¿Se entiende o no se entiende?

No he entendido nada. Quiero decir que he estado un rato escuchando y no he entendido nada de lo que decían la gente de la CUP en relación a su posicionamiento ante la situación surgida del 27S. No he podido distinguir la literatura de la propuesta política. Pero no puedo decir que me haya quedado igual, porque por la musiquita de fondo me he quedado un poco intranquilo.

En medio de toda la retórica revolucionaria he tenido la sensación de que querían aprovechar que su fuerza es necesaria para poder empujar el proceso para ir haciendo su revolución, que no sabemos cuál es, pero que ya enseña la patita.

Como ya he dicho mil veces soy independentista y he militado desde que tengo uso de razón política. Pero nunca he querido la independencia a cualquier precio, porque el fin no justifica los medios. Y ahora me encuentro que me temo tendré que defender que el fin no justifica tampoco asumir como inevitable cualquier otro fin, y sobre todo si son fines socialmente muy minoritarias que se busca imponer ilegítimamente la mayoría aprovechándose de ser minoría de bloqueo .

Lo advertí antes de las elecciones, tantas veces como pude. Todo lo que no sea que Juntos por el Sí pudiera gobernar en solitario, idealmente con mayoría absoluta, serían piedras en el camino, dificultades añadidas a las propias del proceso, etc.

Ya digo que como me cuesta entenderlos cuando hacen estos discursos, puedo estar equivocado, no me hagan demasiado caso. He ido a diferentes medios para confirmar o ayudarme de lo que ellos han interpretado, pero veo que no hay una interpretación única, más bien lo contrario, por lo que no soy el único al que le cuesta entender lo que han dicho.

Me ha parecido entender p.ej. que piden, exigen, que el Parlamento se declare, ante todo, insumiso a un montón de cosas. Mal si es así. Como ya han dicho muchas personalidades con suficiente conocimiento de la geopolítica, nuestra ventana de oportunidad para la independencia requerirá, en un momento dado, romper con el marco español, pero sólo tendremos una oportunidad para hacerlo, por lo que debemos hacer todo lo posible para que nos salga bien. Esto quiere decir que nosotros debemos elegir el momento para hacerlo: cuando seamos suficientemente fuertes internamente y tengamos garantizados suficientes soportes externos como para aguantar y superar este momento crítico.

De modo que en términos estratégicos lo peor que podríamos hacer es convertir en intrascendente ese momento y pensar que se pueden ir haciendo desafíos rollo ‘postureo’ siempre que nos apetezca.

Ni a mí ni a la mayoría de los independentistas nos da ningún miedo este momento, que sabemos tendrá que llegar, de romper con la legalidad española, pero mientras no llega este momento no tenemos la más mínima intención de convertir el proceso en un aquelarre de insumisión y de saltarse las leyes de la manera que nos dé la gana.

Me ha parecido entender también, aunque insisto en que puedo estar equivocado, que decían que «las negociaciones están en la calle». No sé muy bien a qué se referían con esto. He sacado la cabeza por la ventana y no he visto a nadie. Para mí las negociaciones las tienen que llevar mis legítimos representantes, las personas en las que he confiado y a las que he votado. Si no lo hacen bien les retiraré la confianza, y en democracia eso quiere decir o impulsar otras propuestas políticas o dar la confianza a otras propuestas políticas.

Creo que «la calle» puede ser expresión importante de un sentimiento, de una voluntad, de una fuerza, pero que sólo se legitima en las urnas. Hemos tenido un claro ejemplo con las movilizaciones extraordinarias de los últimos ‘Onces’: han sido una formidable expresión de la voluntad de un pueblo, que sólo se han visto plenamente legitimadas una vez han obtenido un aval mayoritario en términos electorales. Sin este aval su valor habría sido mucho y mucho menor. La razón y la fuerza nos la da el apoyo de la gente en procesos participativos con todas las garantías democráticas, como ha sido el 27S y su resultado.

Me ha parecido entender también, y con ello estaría del todo de acuerdo, que el resultado de las negociaciones en ningún caso puede avalar ninguna política que se plantee una negociación con el Estado para un nuevo encaje de Cataluña dentro de este Estado. Me parece que esto no hay a nadie que se le pase por la cabeza ni a Juntos por el Sí ni a la CUP, y que el mandato democrático ha sido muy claro: queremos la independencia, y todo lo que no sea eso sería un fraude.

¿Quiere decir esto que con el Estado no se tendrá que hablar? En ningún caso. Se tendrá que hablar y mucho. Y doy plena confianza a las personas que he votado. Hay que hablar hasta el último minuto con el Estado para intentar alcanzar un proceso acordado para la independencia, con un referéndum vinculante si fuera necesario, a mí eso no me importaría, lo que se decida. Todo lo que se pueda pactar con el Estado en la perspectiva de la independencia será bueno para el proceso, porque ahorrará incertidumbres y eventuales sufrimientos a las partes, y este es un objetivo que debemos compartir. E incluso si el cierre autista del Estado se mantiene como ahora, y nos llevan a un proceso 100% unilateral, habrá que continuar hablando con él y con los mediadores internacionales que sea necesario o podamos implicar.

Mucho más confusos me han vuelto a parecer los puntos en torno a las políticas a hacer en estos meses que inevitablemente durará este tramo final del proceso. Yo, no hace falta ni decirlo, estaba muy a favor de lo que ya recogía el acuerdo de Juntos por el Sí, en el sentido de que las únicas políticas que tendremos que hacer en estos meses hasta las últimas consecuencias sean todas las que tengan por objetivo paliar al máximo todas las situaciones de emergencia social.

Esta política tiene, sin embargo, unas limitaciones que ya estamos viendo en nuestro día a día. Hoy mismo el Tribunal Constitucional ha suspendido la legislación catalana que podía ayudar a intervenir a favor de los más vulnerables en causas de desahucio, al igual que meses atrás suspendió también la legislación sobre pobreza energética. Si la Generalitat tuviera un presupuesto ilimitado esta guerra sucia del Estado vía TC contra Cataluña que impacta sobre nuestra gente más desfavorecida, se podría esquivar, podríamos no hacer ni puto caso, pero eso también sabemos no es así. Desgraciadamente el presupuesto de la Generalitat es totalmente cautivo de sus gastos fijos, y ya destina a las cuestiones más sociales, como sanidad y enseñanza, la mayor parte de su presupuesto.

Ahora bien, si en las negociaciones se ponen sobre la mesa los presupuestos de la Generalitat y la gente de la CUP son capaces de identificar partidas prescindibles para destinar ese dinero a mayor inversión social, yo también estaría de acuerdo con esto. Pero me temo que hay muy poco margen. Creo que esta misma semana, o como mucho al anterior, en una publicación muy cercana a la CUP se descalificaba y ponía bajo sospecha la política que ha tenido que hacer la Generalitat de vender su patrimonio para poder, con esos ingresos, evitar tener que recortar en otras partidas. Es evidente que vender no ha sido una decisión óptima, ni siquiera era querida, pero quizás era la única posible para ingresar dinero en una caja a la que sólo llegan recursos cuando al señor Montoro se le pasa por los huevos, y que aún nos hace pagar, vía FLA, con intereses.

Supongo que la experiencia griega habrá enseñado algo a la gente de la CUP, que hasta ahora, como la gente de ICV y otros, defendían muy alegremente eso de no pagar las deudas contraídas por las administraciones. Esto, amigos, no es tan fácil. Como han visto no sin dolor los griegos, no se puede dejar de pagar, porque cuando se deja de pagar se corta el grifo de los ingresos. Y Cataluña ahora mismo no tiene ingresos propios, o son testimoniales. Nuestros ingresos son consecuencia de la transferencia que efectúa el Gobierno español, que es quien recauda, se queda y administra como quiere el esfuerzo tributario que hacemos los catalanes.

La CUP tiene toda la legitimidad del mundo para, una vez independientes, presentarse a las elecciones defendiendo un programa político que contemple salir de la UE, salir de la zona euro e implementar todos los experimentos sociales revolucionarios que quieran. Pero lo que no puede pretender es aprovechar sus 10 diputados para imponer estos experimentos a una mayoría que no los quiere, aunque sea la puntita.

Mucha gente quiere la independencia porque sabe que disponiendo del dinero del saqueo anual del 8% de nuestro PIB que perpetra el Estado Español, de estos 16 mil millones de euros que se van y no vuelven, es la única manera que tenemos que revertir socialmente el esfuerzo fiscal de los catalanes, que deriva a su vez, de nuestro esfuerzo laboral y empresarial para generar riqueza.

Bienvenida sea la voluntad de invertir en cuestiones sociales y en disminuir hasta donde sea posible el sufrimiento de nuestra gente más vulnerable. Pero me gustará ver, mientras no llegamos a la independencia, de donde sacamos el dinero. Porque, también hay que decirlo, los de la CUP han sido los primeros en ir con la pancarta contra los famosas «recortes» en otros sectores que no forman parte de estos alineados con la emergencia social, como fue el caso p .ex. de la CCMA (TV3 y Catalunya Radio). Y porque no podemos pretender, porque tendría unos efectos devastadores de manera inmediata, es dejar de hacer las pocas inversiones productivas que se han podido mantener. Si dejamos de hacer obra pública, si dejamos de transferir a la administración local, de ayudar a los emprendedores, si dejamos de ayudar algunos sectores productivos lo que estaremos haciendo es paralizar la economía, generar más desempleo y consecuentemente, generar más emergencia social, más situaciones que requieren ayuda social.

Otra cosa que no he acabado de entender lo que hoy ha dicho la gente de la CUP es cuál es su propuesta para gestionar este tramo final del proceso hacia la independencia. Como decía antes, la ruptura con el Estado la debemos intentar pactar hasta el último momento, pero no, obviamente, sin un calendario para ejecutarla, para hacerla realidad, si no hay más remedio, unilateralmente. Habiendo llegado donde hemos llegado creo que a nadie le temblará el pulso para hacerlo, pero debemos ser conscientes, vuelvo a decirlo, de que este momento lo debemos elegir nosotros, porque sólo tendremos una oportunidad y que, por tanto, debemos provocarlo cuando seamos lo suficientemente fuertes como para aguantar el pulso con el Estado y tengamos garantizados apoyos suficientes para que no sea un acto de onanismo político, sino que pueda generar efectos internacionalmente.

Institucionalmente todo lo que sea debilitar la posición de los representantes del Sí debilitará el proceso. Esto no va únicamente por la demencial cuestión que es plantearse prescindir de uno de los principales valores y activos que tiene el proceso, el Presidente Mas, va más allá.

Los resultados del 27S, aunque proporcionan una inequívoca mayoría parlamentaria independentista, tienen el talón de Aquiles de no haber podido llegar al 50% de los votos emitidos. Esto no nos quita de ninguna manera legitimidad para iniciar el proceso y llevarlo hasta las últimas consecuencias, pero nos obliga a ser prudentes y a gestionar con una redoblada voluntad de entendimiento en su ejecución, incluso a ser muy permeables y sensibles a todos los intentos que pueda haber en el marco de la comunidad internacional para evitar que el proceso desemboque en un conflicto grave de consecuencias imprevisibles para todas las partes.

Y esta prudencia a la que estamos obligados es enemiga acérrima de una política de bravuconades. Si convertimos todo lo que hacemos en un desafío a la legalidad, al estado de derecho, a los procedimientos, a la legítima representación de las demás partes, etc, nos pringaremos y mucho.

Hasta que no se me demuestre lo contrario, a mí me parece muy razonable la posición de que nuestro Parlamento, solemnemente, declare el inicio del proceso hacia la independencia, poniendo de manifiesto ante el pueblo de Cataluña y de toda la comunidad internacional nuestra inequívoca determinación de ser independientes y nuestra voluntad de hacerlo acordadamente con el Estado español, pero también que si esto no es posible, lo haremos unilateralmente.

Esto nos permitiría posicionarnos con una impecable legitimidad democrática y voluntad de diálogo ante la comunidad internacional, facilitaría la mediación internacional, permitiría avanzar en unos meses decisivos en la puesta a punto de las estructuras de Estado críticas para hacer posible la independencia y evitaría un ruptura institucional de consecuencias imprevisibles, porque España ahora mismo tiene la capacidad unilateral de colapsar Cataluña, aunque haciéndolo también acabara colapsando ella misma. Sabemos que están suficientemente locos y cegados como para hacerlo.

Y acabamos del modo como hemos empezado. Si el 27S Juntos por el Sí hubiera logrado la mayoría absoluta o, como mínimo, la capacidad de investir Presidente y gobernar en solitario, el proceso ahora mismo estaría avanzando como una máquina, a todo gas. El resultado del 27S no ha hecho posible eso, y ahora el camino está lleno de piedras que tendremos que ir apartando. En términos de proceso es muy importante que este ir apartando todos los obstáculos y dificultades que ahora mismo tenemos en el camino, no quite solidez institucional. Si la situación generada por el 27S la resolvemos rápido y bien, el proceso seguirá sólido. Si no lo resolvemos rápido, si alimentamos las incertidumbres, las dudas y las desconfianzas debilitaremos letalmente la posición, la reputación y la credibilidad de quienes hayan de gestionar el proceso.

Pensemos en ello. Y a ver si entre todos ayudamos a que se hable y se digan las cosas de manera que se entiendan un poco mejor por el común de los mortales. O las mortales, porque si algo me ha quedado claro es que puede que estemos obligadas a hablar entre nosotros utilizando el femenino. Y quizás lo tengo que hacer así para que se entienda mejor. De entre todas las que votamos Sí a la independencia el 27S algunas tienen la impresión de que los resultados que se dieron están siendo aprovechados por algunas para hacer la revolución, esto podría llevarlas no a renunciar a la independencia, pero sí a pensar que ahora, en estas condiciones, no es posible. Y eso no nos lo podemos permitir. O nos dejamos de querer hacer la revolución con la independencia o no habrá independencia. Si algunas persisten en querer cambiarlo todo, no cambiaremos nada. Yo, y como yo muchas, no queremos cambiarlo todo, sólo lo que no funciona, lo que podemos mejorar. Si algunas, porque son necesarias para sumar por la independencia, a pesar de ser muy minoritarias, quieren aprovecharlo para colarse incluyendo el «cambiarlo todo», muchas podemos acabar pensando que así no, que ahora no se dan las condiciones para la independencia. Y seguiremos trabajando para crear las condiciones que la hagan posible, y más temprano que tarde. ¿Estamos entendidas?

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