Razón de sinrazones

Mikel_Sorauren

Hastía la avenida de improperios y despropósitos en que se han enfrascado los tertulianos con motivo del proceso político de Cataluña; también los males anunciados por ciertos expertos que nos auguran a los soberanistas de todo color y Nación que no nos será posible financiar la Seguridad social, ni mantener un presupuesto estatal y que seremos expulsados a las tinieblas exteriores, fuera de Europa y, para culminar la saturación, las sentenciosas afirmaciones de personalidades públicas que utilizan un tono solemne en sus adagios, para compensar la carencia de argumentación.

El discurso de los españoles se ha acomodado a una situación que descubre su impotencia en este momento histórico, frente a lo sucedido en otras épocas en las que utilizaron sin ambages la fuerza con quienes pretendían liberarse de su control. Se ha cambiado el evocador «la unión hace la fuerza» de resonancias imperiales por la solidaridad y la «convivencia de siglos». Por lo demás, se pretende que no hay viabilidad para separatismos y que sea cierta la sujeción forzada a España por parte de Navarra y Cataluña. En el momento de presentar una refutación argumentada en contra de las propuestas soberanistas, se arguye que la legalidad pasa por la Constitución  española y que los mecanismos de integración en Europa  para ambas naciones se encuentran en manos de España, quien vetará a las dos como miembros de la Unidad europea.

En la confusión de afirmaciones y argumentos se nota en ocasiones la vacilación de muchos que pretenden ser equitativos y aceptan como una exigencia personal las llamadas a la solidaridad con aquellos españoles que se pretenden en peores condiciones socio-económicas. Sorprende este argumento en una sociedad como la española en la que las desigualdades son abrumadoras y responsabilidad de grupos dirigentes que facilitan con su pertinacia el mantenimiento histórico de tal desigualdad. Todo el conjunto de llamadas a la solidaridad que se dice interregional, oculta la relación de dependencia económica de Navarra y Cataluña, calificadas de ricas, con el propósito de generar centros económico-sociales dinámicos, primero en la zona centro del Estado, en donde radica el centro de decisión político, para desarrollar los ejes territoriales que interesan al proyecto de una Nación española posteriormente. La constatación de esta realidad la ofrece un espacio como el de la Submeseta sur en que se sitúa Madrid, nada favorecido por condiciones naturales para la creación espontánea de centros de impulsión económica. A pesar de los esfuerzos de inversión que ha hecho el Estado español desde el siglo XVI en la constitución de un centro de esas características, hoy en día, gran parte de su calificada productividad se basa en gastos que no son productivos más que en estadísticas y otros  productivos que podrían asentarse en situaciones geográficas diferentes y distantes.

El hecho más relevante de esta planificación es la supeditación de los territorios nacionales más dinámicos -principalmente Navarra y Cataluña- a las inversiones políticas efectuadas en Madrid, que, sin duda alguna, resultarían más eficientes en los centros de actividad más espontáneos. Es fundamental la claridad de estos hechos. Los soberanistas somos conscientes de las transformaciones socio-económicas desarrolladas en el proceso histórico. Creemos que la intensificación de relaciones humanas en todos los planos materiales y culturales ofrecen la posibilidad de alcanzar un estadio para la Humanidad en el que los conflictos puedan ser superados. Algunos estimamos -todos lo proclaman hoy en día- que este es el auténtico progreso. Conviene dejar de lado el planteamiento que proclama la escasez de los medios económicos y plantear una Humanidad acorde con tales posibilidades, con la renuncia de la portentosa acumulación de las minorías.

En esta dirección, la pretensión soberanista se encuentra justificada por reclamar el derecho de una colectividad a regirse por ella misma. Constituye un sofisma aludir a la intensificación de las relaciones humanas, para mantener estructuras de poder -estatal primordialmente- que someten los intereses de  unas colectividades a interese ajenos a ellas.  La intensificación de las relaciones humanas contribuyen a mejores oportunidades para todos. Que estas hayan adoptado fórmulas de colaboración e integración en organizaciones internacionales, no constituye un motivo para que en ellas se imponga el más poderoso. Cada colectividad debe conservar la autonomía que le permita evaluar las ventajas e inconvenientes derivadas de la integración. El aceptar opciones que pueden parecernos contrarias a nuestros intereses, puede resultar conveniente por las ventajas que produce la colaboración en todos los ámbitos ¡Esta, y no otra, es la razón por la que somos soberanistas!

 

Publicado por Nabarralde-k argitaratua