo no me lo creo, y por los inveterados tics y mañas de los socios de allende el Ebro, me temo que siempre será que no. E.T.A. tendrá que dejar las armas porque los propios bascos se lo pedimos, porque ya, ni ética ni logísticamente, para muchos entre los que yo me encuentro tiene sentido y sin duda por otras razones. Con E.T.A., o sin ella, la actitud de España hacia Euskalherría no va a cambiar.

Pero claro, tampoco espero que la generalidad de los españoles nos entiendan. No van a aceptar que nos arrasaron y robaron todo cuanto éramos y poseíamos: nuestro patrimonio histórico y cultural nuestra lengua y nuestra dignidad. Por eso les parece que nuestras escasas peculiaridades son privilegios y que nuestras reclamaciones son insolidarias.

Claro que aún resulta mas doloroso, que compatriotas nuestros alardeen de nuestro sistema de gobierno…O sea que nuestros derechos forales dependen del humor de la costitución española. Que ingenuidad y cortedad…O que venta de voluntades, las de estos políticos, a cambio de las escandalosas prebendas que todos conocemos. Nuestros fueros se entroncaban -ahí está el espíritu del viejo derecho pirenáico- en la soberanía del pueblo. Eran ni mas ni menos, las normas con que el pueblo libre y soberano se dotaba para organizarse y gobernarse. Jamás dependieron de la arbitrariedad de ningún organismo ajeno a nuestro pueblo. Quien puede ser tan ingenuo para creer que el zorro vaya a organizar el gallinero. Así que la garantía de nuestro pobrísimo sistema está en la Constitución española. Qué cretino el que pueda creer esto cuando basta aznarada y media para dejarnos en la pura «kale gorria».

En conclusión ni tras la paz, el fuero, ni tras el cese de la violencia -Por favor, que cese, pero todas- la independencia de Euskalherría. Tendremos que seguir soportando a los mismos tertulianos, a similares salvapatrias, los mismos tricornios y las mismas pastorales de la mafia púrpura…Y, lo que aún me resulta más torturante y aburrido, los mismos partidos políticos enfrascados en sus pactos y enjuagues para no perder escaños, que en definitiva es de lo que se trata. (mi pobre experiencia es que los partidos no están para dinamizar la sociedad sino para contener y estabilizar sus impulsos y reivindicaciones) Seguiremos contemplando con vergüenza y estupor, las mismas escenificaciones rocambolescas que convierten muchas veces a los parlamentos en teatros de vodevil. La mayoría de los partidos acaban enmoheciéndose cuando no corrompiéndose de pura rutina e inanición programática.

Es justamente por eso, por lo que entiendo, que tanto la consecución de la paz, como la superación del conflicto y la adquisición progresiva de nuevas cotas de soberanía, la veo mas ligada a los impulsos y concienciación de la sociedad que a los biorritmos embotados de los partidos. El pueblo debe estar permanentemente movilizado para espabilar la tendencia a la holganza y al acomodo de los políticos. Y es por eso que un asunto tan serio como la paz y la soberanía de los pueblos no pueden quedar exclusivamente en sus manos esperando a que nos las gestionen. Nunca lo harán sin el aguijonazo constante del pueblo que les ha elegido. Esta es una de las grandes enseñanzas que me aportan mi experiencia y sobre todo la historia.