País libre, democracia de calidad

Una «hoja de ruta» va más allá de un programa de gobierno. Tanto en relación a los objetivos y estrategias como en relación a los ritmos y aplicaciones prácticas. Sin embargo, cuando los tiempos de un proceso político se comprimen se dan claros paralelismos, congruencias y yuxtaposiciones entre ambos tipos de perspectivas.

Tras el acuerdo entre CiU y ERC y ante los retos que el país encarará en los próximos meses -antes y después de las próximas elecciones al Parlamento-, el establecimiento de prioridades programáticas y la aprobación de los presupuestos de 2015 parecen retos más que asumibles por estos dos partidos. Nadie entendería que esto significara un escollo insuperable. Hay que evitar lo que Berkeley decía que a menudo hacen los filósofos: levantar mucho polvo y a continuación quejarse de que no ven nada.

Se puede decir que los objetivos que deberán afrontar en los próximos meses las instituciones del país, principalmente el gobierno de la Generalitat, el Parlamento y los ayuntamientos, con el apoyo de partidos y organizaciones sociales, giran en torno a tres bloques: 1 ) las estructuras de Estado, 2) la calidad democrática, y 3) la apuesta por el estado del bienestar.

1. Estructuras de Estado. En una democracia liberal en la que no hay ni habrá un acuerdo con el Estado para que los ciudadanos de Cataluña se pronuncien sobre su futuro político, la proclamación de la independencia -en caso de que los partidos que la defienden obtengan mayoría de representantes en las próximas elecciones al Parlamento- requiere contar con unas estructuras que la hagan viable y garanticen el funcionamiento de las instituciones y los servicios que afectan a la vida cotidiana de los ciudadanos. La lista de estas estructuras incluye las siguientes materias, entre otras: seguridad, Hacienda propia, política exterior, seguridad social, ley de transición del proceso constituyente, servicios de agua y energía, telecomunicaciones, transportes, infraestructuras básicas (puertos, aeropuertos, etc.), poder judicial, banco central, organismos reguladores y planes de reparto de activos y pasivos. Sobre todas estas materias hay informes elaborados por el Consejo de la Transición Nacional (CATN). Políticamente es necesario que el Gobierno priorice decisiones sobre estas estructuras. Las cinco primeras que he mencionado son claves para el éxito del proyecto.

2. Calidad democrática. Algunos objetivos genéricos de futuro: el desarrollo de los derechos y libertades de los ciudadanos, separación de poderes, un poder judicial efectivo, la inclusión de procedimientos participativos, la autonomía de las instituciones de los poderes económicos, medidas a favor de la transparencia y en contra de la corrupción y el fraude fiscal. Son objetivos que a veces se yuxtaponen pero que no son coincidentes. Los índices de corrupción y fraude fiscal de España son mucho más elevados que la media europea, mientras que la habitual falta de separación de poderes refleja una concepción autoritaria de la democracia.

3. Estado del bienestar. Se trata de un objetivo que creo que es perfectamente acordable entre los tres partidos favorables a la independencia -junto con otros partidos, como ICV-EUiA y PSC. Reforzar y priorizar las políticas de sanidad, enseñanza, pensiones y servicios sociales está incluido en las bases programáticas de todos estos partidos. También de CiU. Hay que combatir los diferentes tipos de pobreza, el grado de desigualdades y la exclusión social. Productividad, eficiencia económica y equidad social no son términos excluyentes o contradictorios. Y forman parte de la transversalidad factible del sistema de partidos de Cataluña (a diferencia de otros contextos europeos).

Los británicos han constatado en varias ocasiones la inevitabilidad de cambios políticos cuando las Constituciones y las leyes se hacen obsoletas. David Hume lo dice de la situación jurídicamente «incomprensible» que precedió el enfrentamiento entre la monarquía y el Parlamento en la Inglaterra de mediados del siglo XVII. También el político e historiador T.B. Macaulay, en el debate parlamentario de reforma constitucional (Reform Act, 1832), mantenía que la causa de los cambios es que mientras que «las naciones se mueven hacia adelante, las Constituciones permanecen inmóviles».

Cataluña vive un momento decisivo. Afrontamos la oportunidad de hacer un país no sólo más libre sino también más equitativo, más democrático y con una clara proyección de futuro. Sabemos que la libertad no se agota en sus dimensiones individuales. También incluye dimensiones interactivas que, en muchos casos, actúan desde relaciones desiguales de dependencia y de poder. La autonomía individual actúa en redes de luchas por el reconocimiento que tienen componentes culturales y sociales. Un reconocimiento que hace que los ciudadanos pasemos inevitablemente de la moralidad individual a la eticidad colectiva.

La teoría política de las democracias complejas se ha refinado intelectualmente mucho en los últimos veinte años. Y la política comparada de los modelos institucionales y territoriales muestra conclusiones claras sobre cómo incrementar la calidad de las democracias. El país dispone de los conocimientos necesarios para construir una sociedad y una democracia mucho mejores que la actual en términos de eficiencia, justicia y libertad. Las élites políticas y sociales favorables al proceso deben ser lo suficientemente inteligentes, en primer lugar, para no equivocarse de adversario, y, en segundo lugar, para establecer una hoja de ruta, un programa de gobierno y unas líneas claras y realistas de actuación. Hay que reforzar una mayoría social que ha dado pruebas sobradas de que no fallará.

Soy consciente de que todo esto no es fácil. Desde Tucídides sabemos que los cálculos racionales sólo son un elemento de las situaciones humanas prácticas. Por sí mismos estos cálculos no son capaces de evitar los errores del pasado. Pero cuando uno parte del conocimiento sobre las dificultades de un viaje, debe estar atento de no cometer más errores. Es más importante no cometer ningún grave error que acertar siempre. Y tampoco hay que explicarlo todo en todo momento. El liderazgo político y la gestión de los tiempos serán claves de los próximos dos años. Iniciamos el periodo decisivo.

ARA