Unidad o unidad

La exacerbación con que la monarquía, los políticos y los medios españoles defienden la unidad de la patria, es una consecuencia directa del proceso violento y demoledor con que se alcanzó tal supuesta unidad.

La romanización pudo aportar una cultura, un derecho, una lengua, pero los pueblos con cierta entidad de la llamada piel de toro, conservaron en general sus propias raíces y costumbres.

La visigotización, por mucho predicamento que se le quiera dar, no pasó de un puro espejismo, que duró lo que duró por desconexo e inconsistente. Por supuesto, los vascos nunca fuimos incorporados ni por francos ni por visigodos. Y es un hecho que en toda Euskalherria, jamás apareció un vestigio franco o visigótico de algún relieve.

La tan traída y llevada heroica reconquista supuso la aniquilación de una gran cultura, a manos de unos ambiciosos y bárbaros reyezuelos feudales. Hermanos contra hermanos, -¿Quiénes era si no los del Andalus?-, azuzados por un nacionalcatolicismo, que se fraguaba con estremecedores tintes de crueldad y fanatismo… Y que aún perduran.

La unidad de cualquier imperio, que como el carolingio, español, inglés, ruso, etc, se logra mediante invasiones, genocidios, destrucción de culturas, se desmorona en la medida en que se restablecen las adecuadas condiciones de libertad y democracia.

El Reino de Navarra nunca añoró ser más que eso, el estado de los vascos. Nunca se preparó para, como los reinos vecinos, ambicionar el dominio de otros pueblos. Esa es la razón por la que nunca creamos una máquina de invadir y arrasar como la del imperio español.

La unidad impuesta a fuego y hierro por el consorcio monarquía-iglesia y señores feudales, se nos sigue imponiendo con los mismos argumentos.

Evidentemente el concepto de unidad, como un compendio de valores sagrados, éticos y humanos que nos vendió secularmente la iglesia –y que nos sigue vendiendo- ya no lo sostiene ni la más rancia derechona con dos dedos de frente. Que la iglesia mantenga tal bodrio, resulta tan obsceno como mantener la infalibilidad de su jefe…

No son pues sus sofismas o sermones, los que nos preocupan.

Pero es igual, porque los argumentos básicos para la defensa del concepto de unidad -y los que los mantienen-, son tan irracionales, fanáticos y democráticamente nulos, como las de la Iglesia oficial.

He leído que los generales del golpe del 23-F hablaban de “la peste del separatismo”. Y es que la entente: militar-episcopal-terrateniente-falangista, que parió el franquismo y predeterminó la constitución, sigue ahí, no se si tan boyante, pero si tan amenazante.

José Luis Pitarch, comandante del ejército, el que dice que ve a España como arquetipo del esperpento, ha denunciado hasta la saciedad la esencia predemocrática del ejército español.

Un ejército democrático, debe estar enteramente al servicio del poder civil que es quien lo financia. Un ejército democrático jamás puede pretender constituirse en garante de ningún proyecto que margine la voluntad de la ciudadanía. Un ejército que no respete tal voluntad, será un ejército golpista, usurpador del destino de cualquier estado.

La constitución española pues, mientas mantenga en su texto el artículo 8, por el que el ejército se hace garante de este modelo de estado unitario que ancestralmente ha promovido, no merece ninguna credibilidad ni respeto, para un auténtico demócrata.

En resumidas cuentas, ¿Qué ha pretendido el nacionalcatolicismo con su sacrosanta unidad?

¿Existirá en la nación española un complejo de inferioridad al sentir tan imperiosa necesidad –por propia incapacidad- de usurpar los derechos y soberanía de los otros pueblos?

¿Se siente negada España para constituirse en si misma, sin fagocitar el derecho a su independencia de los pueblos colindantes?

El hecho es, que está unidad forzada, ha impedido por una parte el libre desarrollo de los pueblos dominados y por otra el propio desarrollo de la nación española.

Ha consumido el estado español tantas energías, en mantener una unidad absurda, que se ha encontrado exangüe, a la hora de encontrarse a si misma, definirse y programarse.

Programar un desarrollo económico y democrático que le empujara a conquistar ciertas cotas de autoestima. Porque España esta ayuna de autoestima, ha de buscarla en pobre contingencias, como son ciertos eventos deportivos. Y poco más.

En el fondo es consciente de que hoy por hoy, perdón por la expresión, es el culo de Europa. Cualquier nación de segundo o tercer orden, pongamos por ejemplo Marruecos, la ningunea, o mejor, en términos castizos, la torea.

Se, que muchos navarros, no son capaces de ver esta realidad. No es de extrañar, tras siglos de dominación, tergiversación y ocultación de nuestra historia. Y sobre todo con ese lavado de cerebro y manipulación de las conciencias, con los que la iglesia española ha torturado criminalmente, a los navarros y vascos en general.

Hoy podemos decir, en contra de los militares, que el cáncer de este estado es la unidad y toda la porquería coercitiva, policial-política-mediática, que la sustenta.

El drama de España es que carece de suficientes arrestos o mentes pensantes -demasiados parásitos en el pesebre-, que le hagan despertar de este atasco histórico. Y que el día en que tarde o temprano, nos vayamos escapando de este magma corrupto, se quede aislada y a merced de todas las crisis propias o sobrevenidas. Quizás entonces se encuentre a si misma, con sus complejos, sus fobias y sus carencias… Sería un buen punto de partida para su regeneración.

Publicado por Nabarralde-k argitaratua