Memoria y confianza

Rescato de un texto paralelo (Jordi Graupera) dos pensamientos de calado profundo. De García Márquez, la idea de que uno es lo que recuerda. De Goethe, que la diferencia entre dos períodos históricos reside en si están presididos por la confianza o por el resentimiento. Los primeros son tiempos progresivos, saludables, fructíferos. Los segundos, derrotados, hundidos.

Vienen estas reflexiones a cuento de un debate de largo recorrido que sigue coleando en nuestro país, y que pretende asumir el enorme peso que una historia negada y tergiversada hace recaer sobre la conciencia de nuestro pueblo. Otras veces hemos hablado de ello. Y sin embargo parece un diálogo de sordos, y cada cierto tiempo hay que salir a esgrimir unas ideas y argumentos que deberían estar claros entre quienes, como nosotros, tienen en la historia un tesoro tan aventajado, un legado del que podemos sentirnos ufanos y satisfechos, un patrimonio -el euskara, nuestra cultura, nuestra existencia colectiva…- tan original y significativo que deberíamos reivindicarlo con pleno orgullo.

Sin embargo, rebrota el tópico vulgar e interesado. «La tesis de Nabarralde no tiene ni pies ni cabeza». «Los derechos nacionales no se fundamentan en la historia, sino en la voluntad de la mayoría»…

He solido citar a Joseba Sarrionandia y su apunte de que los españoles han creado un espantajo de nosotros los vascos, una figura inventada con la que nos representan y sobre la que despotrican a diario. Da igual lo que seamos, hagamos o digamos. El monigote grotesco («cavernícolas», «racistas», «meapilas»…) sirve a la vez para taparnos la voz y para zurrarnos. Aquí encuentro algo parecido. Se crea un lugar común en torno a Nabarralde, y luego da lo mismo arre que so. ¡Quién reivindica a Sancho el Mayor, un rey milenario! ¿Desde la República del Bidasoa? Dejémonos de estupideces y engaños.

De entrada diría que en estos ataques se confunde el ‘ser’ y el ‘deber ser’, con lo cual el resultado es un sofisma. Es decir, una mentira disfrazada de profundo pensamiento. Los derechos nacionales no se fundan; se deberían fundar, en la voluntad colectiva. Pero ¿cuándo ha ocurrido eso entre nosotros? Veamos, ¿cuándo se nos ha respetado la voluntad a los vascos? O a los navarros, si es que alguien hace distinciones. ¿En qué voluntad hemos sostenido qué? Ahí, en ese sofisma, el ‘deber ser’ se emplea para negar algo que es. Como dice García Márquez, cada cual es lo que es, y eso proviene de su origen, de sus circunstancias, de su pasado… Otra cosa es lo que cada uno quisiera o aspire.

Es como si cogiéramos a un pobre de solemnidad y le preguntáramos por sus sueños: «Hombre, yo soy un mendigo…». No. No te hemos preguntado qué eres; no nos interesa tu origen, ni tus problemas, ni siquiera tus necesidades; olvida eso; no nos interesa tu ser…

La crítica a la importancia de la historia entre nosotros va en ese sentido de ignorar nuestra realidad, en esa línea de aculturación de los pueblos dominados que promueven los dominadores: que olviden quiénes son, qué son, qué motivos de ser tienen, de sentirse, defenderse, reinvindicarse, enorgullecerse…

Por ahí va el trabajo de Nabarralde, por conocer nuestra realidad de hoy, nuestra cultura, nuestra identidad, la memoria que nos constituye… Hoy. Para decidir, para soñar, para fortalecer esa voluntad de ser; pero desde el conocimiento y contra la aculturación.

El otro pensamiento, el de Goethe, también encuentra lugar en estas reflexiones. Nuestra sociedad vasca tiene motivos para sentirse fuerte, confiada, orgullosa… Pero también nos vapulean, y hay razones para el miedo, la vergüenza, el resentimiento. Así vamos, entre dos aguas, entre el optimismo de quienes hallan valores positivos en nuestro pueblo, raíces profundas, vínculos colectivos que nos dan esperanza… Y quienes asumen el discurso aculturizante de quien domina nuestro país y le niega sus derechos. Para éstos, proclamar quiénes somos es ser nacionalistas; asumir nuestra historia, con sus claros y sombras, es ser retrógrado; apostar por nuestro pueblo, lo más natural del mundo en todos lados, es ser racista e insolidario…