Los árabes no invadieron jamás España

Ignacio Olagüe (San Sebastián, Guipúzcoa, 1903 – Játiva, España, 1974) fue un paleontólogo e historiador español.  Estudió Derecho en las universidades de Valladolid y Madrid. De 1924 a 1936 trabajó en el laboratorio de paleontología del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, siendo discípulo de José Royo. Perteneció a la junta directiva de la Real Sociedad Española de Historia Natural de Madrid y participó en coloquios internacionales. Escribió La Revolución islámica en Occidente en 1974 donde defendía algunos aspectos de las teorías de Américo Castro.

En 1966, Ignacio Olagüe entregó el manuscrito a Fernand Braudel, quien a su vez se lo remitió a Jean Baert que publicó una versión reducida en francés del libro en 1969 en París, con el título de Les árabes n’ont pas envahi l’Espagne. Esta versión gozó de gran éxito en Francia. La versión completa del libro no sería publicada en España hasta 1974, ya con el título escogido por Olagüe.

Fue reeditado en 2004, por la Editorial Plurabelle, con ayuda de la Junta de Andalucía.

Ignacio Olagüe niega que se produjera una invasión musulmana de la península Ibérica en el siglo VIII, debido a la escasa población árabe y la pobreza de sus medios logísticos, que no le permitirían realizar grandes operaciones militares, ya sea a través del mar o del desierto, y, aun menos, derrotar a tantos pueblos en tan poco tiempo.

Para explicar la Alta Edad Media española, Ignacio Olagüe propone que el arrianismo y, en menor medida, el paganismo o el gnosticismo, no desaparecieron de España con la conversión del rey visigodo Recaredo. Era también frecuente la poligamia, no sólo entre los judíos. En el siglo VIII, lo que habría tenido lugar es el fracaso del Estado teocrático visigodo, seguido por una guerra civil entre dos bandos irreductibles: los partidarios de Rodrigo, a los que hace defensores del catolicismo (cristianismo trinitario), y los partidarios de los hijos de Witiza, adscritos al arrianismo (cristianismo unitario), con la intervención de caudillos provinciales, rebeldes al poder central. Este período de caos habría coincidido con un aumento de aridez provocado por el mismo cambio climático que había ido desecando el Sahara desde hace milenios. Como resultado de todo ello, tuvieron lugar varias crisis de subsistencia en la Península durante los siglos VII y VIII.

De acuerdo con su teoría, habría sido un guerrero visigodo, por más señas pelirrojo y de ojos azules, quien, tras apoderarse de Córdoba en el 755, sometería la mayor parte de la Península antes de morir en el 788. Los cronistas árabes posteriores lo denominaron Abd Al Ramán y le atribuyeron la condición de Omeya. En el siglo IX, debido a las relaciones comerciales con el Mediterráneo oriental, la política pro-islámica de Abd Al Ramán II, la difusión de literatura y la predicación de propagandistas árabes, se fue produciendo un lento fenómeno de arabización (sustitución del latín y los idiomas romances por el árabe e invención de ascendencias árabes con cambio de apellidos) en ciertas élites urbanas, seguido de una fusión de estas influencias islámicas con el arrianismo. Éstas habrían penetrado desde el Levante (el puerto de Almería era el más importante del Mediterráneo Occidental en la Alta Edad Media) y no desde el Estrecho de Gibraltar, difundiéndose luego por el sur y el noroeste.

El momento de aparición de las primeras manifestaciones externas del islam se fecharía en torno a 856, pues es entonces cuando se habría tenido constancia de que Eulogio (posteriormente San Eulogio de Córdoba) y Álvaro (San Álvaro de Córdoba), apologetas mozárabes (católicos) de Córdoba, que hasta entonces habían centrado sus críticas en los arrianos o los acéfalos, pasan a escandalizarse con las llamadas a la oración de los almuédanos. Según Olagüe, hasta los años 850–851, éstos y Juan de Sevilla habrían ignorado la existencia del mismo Muhammad.

Esta fusión del islam con el arrianismo daría lugar hacia el siglo X a la cultura arábigo-andaluza de tinte liberal que alcanzaría su cénit en los siglos XI y XII, antes entrar en decadencia por culpa del dogmatismo introducido por la invasión almorávide.

En 2006, Emilio González Ferrín, director del Departamento de Filologías Integradas en la Universidad de Sevilla, publicó Historia General de Al Andalus, con las mismas conclusiones que Olagüe.

 

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