Vértigo o vergüenza existencial

Pocas veces, ante un nuevo año, he sentido tanta náusea por la hipocresía, la frivolidad, la insolidaridad cuando no sadismo, de la sociedad de consumo. Los gobernantes, los poderes económicos y mediáticos son tan nefastos como nosotros, la propia sociedad que los genera… Inundamos las calles de las grandes superficies de neones, de albricias y «zorionak», todo muy esperpéntico. Son los valores de la globalización.

Pero en el horizonte del 2008 se han estancado los viejos nubarrones. Quizás intuyamos algún poro de luz. Y aquí estamos, aferrados a esa intuición, con la espera de que en ese poro explote el sol. Mientras tanto…

Cuentan que al poeta judío Erich Mühsam, los nazis, tras torturarle salvajemente, le introdujeron en su celda un chimpancé adiestrado para ejercer la maldad. El simio abrazó el cuerpo roto del poeta y se dedicó a protegerlo y a lamer sus heridas. La piedad del animal enfureció a los torturadores y lo mataron.

Los falsos estados democráticos no pueden ocultar, como aseguran los organismos internacionales, el uso de la tortura estructural (¿institucional?). Euskalerria lleva siglos padeciéndola. No importa la parafernalia que monten las administraciones española o francesa. Para el pueblo vasco los hechos son irrefutables. Etarras, patriotas, intelectuales vascos… ¿Qué más da? ¡Como todos los soberanistas somos eta!

No hay quien supere al ser humano en su macabra aptitud, cuando no goce, para producir sufrimiento. La capacidad de odio de algunas personas no alcanza límites. Los estados promocionan el odio: los servios odian a los bosnios y kosovares, los rusos a los chechenos, los españoles a los vascos y catalanes, etc. Estamos tan alienados que de Guantánamo, Abú Ghraib, o del siniestro Intxaurrondo, «zapeamos» sin ningún asomo de escalofrío a cualquier frívolo reality show.

Causa vértigo, un pálpito dramático de vergüenza, la indecencia de la insoportable realidad de la humanidad. En las Morgues de Nairobi, en las calles de Bagdad, Afganistán… o en las playas mediterráneas se apilan los cadáveres de los pobres de la tierra.

¡Llevemos los estados democráticos a sus países, armas y guerras, blindemos nuestras fronteras y nuestro escándalo consumista…!

Otra de las plagas de esta sociedad, es la degenerada intelectualidad oficial. La que sostiene el statu quo. Para los otros intelectuales, los críticos, inconformistas e independientes, no hay foto, ni tertulias, ni grandes titulares. Que se las compongan y que vigilen sus andanzas si no quieren caer en la denuncia y la siniestra telaraña de jueces y fiscales del estado (nunca mejor dicho).

Los estados necesitan muchos Vidales, Juaristis, Savateres para constituir el andamiaje de sus propuestas y aderezar la fetidez de la «verdad» oficial. Pesebreros infames, ayunos de moralidad, ebrios de arrogancia. Son, con los poderes mediáticos, la «Gran puta» que yace con la corrupción de los estados. Defienden a su chulo, le limpian sus vergüenzas, le jalean. Son las grandes prostitutas del cosmos. Panzas repletas y babas hasta los juanetes.

Es noticia los mejunjes que la tertuliada se está montando para cubrir las vergüenzas que ellos mismos airean sobre la monarquía. Cruel e hiriente para el pueblo (el que permanece despierto) la benevolencia con la que los babosos del «glamour» tratan los «carísimos» (para eso están nuestros impuestos) escándalos del Borbón, el Juanito en la intimidad.

Pero cerremos a cal y canto las ventanas de nuestros espíritus, si queremos evitar que el incienso nos intoxique el alma. Con las huestes clericales hemos topado. Es otra de las temibles plagas de nuestra sociedad, la jerarquía vaticanista. Una institución mechada de pederastas, ultraconservadores, e intolerantes censores (esa es su histórica vitola).

¿Pero por qué andurriales caminarán algunos purpurados?

Bernardo Alvárez, el de Tenerife: «Hay adolescentes de 13 años que si te descuidas te provocan».

-¡Qué carne tan floja deben de tener algunos eclesiásticos! ¿Qué pensará su maestro, el que decía dejad que los niños se acerquen a mí?-

Carlos Briceño, obispo auxiliar de Ciudad de México: «Las mujeres que trabajan desprecian a los hijos y esposos».

Será por estas actitudes por las que según el obispo García Gasco «nos dirigimos a la disolución de la democracia». (Es lo que quisieran teniendo en cuenta lo cómodos que se encuentran fuera de ella)

No es únicamente su concepción de la moralidad. Su alarmante intrusismo en la política, en la educación y en la vida ciudadana representan una rémora para la libertad del ciudadano. Quieren parroquianos siervos y sumisos en templos sin oxígeno, nunca hombres libres. Hay muchos cristianos que claman contra esta iglesia. Exigen otra que genere una nueva actitud de humildad. Otra más abierta y dialogante. Exigen una institución que sea menos institución, punta de lanza en la defensa de derechos humanos y en los valores democráticos. Y con capacidad de propuesta en asuntos públicos. Pues tendrán que esperar, ¡largo me lo fiáis!

El imperio yanki. Hoy un desastre económico, político, diplomático, geoestratégico y militar. Empantanado en atroces guerras ilegales. Marcando las pautas y los parámetros a los habitantes del planeta. Pero en definitiva, imperio, que ordena, impone y organiza el mundo.

La gran plaga, que de alguna forma alienta y alimenta a las anteriores. El mundo no puede esperar, hoy por hoy, el despertar de la sociedad estadounidense de su alienación. Habrán de ser otros vientos los que estimulen a la humanidad. Me temo que mucho ha de cambiar la sociedad del dólar para no verse inmolada en el abismo de la insolidaridad y del aislamiento planetario al que sus dueños la empujan.

El cambio climático, otro reto crucial para la sociedad actual. Difícil tarea. Uno lo tiene claro. Previo a modificar las condiciones que impulsan este desastre climático, hay que modificar la conducta de los seres que lo provocan.

De momento, el 2008, no parece aportar demasiadas pautas para confiar en una sociedad distinta, más luchadora y comprometida. Evidentemente, hay otras muchas plagas. No me cabe la menor duda de que de alguna manera todas están intrínsecamente relacionadas con las expuestas. Solo nos queda pensar que, históricamente, de alguna manera, la humanidad siempre ha renacido de sus propios desastres. Mantenemos esa esperanza, con el permiso del tío Sam y de sus satélites europeos.