La hora de las renovables

Cuando ya el petróleo se acerca a los 105 dólares el barril, podemos anunciar que las energías renovables entraron ya en una fase determinante de su desarrollo. El aumento continuo del precio de los hidrocarburos y, por consiguiente, de la electricidad, mayoritariamente producida a partir de los combustibles fósiles, cuestiona cada vez más la capacidad de estas energías para poder mantener, ellas solas, un crecimiento sostenible de la actividad económica. Esta situación conduce a muchos países, en especial a los de la Unión Europea, a mirar cada vez más hacia los países precursores, los que facilitaron el desarrollo rápido de las energías renovables. El matiz sobre la palabra «rápido» es importante porque sería falso decir que la inmensa mayoría de los países no hacen nada por el desarrollo de las energías renovables.

En cambio, nadie podrá negar que la velocidad de su desarrollo ha sido extremadamente variable de un país a otro, de una fuente de energía renovable a otra. Muchas veces, estos progresos han venido precedidos por medidas de apoyo e impulso a las energías renovables que se han hecho desde los diferentes gobiernos, al igual que precedidos por la progresiva sensibilización de la gente en favor de las energías renovables, gracias a las campañas de información sobres aspectos relacionados con el cambio climático y el beneficio que supone para la humanidad la utilización de las energías renovables. El hecho de encontrarnos con unos precios de los hidrocarburos fósiles cada vez más caros también ha contribuido a ello. A su vez, estas campañas han sido primordiales para romper con los estereotipos falsos que circulaban para no impulsar el I+D+i y sus aplicaciones necesarias, afirmando que las energías renovables, complacientemente consideradas «interesantes», resultaban todavía demasiado caras, poco eficaces y, técnicamente, un tanto inmaduras.

Por el contrario, las campaña a favor de las energías renovables recogían que las energías eran la mejor respuesta a una eventual crisis de suministro de gas natural y de petróleo. Afirmaban que las energías renovables garantizarían la seguridad de suministro de energía, sobre todo para aquellos países que fueran tan dependientes de las importaciones de hidrocarburos fósiles como España. Los altos precios del crudo de petróleo y de gas natural que estamos conociendo cada vez avalan más estas afirmaciones. Estas campañas han contribuido directamente en la lucha contra el cambio climático, al impulsar iniciativas tendentes a reducir significativamente las emisiones de CO2 por GWh generado, al tiempo que también nos facilitaban un medio ambiente menos contaminado. De esta manera, tal como lo sostiene ACORE (American Council On Rnewable Energy) es como se conseguirá que los precios energéticos tengan unos costes previsibles. Finalmente, no sólo las energías renovables son las que más están contribuyendo a la generación de riqueza y a la creación de empleo estable, su extensión y grado de utilización también condicionarán los niveles de competitividad de los países en los mercados mundiales.

Sin embargo, a pesar de las promesas que ofrecen las energías renovables, hay que reconocer que éstas tienen sus limitaciones. También existen límites de índole técnico-financiera muy difíciles de franquear en los países en vías de desarrollo. Si no se les ayuda a la expansión de estas energías probablemente no podrán utilizarlas a gran escala para cubrir sus necesidades sin pasar por la etapa de las energías convencionales como el carbón. Sin embargo, las energías renovables permitirían una mejor cesta energética y podrían, incluso, limitar el consumo de ciertas formas poco salubres de biomasa, como la madera y el carbón que se quema en estufas de poco rendimiento y que, cada año, matan cerca de 2 millones de personas, según la AIE. De todas maneras, el crecimiento rápido de países como la India y China reclama densidades de energía superiores a aquellas que las energías renovables pueden ofrecer actualmente. Hemos de aprovechar el hecho de que estos países comienzan a elaborar políticas a favor de las energías renovables, particularmente para reducir la contaminación.

Las energías renovables son relativamente respetuosas con el medio ambiente, pero no por ello evitan dejar su correspondiente huella ecológica. Son muy golosas en tierras, aunque las instalaciones clásicas como los oleoductos, los gasoductos y las refinerías de petróleo ocupan también espacio. La producción de biocombustibles podría eliminar cultivos alimenticios, lo que es problemático en un período de crecimiento demográfico. Por otro lado, la producción de etanol, a base de maíz, atenta contra la calidad de los suelos, consume mucha agua y, además, contribuye a su encarecimiento especulativo que tanto daño origina al sector alimenticio. Por otro lado, los biocombustibles pueden contribuir a mejorar la pureza del aire reduciendo las emisiones, como es el caso de Brasil. También favorecen la reducción de las emisiones de GEIs ya que los vehículos que consumen mezclas de combustibles de automoción (gasolina-etanol, gasóleo-biodiesel) lo permiten, sobre todo cuando se utilizan en vehículos que consumen mucho carburante.

Hasta la energía hidroeléctrica puede llegar a emitir mucho CO2 y metano cuando la vegetación sumergida se descompone tras el relleno de agua de los embalses. A lo largo del tiempo, las variaciones del nivel del agua permiten el crecimiento de una nueva vegetación que, cuando queda de nuevo bajo el agua, sufre una descomposición en ausencia de oxígeno. Esta descomposición anaeróbica produce cantidades importantes de metano. Parte se emiten a las atmósfera y parte quedan diluidas en el agua. Pero, lo que queda disuelto en el agua, también se libera a la atmósfera al chocar contra las palas de las turbinas de las centrales hidroeléctricas situadas a pie de presa – debemos recordar que el efecto invernadero del metano es 21 veces más alto que el del dióxido de carbono.

Por otro lado, aunque es algo que conocemos bastante bien -otra cosa es que se consideren en la práctica- como son los costes económicos, ambientales y sociales de los combustibles fósiles, todavía tenemos que profundizar más sobre los impactos secundarios de las energías renovables, ya que son todavía desconocidos. Los impactos locales de las instalaciones solares o de los parque eólicos sobre los hábitat o la vegetación, incluso sobre las características climáticas, aunque se ha avanzado mucho, todavía siguen en estudio. Las energías renovables tienen el encanto de ser seductoras y limpias y, aunque no nos devolverán un mundo perfecto, si podrán contribuir mucho en mejorarlo. Pero, en cualquier caso, y fuera falacias, siempre serán mejores que los hidrocarburos fósiles.