Navarra. Problema (y III)

EL griterío y alboroto de gallinero no tiene trazas de rematar. Hay materia para un grueso libro, o más, y aquí no cabe ni una pizca de lo que se podría escribir. Lo siento, no saldrá como quiero. El cornetín de órdenes marcó el toque de combate pues parece que Navarra está en peligro, salgamos en su defensa con la misma ciega bravura que los carlistas en el monte Archanda, Bilbao, que preguntados: «¿a dónde vais, bárbaros navarros?», respondieron despiadados: «a la muerte». Quienes han estado siempre interesados en la apropiación de este país, hueso a roer, que dicen fue Reino, apetecido por dos Coronas poderosas, la de Francia y la de Castilla y lo consiguieron, olvidan cómo fue. Moneda de cambio, sí. Francia desiste de apropiarse el Reino, Castilla, consolida su rapiña y Fernando el Católico la justifica diciendo que: «Dios le había hecho la gracia de conservar lo que se le dio por conquista de las armas» (Yanguas y Miranda). Durante el siglo largo de ocupación militar (Idoate) son continuos los abusos que José María Esparza relata en Abajo las Quintas. En fecha reciente, después de quinientos años de aquello, Mª Puy Huici escribe: «Navarra no ha salido aún de las consecuencias de la conquista». Era país bisagra, de capital importancia, bien guardado y defendido, y en la Corona de Castilla así se entendió al llamarle puerta de las Españas (Huici). Y ya en 1967, con la misma intención, Alfredo Marqueríe la llama salvadora de España. Felipe II construye la ciudadela «para sujetar a los naturales», como trescientos cincuenta años después, el Fuerte de San Cristóbal y el cuartel de Estella, para desanimar a otra rebelión carlista. El presidente de esta comunidad autónoma (el nombre de Navarra sólo para las arengas) da el grito militar de centinela alerta, contestado con pasión alerta está, y dice de moneda de cambio. Si siempre lo fue. El libro de Floren Aoiz El jarrón roto. La transición en Navarra, una cuestión de Estado, muestra con pelos y señales, y abundante acopio de citas, cómo Navarra fue disputada entre leguleyos y quedó el problema, al parecer, sin resolver. Es más, se asustan quienes, constitucionalistas ellos que votaron no a la Constitución, diciendo que Navarra puede ser anexionada, cuando la Disposición transitoria cuarta da a los navarros la oportunidad de decidir. En la misma Constitución, art. 143 leo: «las comunidades autónomas podrán celebrar convenios entre sí para la gestión y prestación de los servicios propios de las mismas». Pregunto dónde está decidida la entrega del viejo Reino, por qué el miedo a la libre expresión de todos nosotros a los que nunca se nos pregunta nada, y sí han escrito Navarra es nuestra y haremos nosotros las preguntas y cuando queramos. No dispongo de más espacio ni quiero ser canso, pero si ellos se ponen volveré. Leo al viñetista Oroz: «que vienen los vascos, que se van los alemanes». Ésa es la madre del cordero, no el fuero, sino el huevo que los mismos siempre se han comido.