Navarra

Juan Comodoro, buscando agua, encontró petróleo. Pero murió de sed. Contaba y cantaba Facundo Cabral. No andaba descaminado. En 1953 los americanos llegaron a Marcilla y perforaron el suelo. Volvieron a Texas sin encontrar petróleo, pero dejaron, un poco más al norte, en Elizondo, una antena para contactar desde Gorramendi con sus agentes en Europa. Y cerca de las prospecciones, en la Bardena, experimentaron sus nuevos cazas, prestos para matar en Cuba, en Corea y matando, vaya que matando, en Vietnam. Y si los americanos habían desembarcado en Pamplona, ¿por qué no también un iluminado de Barbastro, apoyado por Franco? Sí, efectivamente. Escrivá de Balaguer y su secta del Opus, la Santa Mafia según Jesús Ynfante. Esto olía a colonia, pero no de las que perfuman, sino de las conquistadas por la metrópoli. En Navarra decides tú. Lo dijo Fernando Puras en la ultima campaña electoral. Aitor Pescador lo escenificó a la perfeccion: tú no, tururú. Y cambian los mandos. Francisco Pérez González nació burgalés, como Yolanda Barcina. Ambos coincidieron en Pamplona. Uno después de ser general castrense, ella tras estudiar Farmacia. Arzobispo y alcaldesa. De derechas, porque militares, curas y regidores son leales a la plata y al determinismo divino. Sebastián, el antecesor de Pérez, pedía comprensión para Falange. Alguien interpretó que el voto. La verdad es que en 1933 los falangistas no llegaron ni siquiera al límite del ridículo. Se quedaron en el de lo grotesco, para ser un partido político. Pero mira por dónde. Sus secuaces se ventilaron al 1% de la población navarra. Genocidio. No hace falta ir a Bosnia, o a los campos de exterminio polacos. Aquí, cerca: Sartaguda, Lodosa, Arguedas, Larraga, Mendavia. ¿Recuerdas, Maravillas, a los que te violaron y mataron? No hay… no hay lugar para la justicia. Nos cambiaron la historia y nos han robado la memoria. Qué se lo pregunten a Germán Rodríguez. Tan molesto siempre. Casi 30 años después. La modernidad, dicen. Como en la Plaza del Castillo. No levanten el suelo que pueden aparecer restos peligrosos. Y si aparecen, al basurero. A eso se llama patrimonio cultural. ¿Y si fueran los sótanos de un banco? ¿Quién abrió en abril de 1969 las cajas de seguridad del Banco de la Vasconia que contenían las donaciones para el bando de Franco en la guerra civil? ¿En qué se convirtió aquel tesoro? Mataron al Rubio de Aranaz. Y dijeron que era un bandolero que robaba, como los de la Edad Media. Pero era, ¿cuántas veces?, mentira. La realidad, ¿nos queda memoria?, bien distinta. Francisco Etxeberria, guerrillero. Y dicen que se suicidó. Como Mikel Zabalza, paisano de Aezkoa, que se ahogó en el Bidasoa con agua del grifo. Otro Zabalza, Ricardo, de Errazu, llegó a ser secretario general de la Federación de Trabajadores de la Tierra. A ése le suicidaron. Por rebelión militar. Peregrina acusación viniendo de quien viene, pero nada graciosa. Los de San Cristóbal, que morían como moscas y saturaron los cementerios de la cendea hasta el punto de que fueron enterrados en el monte, dan fe de ello. Ahora, los del fusil, el de la estola colgada a ambos lado del cuello, la de Burgos, los sucesores del de Barbastro, los banqueros, lo quieren convertir en un parque de atracciones. Siguen buscando agua. O quizás petróleo. Bajo las ordenes de la metrópoli. O de los técnicos de Texas. ¡Vaya usted a saber! Juan Comodoro, buscando agua encontró petróleo. Pero, ya lo han escuchado, murió de sed. Requiescat in pace.

(Memoria) Iñaki Egaña