Kosova: «because we need, we want and we were»

Porque lo necesitamos, lo queremos y fuimos.

Las últimas noticias del reconocimiento explicito de la UE a una posible independencia de Kosova son importantes tanto por el precedente que suponen respecto a otras naciones sin estado europeas, en este caso las emergentes de la Europa Occidental; y por otro porque acaban con un demasiado largo impass en el que los kosovares han sufrido penalidades indecibles por la desidia mediocre y falta de principios coherentes de lo que se denomina pomposamente «Comunidad Internacional».

En Kosova necesitan, al igual que en Euskal Herria, ser soberanos urgentemente. Urgen de recursos plenos para poder desarrollar de modo plausible todos los ámbitos económicos, sociales y políticos que ahora sobreviven en una «tierra de nadie» que solo beneficia a las mafias y a los grupos unionistas serbios. Desde 1981, año en el que comienza la represión contemporánea tras la muerte de Tito, y sobre todo desde 1988, año en el que a Kosova le es derogada la autonomía por Milosevic, los kosovares han sufrido una década de apartheid que depauperizó aún más el país. Después, la guerra y limpieza étnica que llevó a la situación de protectorado aún vigente, también marcó y definió definitivamente las variables que hoy explican el confuso e inviable status quo que «rige» la vida en Kosova.

Kosova ansía recursos reales para afrontar los retos del siglo XXI con garantías de poder garantizar su estabilización y desarrollo en el seno europeo, sin tener a sus espaldas la histórica Espada de Damocles y el lastre histórico que el racismo paneslavo del nacionalismo serbio han supuesto desde hace décadas.

Es ineludible por tanto para Kosova regularizar su situación desde la constitución de un estado progresista que respete los derechos de las minorías y pueda garantizar la suficiencia necesaria como para erradicar los ciclos de violencia y paraestatalidad delincuente.

Kosova quiere la independencia. El 90% de los albanoskosovares y algunos pocos miembros de otras minorías desean la constitución estatal. Es aplastante. No existe por tanto razón alguna para negar la voluntad democrática de una comunidad que en este caso ha sido históricamente coherente. No es de recibo, aunque realmente funcione así, no hay más que ver el drama totalitario que sufrimos en Euskal Herria, que la autodeterminación de los kosovares esté a la vera de terceros. Que la UE, EE.UU u otro sujeto internacional «permitan» o «den» la independencia, o que Serbia o Rusia «prohiban» la secesión, es insultante desde una perspectiva radicalmente democrática. Nadie puede dar o quitar nada, los kosovares son y han de ser los dueños de su destino. Si los parámetros de actuación de la «Comunidad Internacional» fueran coherentes con los valores democráticos que dice defender, al margen de intereses espurios o de geopolíticas estratégicas, está claro que la primera variable que está, e históricamente ha estado, sobre la mesa es la de la voluntad abrumadoramente mayoritaria de los kosovares, democráticamente expresada, por la independencia.

Pero es obvio que hablar de democracia radical en este contexto internacional es poco menos que ingenuo. A la «Comunidad Internacional» nunca le ha interesado la democracia como práctica progresista para lograr justicia y libertad, sino como etiqueta fatua que enmascara el totalitario orden neoliberal mundial vigente, que neocoloniza el planeta desde la imposición de procesos votocráticos, «sucursales no gubernamentales» , «ejércitos humanitarios» y consumismo salvaje «liberador»

Kosova fue. El que tuvo retuvo. Los kosovares han sufrido, al igual, otra vez, que los navarros con los unionistas españoles y el chovinismo francés, el drama de que la sesgada e interesada historiografía eslava ortodoxa de los Balcanes ha sido clave para que Kosova sea «cuestión de Estado».

Los eslavos llegaron a los Balcanes en el siglo VII y tras a acabar con otros pueblos balcánicos, tuvieron que convivir con los únicos que no pudieron derrotar, los descendientes de los Ilirios, los actuales albaneses. La famosa Batalla de Kosovo-Polie entre una coalición de reinos cristianos de los Balcanes y centro Europa dirigida por el Zar ortodoxo Lazar, y la consiguiente derrota de estos ante los musulmanes en 1389, fue el detonante mítico que da pie a la interpretación eslava ortodoxa para explicar el origen de la Nación serbia y su Iglesia autocéfala. Los albaneses, cristianos entonces y mayoritarios en la coalición, combatieron junto a los serbios y de hecho el líder otomano Murat murió en un atentado cometido por un albanés. Pero la historiografía serbia siempre patrimonializó aquel ejercito derrotado como exclusivamente serbio obviando al resto de miembros de la coalición: rumanos, búlgaros, croatas, eslovenos, húngaros…y por supuesto albaneses. Igualmente es abundante la documentación historiográfica y administrativa otomana que demuestra que la población de Kosova hasta la debacle del Imperio Otomano en los Balcanes era albanesa desde un inicio, desmintiendo de modo claro la versión común, ampliamente extendida por la historiografía serbia, de que los albaneses son inmigrados que se asentaron en el «territorio sagrado serbio» mucho después de «la Gran Batalla».

Los albaneses desde la Declaración de Pizren en 1912 han reivindicado su estado al igual que otros pueblos balcánicos. Tras la II Guerra Mundial se consumó la división contemporánea que los divide en cinco realidades administrativo políticas diferentes (Grecia, Albania, Montenegro, Macedonia y Kosova), pero durante el siglo XX la lucha albanesa ha sido una constante por vertebrar soberanía en un contexto de partición. El pecado de Kosova es el de ser «sagrada» para los serbios. La represión es histórica y desconocida, en 1955 por ejemplo 15.000 expartisanos comunistas kosovares fueron purgados por el general Rankovic por exigir el estatus de republica federada yugoslava.

Los albaneses siempre han sido ciudadanos de segunda en su propia tierra kosovar. De ahí que por la pobreza y la falta de recursos de ocio su crecimiento demográfico durante la segunda mitad del siglo XX haya sido exponencial: hoy son más del 90% de la población de Kosova y aunque intentaron expulsarlos y exterminarlos en 1999 tras una década de apartheid brutal, hoy están más cerca que nunca de ser dueños de su destino.

Es cierto que muchos albaneses ansían un estado unificado, pero la actual coyuntura y las diferencias prácticas entre las cinco realidades mencionadas, sobre todo económicas, además del veto internacional, son claves para que los albaneses de Kosova busquen la estatalidad parcial de su territorio más que una unificación total de todos los albaneses balcánicos en un solo estado. Porque fueron, son, quieren y lo necesitan, un nuevo estado está apunto de nacer y ayudará a que los emergentes estados occidentales como Flandes, Escocia o Navarra sigan esa senda.