Europa: crisis y seguridad

La crisis financiera actual está teniendo repercusiones en todas las esferas de la vida económica y social de los estados europeos. Habitualmente, eso significa hablar de consecuencias negativas. Sin embargo, también se puede plantear si hay temas en los cuales la crisis puede representar una oportunidad por las políticas europeas. En general, pensar las “crisis como oportunidades” es un terreno abonado para retóricas más bien vacías en términos prácticos. Sin embargo, no siempre tiene que ser así. Dos de los temas que se prestan a un giro a partir de la crisis son la política de defensa europea y el impulso de un tratado internacional efectivo sobre el comercio de armas.

 

1) Una política de defensa europea. Es un objetivo contemplado, pero al mismo tiempo casi no concretado, en los tratados europeos a partir de Maastricht (1992). Las medidas operativas que se han tomado en los últimos años han significado un cierto cambio, pero no han sido operaciones de gran volumen.

 

Este es un tema de carácter histórico. En los inicios de la guerra fría, a mediados del siglo pasado, estaban frescos los recuerdos de los fracasos de los pactos del periodo de entreguerras. A pesar de los problemas pendientes de resolución (separación de las dos Alemanias, ocupación de la parte occidental, situación incierta de Austria, contenciosos territoriales en los Balcanes, etcétera), conseguir una estabilidad política europea era un objetivo clave que la intervención y presencia americana facilitaba. En 1950, el Gobierno francés propuso la creación de una Fuerza Europea de Defensa poco después de la creación de la OTAN. La propuesta, vista con cierto recelo y alguna ironía por los países anglosajones, finalmente salió adelante y se firmó un acuerdo (1952) que tenía que ser ratificado por los estados firmantes, incluida Alemania. Paradójicamente, el país que no lo ratificó fue Francia, inmersa en la crisis de su ejército en Indochina y reticente ante un rearme alemán. El tratado que podía haber creado un ejército europeo fue rechazado por la Asamblea francesa (1954) con Mendès-france como primer ministro. A partir de entonces, hablar de defensa europea ha sido prácticamente equivalente a hablar de la OTAN y de los ejércitos de los estados individuales.

 

La crisis del 2008 abre nuevos escenarios. Los estados europeos viven un momento de restricciones presupuestarias que afectan en sus departamentos de defensa. Estos últimos, mirados en su conjunto, muestran ineficiencias debido a redundancias técnicas y organizativas. La lógica de la defensa estatal aparece como una lógica obsoleta cuando se contempla desde la perspectiva de los países individuales, y no desde la perspectiva del conjunto europeo y de las operaciones militares fuera del continente. Hoy se requieren respuestas rápidas e inversiones comunes en equipamientos y investigación. Por otra parte, parece que la OTAN todavía no ha encontrado una reubicación estructural de sus objetivos y estrategias después del hundimiento político de los estados del Este europeo de hace dos décadas.

 

En los últimos cincuenta años, los dos grandes éxitos de los objetivos de las comunidades y de la Unión Europea han sido el mantenimiento de la paz entre los países firmados de los tratados y la creación de una esfera económica común. Este segundo éxito, simbolizado por el euro, está amenazado por la crisis financiera. Sin embargo, las razones de esta amenaza podrían impulsar una racionalización de la política de defensa, empujando a los estados europeos a una política de defensa común que actualmente está lejos de ser una realidad efectiva. En otras palabras, una defensa europea común resultaría hoy más barata y más eficiente.

 

2) Un tratado del comercio de armas. Una política europea de seguridad podría facilitar unos objetivos a escala global relacionados con los valores y finalidades de la UE. Europa no será nunca un actor decisivo mientras sus estados aparezcan como miembros individuales de un mosaico de intereses atomizados y parcialmente contradictorios. Una de las regulaciones internacionales que resultaría más conveniente establecer para la promoción de la seguridad, los derechos humanos y la estabilidad mundial es la del comercio de armas. Su inexistencia contrasta con las regulaciones establecidas en otras esferas del comercio internacional. Hace 15 años (1997) se iniciaron un conjunto de iniciativas, provenientes de la sociedad civil (premios Nobel, organizaciones de cooperación y defensa de los derechos humanos –Oxfam, Amnistía Internacional, Red Internacional de Acción contra las Armas Ligeras, etcétera–) que impulsaron la campaña “Armas bajo Control” (2003). Posteriormente, ya con intervención de técnicos de los gobiernos de 28 estados, se incorporan elementos que, en principio, tendrían que ser recogidos por el tratado de las Naciones Unidas sobre comercio de armas previsto para este año (julio 2012) (vea www.fundacioperlapau.org/ tca).

 

Obviamente, un tratado de este tipo sólo tiene sentido si hay procedimientos de control de carácter internacional que aseguren un rendimiento de cuentas por parte de los estados, de sus agencias y del resto de actores involucrados. La dificultad reside en que los mismos que tienen que establecer este controles son los que en buena parte pueden estar controlados y penalizados. Hobbes diría que, en buena medida, el mundo internacional sigue viviendo hoy en “estado de naturaleza”. Pero, de hecho, el progreso hacia un mundo más civilizado y pacífico depende en buena medida de disponer de instituciones internacionales con capacidad coercitiva. Hay que mirar adelante en positivo. A pesar de la crisis.

 

Ferran Requejo, catedrático de Ciencia Política en la UPF

 

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