Sostenible equivale también a inteligente

Quienes debieran liderar nuestras acciones hacia un futuro sostenible, continúan, sin sonrojo ninguno, impulsando políticas que en poco benefician a las generaciones futuras y que demuestran una gran insolidaridad con el resto de naciones que luchan contra el cambio climático y se esfuerzan tanto en reducir sus emisiones de CO2. Además, la actual gobernanza mantiene un enfoque excesivamente cortoplacista en sus políticas y se destaca por apoyar aquellas que son del tipo «business as usual» , favoreciendo de ese modo a los rentistas del sistema, que siguen presionando para que prevalezcan sus intereses creados y se mantengan, así, la insostenibilidad de nuestras políticas. «Pan para hoy y hambre para mañana», ¡El colmo de la estulticia!.

Obviamente, así es como no podemos seguir, pero…¿Cómo podríamos conseguir frenar estas inercias insostenibles?. Es cierto que, a falta de un verdadero liderazgo institucional, las posibilidades de hacerlo se reducen mucho. Sin embargo, todavía quedan posibilidades movilizando a la sociedad civil y éste es un empeño que hay que intentarlo. Si no fuera porque somos positivos y nuestro convencimiento de que las amenazas que nos acechan pueden ser convertidas en oportunidades, hace tiempo que muchos habríamos ayudado a que el caos se acelerase, aumentasen los niveles de conflictos y los antagonismos y se produjera la transición pendiente. Lo malo es que ésta se haría tarde y mal y demandaría pasar demasiadas penalidades y sacrificios. Lo bueno sería que, tras la destrucción, se solucionarían por fin los graves problemas que actualmente padecemos. Sería como el escarmiento merecido por nuestra estupidez, avaricia y miopía, puesto que en estas circunstancias las cosas solamente suelen llegar a arreglarse cuando se estropean del todo. Como decía Hölderlin: Cuando más crece el peligro más crece aquello que puede salvarse. Al fin y al cabo, nuestra prolongada historia también puede interpretarse como una serie de colisiones con el futuro. Un futuro que, en general, poco tendrá que ver con lo que se haya sido hasta entonces, sino con lo que, en cada época en crisis, se haya anhelado ser.

Por éstas y otras razones, soy muy consciente de que, a pesar de todo, es necesario seguir luchando por una sociedad y un mañana mejores. No se trata de ser optimistas o pesimistas. Ello es totalmente gratuito. Se trata de encarar con seriedad y rigor las graves amenazas a las que los vascos de hoy y de mañana y las que estamos expuestos, al igual que la inmensa mayoría de los países del mundo.

Más que de una opinión, más o menos formada, se trata ya de una creciente constatación. El futuro, de seguir los seres humanos actuando como hasta ahora, se nos presenta demasiado sombrío para la humanidad entera. En el ámbito de Euskal Herria, las expectativas no resultan ser mucho mejores. Las tres tendencias principales, relativas al cambio climático ya iniciado (índole ambiental), al agotamiento del actual modelo socioeconómico (índole económica) y a los grandes cambios que se están produciendo en la estructura de nuestra población debido al envejecimiento progresivo de la población y a la inmigración creciente (índole social), representan, a su vez, unas terribles amenazas que, si no nos preparamos a tiempo, podrían poner en serio peligro nuestras expectativas de futuro y con ello, la continuidad de nuestro proyecto de futuro. A estas alturas es inmoral y falso presumir y alardear de tener amor por Euskal Herria, en tanto no se apueste, con todas sus consecuencias, por su desarrollo sostenible. La clave política de nuestro proyecto de futuro reside en su viabilidad sostenible. El hecho de que no contemos, entre nuestros políticos, con ningún liderazgo sincero en pro de la sostenibilidad nos está impidiendo ser inteligentes y, ante el cercano cambio de era que se avecina, pagaremos caro el hecho de no haber sabido prepararnos a tiempo.

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