Nosotros, los antisistema

Entiendo que el lector no me crea. Hace un par de semanas estábamos en un ‘quesito’ interior de esos del Ensanche. Había una celebración. Como somos pobres nos arrimamos al cava. Dicen que es nutritivo. Que lo cura todo. Y a-fe-de-dios que nos creemos todo lo que diga el pueblo. Llevábamos ya unas copas que daban alimento al menos para dos días. Quizás ya había crecido medio palmo en un cuarto de hora. Una señora y un señor me daban conversación. Muy amables. No sé a qué narices de burbujas andábamos. Yo levantaba la copa y veía este cielo de Barcelona que parece una sábana de verano. La infancia. Los señores hablaban de una ciudad que no conocía. De cuando eran niños. ¡Uiiiiiiii!. Cómo se divertían. Nunca sabían a dónde iban. Nunca. Un día estaban en una casa. El otro en otra. Como un escondite. Casas, casas. Había más niños. Y una señorita, o un señorito. Y decían. “Bon dia” o “Bona tarda” («Buenos días» o «Buenas tardes»). A escondidas. Se creían que era un juego. El padre les hacía ver que era un juego. Aprendían su lengua, en su país, en casas clandestinas, en habitaciones con las persianas bajadas. Sombras con un hilo de luz. ¿Cuánto dinero ha costado todo esto?

Ahora que el ministro Wert quiere hacer pagar seis mil euros a los padres que pidan escolarizar a sus hijos en castellano hay que preguntarse cuánto dinero nos ha costado aprender nuestra lengua desde 1714. ¿Cuánto? Soy el único miembro de mi familia que se ha escolarizado en catalán. De una familia naturalmente catalana. Tres siglos. El Estado no ha pagado ninguna escolarización en nuestra propia lengua. Ninguna. Hemos vivido al margen del Estado y hemos mantenido la lengua. Somos los antisistema. Los auténticos antisistema. Váyanse a paseo los que escupen, insultan, amenazan, pintan, a los parlamentarios catalanes: nosotros sí somos los antisistema. No nos han dado nada y lo hemos dado todo. No hemos perdido la lengua. Nos han matado, nos han denunciado, nos han multado, nos han hecho de todo y hemos dicho: No.

Hemos dicho no desde hace años y años. La Ley Moyano de Instrucción Pública (1857): «La Gramática y Ortografía de la Academia Española serán texto obligatorio y único para estas materias en la Enseñanza pública». Y continuamos hablando catalán. Salten por donde quieran. Salten por el agujero que crean. En la Real Orden del 29 de diciembre de 1923 se niega a la Universidad de Barcelona a dar clases optativas (¡¡¡optativas!!) en catalán. ¿Razón? «Que en ningún Centro docente oficial procede autorizar la enseñanza de disciplinas que no estén incluídas en el plan de estudios previamente aprobado por la Superioridad». Seguimos hablando en catalán. Sólo una anécdota de lo que pasó a partir de 1939. El 6 de octubre de 1939: «El gobernador civil sorprende y clausura personalmente escuelas laicas y separatistas»: «Unos de los supuestos maestros se encontraba reunido dando clases a unos veinte niños, los cuales respondieron a un breve interrogatorio (que no fue preciso prolongar, ante lo inequívoco de las respuestas), manifestando que no les enseñaba el catecismo y que las clases las daba en catalán”. Y… continuamos hablando en catalán.

Esta semana (11 de julio) ha hecho 53 años (1961) del nacimiento de Òmnium Cultural. También (9 de julio) 28 años de la muerte de uno de sus fundadores: J.B. Cendrós. Muchos de aquellos niños que hace dos semanas se alimentaban con cava aprendieron catalán gracias a la red clandestina de Òmnium durante el franquismo. ¿Cuánto nos ha costado todo esto?

¿Qué país tiene que pagar secreta, voluntaria, desinteresadamente, por enseñar su lengua? ¿Qué? Ahora tenemos que pagar democráticamente a cinco familias para la escolarización en castellano. Nosotros, todos, absolutamente todos, que no nos han pagado ni un céntimo para enseñarnos la lengua propia, común, vehicular, la de todos. Hemos suplido todo lo que no ha hecho el Estado. Y un día se demostrará científicamente que los catalanes nos inventamos el mundo virtual para enmendar lo que no nos da la realidad. ¿Cuánto vale todo esto?

Hemos construido históricamente un para-estado ¿y nos da miedo hacer ahora un Estado? Hemos mantenido la lengua con todo en contra ¿y ahora nos parece incierto? Hemos hecho de la incertidumbre una certeza. De la anormalidad una normalidad. De la muerte, un milagro. Lo hemos hecho todo. No hay más futuro que el que ya hemos hecho. No hay más mañana que el camino por donde caminamos. No hay más. No hay más porque si a mí me quitan la lengua me mangan el paisaje, me roban las personas, me toman los sentimientos. Me roban todo. Ya no me queda nada. Venimos de la nada y hemos tenido una lengua que ha sido el todo. ¿Cuánto ha valido todo esto? Incalculable. ¿Cuánto valdrá lo que debemos hacer? Incalculable. Inimaginable. ¿Quién lo puede hacer? Sólo nosotros. No hay más. Nosotros, que sólo tenemos una copa de cava en las manos. Nosotros, que sólo tenemos un cielo de sábana. Nosotros, que sólo tenemos la tristeza como esperanza. Nosotros, que somos los antisistema.

EL SINGULAR DIGITAL