El «Si», el «No» y el «Ni»

1.

En toda parte los ciudadanos se ven llamados a votar. La democracia de mercado propone toda clase de ofertas, como en los hipermercados donde padres y madres llenos de niños se pasean democráticamente durante largas y fastidiosas tardes de sábado.

En Iraq se pudo elegir entre chíies que dicen «Sí» al ocupante y «kurdos» que dicen «Sí» al ocupante.

En Afghanistán, hace unos pocos meses, se pudo elegir entre Ahmed Karzai y Ahmed Karzai.

En Portugal, se pudo elegir entre un dirigente socialista de derechas y un social-demócrata de izquierdas. Les llaman a los dos «el centro moderado». Todavía no me enteré de quién ganó.

En Ucrania pasó lo mismo. Empezaron por elegir al candidato errado, bajo sospecha de fraude electoral. Y se les repitió la elección para que pudieran elegir al candidato correcto bajo sospecha de fraude electoral.

En el Estado español se pudo elegir entre el «Sí» a la futura «Constitución» Europea y el «No» a la futura «Constitución» Europea.

2.

Saben los españoles, como los vascos o los catalanes, los irlandeses o los daneses, que de salir el «No» se repite la elección.

Saben los iraquíes que de no votar se les cortaría la ración de comida que abastece el ocupante que lleva las tareas de imposición de la democracia, es decir, el mismo que organiza las elecciones.

Saben los afghanos que unos días antes del domingo electoral 14 de sus 15 candidatos se han retirado del concurso en protesta contra el que quedó.

Saben los hinchas que por tele-voto pueden opinar por anticipado sobre el resultado del Oporto-Benfica de esta misma noche.

Saben las amas de casa más aficionadas que pueden elegir el final que mejor les venga de la novela mejicana de la tarde en la tele.

Saben los vascos que no van a poder votar sobre su futuro, de creer en las últimas ofertas democráticas de Madrid.

Saben, incluso los niños, que en todos los temas efectivamente importantes y arriesgados la democracia se impone. No se vota.