Navarra sin cadenas

Angel_Rekalde

El escudo de Navarra es un emblema político que ha suscitado numerosas polémicas. Desde las más eruditas hasta broncas de taberna. Así es nuestra tierra, o quizás es que las circunstancias de la historia que nos han moldeado nos empujan a tomarnos las disputas de esta manera.

No es casualidad. Un dato que nos pesa es el de la enorme ignorancia (bien sembrada y administrada) que nos aqueja en estos asuntos que nos definen, que señalan el país que somos. Nos han ocultado la historia hasta tal punto, nos han enredado con tantas fábulas, tantos silencios y patrañas, que no sabemos si los vascones venimos del testículo izquierdo del patriarca Tubal, o de la costilla robada en sueños a un cromañón cualquiera.

Sea como sea, volviendo sobre el escudo de marras, entre la documentación antigua consta la referencia que el cronista del duque de Alba, el español Luis Correa, describe en su relato del ataque navarro (27 de noviembre de 1512) para retomar Pamplona. Los enemigos de los ocupantes, los que intentan recuperar la ciudad a los invasores españoles atrincherados en ella, portan “una bandera colorada, con ciertas bandas de oro en ella”. Sin más detalles.

Luego nos contaron el mito de que el rey Antso Azkarra asaltó el campamento del emir Miramamolín, en las Navas de Tolosa, con tal brío y violencia que rompió las cadenas que protegían su tienda. Con la ilusión de esta fantasía los españoles nos han cargado el escudo (y el país) de cadenas. Y no es un lectura alegórica, sino real, porque no existe la menor constancia de tales cadenas antes de la conquista española de 1512.

Cadenas, laureles, corona real, esmeraldas… Con tanto ornamento han deformado el escudo de Navarra. Si indagamos en su formulación original, es difícil llegar a una conclusión definitiva. Para unos, el escudo que conocemos deriva de la estrella vascona, de ocho puntas. Según otra versión, proviene del escudo de armas, del blocado, y su forma es una estilización de los refuerzos de este instrumento militar. También hay quien lo vincula con símbolos solares paganos, o con las diversas variantes de crismones cristianos.

En su expresión gráfica podemos encontrar abundantes versiones de este escudo que ha representado a los navarros durante siglos: sellos, monedas, esculturas, bajorrelieves y pinturas en iglesias y catedrales… Nabarralde, para la bandera actual, optó por ajustarse a la forma sencilla, sin cadenas ni coronas, y se ha guiado por un dibujo escueto que recupera el esquema de fondo. Una muestra de esta versión la podemos encontrar en el monasterio de San Juan de la Peña, de origen navarro en la época de su máximo esplendor, que guarda lápidas y formas arquitectónicas del mejor románico pirenaico. En una de las tumbas de las familias navarras se puede observar la figura citada, sin la menor duda. ¿Representa el crismón religioso, el símbolo solar, una evolución de la estrella vascona…? ¡Quién lo sabe! Lo cierto es que ahí está el resultado.

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Lápida que sella una tumba en el monasterio de San Juan de la Peña

Cuando seamos libres organizaremos un concurso para diseñar nuestros símbolos y elegir los que nos dé la gana. Mientras tanto conviene no perder de vista las referencias históricas y mantener las ideas claras.

Publicado por Nabarralde-k argitaratua