El himno de la presunta

Desde hace tiempo, en cierto ámbitos se critica el exceso de optimismo de los que creemos en la bonanza de los tiempos venideros. El predispuesto aluvión de noticias diario, y la no menos inducida prisa crónica que caracterizan nuestra cotidianidad, en este «democrático» Valhala del no menos persuadido consumo masivo narcotizante, imposibilitan el análisis sereno y profundo de los parámetros que marcan los tiempos políticos. Pero a pesar de que el bosque impida ver el claro, éste está más cerca que nunca.

Y es que no es menos cierto, que efectivamente, la responsabilidad de los actores políticos y los agentes sociales de Euskal Herria en la falta de propuestas coherentes y radicales, que no extremistas, que converjan con los deseos mayoritarios de la sociedad vasca, reflejados en innumerables estudios demoscópicos, brilla hoy por su ausencia y ahonda la desesperanza colectiva. La mediocre y logrera dirigencia política de los partidos presuntamente independentistas y abertzales, sigue generando dinámicas que alejan hacia el pasotismo y el delegacionismo resignado a mucha gente harta e impotente, y alimentan el actual marco de opresión. Sí, Opresión, Opresión con mayúsculas.

Así es, la también científicamente inducida clave que define la actual situación pastelera, es la transmisión sistemática del discurso que diluye la percepción mayoritaria de falta de libertades y opresión.»¿Liberarnos? ¿de qué?¿de quién?». «La Alemania nazi era opresora, el franquismo también, pero hablar hoy de Opresión con lo bien que vivimos… » y claro, sin opresión tampoco habrá represión ¿no? Todo es un problema de límites «democráticos» que «han de ser asumidos e interiorizados» por los… ¿subversivos? En efecto, discutibles baremos y conceptos o fríos términos, en vez de, vivencias, sentimientos, convicciones, principios.

En esta fría lógica, el conductismo consumista, el bienestar crediticio y los camelos presuntamente democráticos han abducido a miles de personas que han perdido la noción de sentirse oprimidos, tanto social como nacionalmente. Ni los sindicatos, ni los partidos abertzales dignos de la legalidad exógena impuesta se tienen como instrumentos de liberación. Asumen el marco, lo defienden, viven de él, lo articulan, reforman. Todo está medido. Se apropian de conceptos, desechan otros, los transforman, prostituyen. Derechos nacionales, civiles, sindicales, democracia, libertad…bla, bla, bla. Hablan para la galería respectiva, para los abducidos más susceptibles de la parroquia. Pero realmente, cuando los cacareados derechos son vulnerados de modo sistemático en el seno del Sistema y el Orden que los niega de modo natural , radical, extremo, ¡Chitón! Por lo que pueda pasar. El «no te metas en líos» de la paradigmática familia, modelo del «apoliticismo orgánico franquista», los Alcántara, en versión colectiva.

De ahí que con estos mimbres sea imposible una Candidatura Nacional Unificada, un Aberri Eguna Unico o una Iniciativa Nacional o cualquier otra articulación que permita activar una Representación Nacional que aborde con determinación el fundamento opresivo de la negación de Euskal Herria como Nación y el derecho de sus habitantes a decidir su futuro, como eje trascendental para superar el actual estatus quo impuesto. Hoy es parece un mito pedir la superación del partidismo interesado en pos de una convergencia practica, ¡que no coalición!, que permita unificar la heterodoxa identidad popular, en una única y hegemónica voz nacional que exija el reconocimiento de la Nación y el respeto a la voluntad popular de sus ciudadanos en los foros en los que proceda. Pero en breve veremos el final de este largo ciclo, claramente deslegitimado y agotado, y los nuevos referentes europeos tendrán crucial influencia en las dinámicas políticas de carácter nacional que hubieran de surgir.

Un ejemplo abrumador. La reciente demostración popular en las calles de Bilbao en pos de una selección nacional propia, (hay espectaculares índices demoscópicos que hablan de porcentajes cercanos ¡al 90%!, cuestionando definitivamente el falaz y goeebelssiano discurso del 50% de unionistas/nacionalistas que rige cualquier debate desde hace años) es el paradigma de que los agentes políticos son incapaces de articular propuestas compatibles con los deseos independentistas mayoritarios, al margen de marcos jurídicos y electorales exógenos impuestos, que tergiversan el mapa representativo real y proporcional de la ciudadanía. Este abismo entre agentes y participación popular arrecia, y podemos apreciar que en efecto, es cada día más demandada y necesaria la generación de dinámicas nuevas que articulen ese carril central inmenso que impulse al país hacia la recuperación estatal. Aprendamos de otros procesos como el esloveno o el estonio, por ejemplo.

Muy pocos de los mencionados actores cuestionan de modo público la falta de legitimidad democrática del actual marco, incluso a sabiendas de que tras el telón representativo actual existe un desequilibrio inmenso de correlación entre la voluntad popular, hasta ahora inexpresada en su integralidad, y el marco de representación parcial que delimitan los agentes exógenos y los propios actores protagonistas en el estatus quo vigente. De ahí que sistemáticamente se recurra al final, y tras decenas de adjetivos y epítetos homologadores, a la idea de «conflicto» para tratar de explicar los distintos escenarios puntuales de algo tan sencillo como la lucha de liberación nacional (en el más amplio sentido del concepto) de una colectividad que se siente oprimida desde que le fue arrebatada su entidad jurídico política propia. Hoy es difícil expresar con libertad estos criterios, ya que se da una tendencia perversa y manipuladora de mezclar la discusión del diagnóstico, con las evaluaciones sobre las metodologías, básicamente la armada, aunque también la desobediencia civil está hoy criminalizada, anulando y desvirtuando el debate radical sobre la tipificación causal de lo que se denomina habitualmente «conflicto político».

Evidentemente desde una perspectiva radicalmente democrática, la transformación política y social debe de tener su peso en el diagnóstico que se derive de una observación científica de la realidad. De ahí que los parámetros liberadores que actualmente se plantean, desde la mayoría de los ámbitos que asumen este diagnóstico político, exijan una correlación lógica entre las referencias y derechos históricos de la entidad sojuzgada y la realidad sociopolítica derivada de siglos de transformación, lo que sin duda posibilita la articulación práctica del derecho a decidir colectivo mediante el desarrollo de un proceso de autodeterminación. Pero hasta estos parámetros de resolución tan radicalmente democráticos son negados y reprimidos en el actual escenario.

Tanto en el estado francés como en el español funciona un mismo cliché.»Todo dentro de la Constitución, fuera nada». Se niega («Euskal Herria es un mito») y se reniega (Navarra fue la que hoy es CFN y está voluntariamente en España), por lo que No se reconoce Nación alguna, por lo que No se respeta ni a colectivos ni a personas, ya que no existen al margen de ser considerados súbditos de la Corona o la República. Si no se cuestiona la Carta Magna, se te tolera. Punto. No se negocia. Ni con «terroristas», ni con tolerados. Como no existen, el derecho a decidir colectivo en inverosímil y además les recordamos a todos y todas que las FF.AA son garantes de la Unidad Nacional como desde hace 500 años. 800 años después, 40 años de franquismo y 30 de «democracia»y nada nuevo bajo el sol.

Efectivamente hay razones para el pesimismo, una sensación que hoy acompleja a gran parte de las personas que ansían un Euskal Herria libre, políticamente navarra, en el seno de la Comunidad Internacional. Un malestar que desvirtúa las opciones históricamente más positivas para superar los más de 500 años de pérdida de la soberanía del estado de Navarra.

Hace quince años en Europa Oriental se dio un paulatino proceso de recuperaciones estatales y procesos de independencia. En pocos años se pasaba de un «marco inamovible» a nivel internacional, a un proceso dinámico que volvió a vertebrar de modo radical el mapa político europeo. Hoy es el día en el que de modo nítido todos los analistas apuntan a un proceso parejo en Europa Occidental. En los próximos años podremos ver como las mal llamadas naciones sin estado europeas, antiguos estados europeos sojuzgados, recuperan la estatalidad y se convierten en actores de pleno derecho en el ámbito europeo. Ese es nuestro tren y no podemos perderlo.

Los ciclos históricos, los cambios estructurales son meteóricos. En el siglo XXI, la revolución tecnológica y la mundialización han generado dinámicas perversas pero también nuevos recursos. Pensad lo que han cambiados nuestras vidas personales en un lustro. La cantidad de adaptaciones diarias que hacemos para vivir en este Modelo basado en la comunicación, la información. Las colectividades tienen muchos recursos nuevos para activarse, empujar, forzar. ¡Cuántos cambios políticos se han dado en las dos últimas décadas! Terminó la era de lo inamovible, de lo mastodóntico. Pequeñas naciones como la nuestra han demostrado que mediante las relaciones, la movilización, la desobediencia, el paralelismo…es posible articular nuevas formas de organización colectiva.

A pesar del No sistemático, del deprimente día a día opresivo, hay elementos ilusionantes como nunca. El ámbito internacional y el momento son esperanzadores; los recursos como pueblo del Primer Mundo enormes. La Diáspora cada vez más consciente, con sed de compromiso. Hay más euskaldunes que nunca, más conciencia nacional que nunca, más sentimiento de identidad, más orgullo, más símbolos, más ventanas para conocer nuestra verdadera historia, más poder económico, más actividad social, más nivel cultural, tecnológico, aún mucha capacidad de movilización, mucha voluntad de lucha… y sobre todo un elemento clave: el independentismo moderno se define desde la heterodoxia, es integrador, radicalmente democrático y sobre todo huye de conceptos patrioteros excluyentes, chovinistas y xenófobos.

Por el contrario en el siglo XXI el pan-nacionalismo español rancio, militarista, tradicionalista, patriotero, beato y violentamente imperialista lejos de ser una rémora histórica, se recupera como eje ideológico de la derecha neofranquista; y la versión laicista y modernizadora definida con el concepto eufemístico de patriotismo constitucional, es un recurso estético del más puro unionismo totalitario de rostro humano, que no prescinde de la violencia para garantizar la sacra unidad de la Nación. La crisis se evidencia.

Pero, ¿de qué Nación? España como proyecto nacional lleva 500 años inconcluso: sin la asimilación o el exterminio de las naciones vasca o catalana no seguirá siendo más que un proyecto. No es un deseo, es una realidad. Cada día se evidencia más una crisis de identidad memorable que espolea el regreso de los discursos más rancios de Obispos, monarcas o militares. Las FF.AA españolas sufren una grave crisis de vocaciones e identidad (más de un cuarto de sus integrantes son mercenarios extranjeros); la Monarquía símbolo de la Unidad Nacional y la transición está más entredicho que nunca; y así un largo número de indicadores demuestran que las referencias identitarias del artificioso sentimiento español se debilitan a pesar de los esfuerzos nacionalistas por imbuir de «furia torera» a las masas. Un ejemplo de ello se ha dado en torno al patético episodio de la recreación de una letra para el Himno español, recientemente publicado y desechado. Algunas de las reacciones refuerzan la idea de la inconsistencia de la noción de España como Nación asentada.

Así, en «El País» , ayer mismo, J.P Fusi, catedrático de Historia Contemporánea, miembro del jurado que premió la letra de Paulino Cubero, dice que es difícil acompañar el himno con una letra cuando la propia idea de España como nación está cuestionada en parte del territorio. «Es mucho más difícil que cuando existe una nación homogénea, que vive momentos de exaltación nacional», subraya. La exaltación española es preocupante en los atascos de tráfico, el Madrid-Barça o la fórmula 1″.

Otros como Agustín García Calvo librepensador, poeta y dramaturgo español, sugieren que «No creo que se busque una cosa de verdad nueva porque entonces sería mi himno de Madrid que era un himno para acabar con todos los himnos», y añade «El himno nacional ya tenía una letra, que se usaba para exaltar el progreso y el nuevo régimen, el futuro, y todo eso en definitiva . Recuerda. «Y después de todo, el régimen actual, el régimen del dinero, el Estado íntegramente dedicado al movimiento del capital, sigue exaltando lo mismo que el régimen anterior, así que para efectos de exaltación del futuro de España aquel himno estaba muy bien.

Para el historiador José Álvarez Junco el hallazgo de una letra a gusto de todos le parece una tarea heroica porque si se quiere dar contenido a un himno, si no quiere hacerse algo completamente banal, habría que lograr un acuerdo político entre la inmensa mayoría de las fuerzas políticas y de la ciudadanía sobre los valores comunes. «Lo normal es que ese acuerdo se hubiera conseguido en el pasado, en un momento fundacional de la sociedad, y ahora, aunque resultara un poco anticuado y un poco ajeno a nuestros valores pues sería aceptado». Pero ese acuerdo no ocurrió porque los momentos fundacionales de las etapas iniciales de la modernidad en España fueron muy conflictivos, cruentos, sin posibilidad de acuerdo entre las facciones.

Para terminar, el comunicador Antonio Gutiérrez-Rubí, fundador de Ideograma, empresa especializada en comunicación pública y social, piensa que. «Lo que le parece fundamental es que en España hay diferentes sentimientos en relación a la palabra y al concepto España. «Entonces, esos sentimientos, mejor que sean privados e individuales, que no queden expuestos a la luz pública. Cantar o no cantar es romper esa privacidad».

Reveladoras opiniones que desnudan el amplio debate que siempre quieren evitar los nacionalistas españoles negacionistas de la existencia de Euskal Herria: la totalitaria idea de que la Unidad Indivisible garantizada por la fuerza armada es la única fórmula histórica que ha podido usar el proyecto político español para acercarse artificiosamente a la constitución de una presunta Nación española con identidad propia.

Realmente el drama es que: No son, ni dejan ser, o mejor dicho: No dejan ser para ellos intentar poder ser.