¿Navarra era Euskadi?

La 2 de Televisión Española lleva varias semanas ofreciendo una serie de reportajes bajo el título genérico de El Laberinto Español. Los temas han sido correctamente tratados. La Guerra del 36, las Brigadas Internacionales, la Batalla del Ebro, la No Intervención, el exilio y la represión salvaje que se abatió sobre los republicanos derrotados.

Sin embargo, al espacio emitido el 17 de junio habría que hacerle matizaciones importantes. Título ¿Navarra era Euskadi? Como fondo, el documental Sanfermines 78. Los tertulianos eran el profesor e historiador Juan José Solozábal, nuestro viejo conocido Víctor Manuel Arbeloa y Santiago González, periodista del grupo editor de El Diario Vasco y El Correo Español entre otros del mismo grupo. Programa bajo la coordinación del también periodista Javier Martínez Reverte. Composición sesgada, pues los cuatro decían que Navarra no es Euskadi ni quiere serlo. No estaba presente la representación del otro sector de navarros que nos situamos en una tesis diferente.

La película de los Sanfermines 78 nos lleva a evocar aquellos episodios de los que fuimos testigos y partícipes en mayor o menor medida, según nos tocase en suerte. Permítasenos contar una anécdota. Días anteriores tuvimos una entrevista con Ignacio Llano, gobernador civil de Navarra: «Miren ustedes, yo soy mexicano, hijo de asturianos republicanos refugiados en ese país y ¿qué quieren que les diga? Aquí me han puesto. Pero yo no controlo a las fuerzas de seguridad. Me tienen al margen. No me hacen caso. Y como esto es muy serio, permítanme que les diga una boutare. Yo pensaba que las elecciones las íbamos a ganar las izquierdas, pero las hemos ganado las derechas». Tenía razón Llano. La UCD había sucedido al franquismo, y a él le ninguneron en los trágicos sucesos. Tanto es así que a los pocos días dimitió y abandonó la política.

El tema de Navarra está otra vez sobre la MESA, con mayúsculas. En opinión del señor Solozábal, la futura reforma constitucional debería eliminar la Disposición Transitoria Cuarta y suprimir la leve referencia que ahora hace la Constitución a la posible colaboración entre comunidades autónomas por considerarlas arcaísmos.

A Víctor Manuel se le despertaron antiguos fervores vascófilos e hizo una encendida loa a Navarra como cuna de Euskalherria y a la defensa que hay que hacer de la cultura común, colaborando con los otros herrialdes, al idioma milenario y etcétera. Negando, eso sí, cualquier expresión política común. Quedaba la impresión de que todos los navarros estaban de acuerdo. No hubo citas recordando a la diputada Uxue Barkos ni a tantos municipios con alcaldes y concejales de signo vasquista. Arbeloa señaló acertadamente que la propia Transitoria Cuarta es rechazada -al menos parcialmente- por sectores de la izquierda abertzale de Navarra. Por alusiones, como dicen los que no son demasiado expertos en la lengua cervantina, eso hace propicia la ocasión para recordar que la tan mentada Transitoria Cuarta es una carrera de obstáculos, que establece un hipotético referéndum como moneda lanzada al aire. Cara o cruz, sin matices. Y que, por si eso no fuera poco, un segundo cedazo o referendo, esta vez para los habitantes del tercio autonómico vascongado. Hagamos especulaciones: ¿Qué pasaría si los navarros dijésemos sí a la integración y unos meses más tarde, cuando les tocase el turno a los vascos de los otros territorios peninsulares dijesen que no deseaban que Navarra se integrase? ¿Qué valor tendría la opinión de los primeros afectados? Es decir, ¿para qué hubiese valido el voto de los navarros?

Hora es de reflexionar para encontrar una hoja de ruta más llevadera. El consenso de la mayoría de los navarros pasa por el reconocimiento de eso que para bien o para mal se llama la identidad de Navarra, lo cual nos llevaría a la confederación -o similar- de los cuatro territorios en un órgano común de cooperación en lo económico, lo cultural, lo lingüístico y todo lo que venga detrás. Y si hablamos de federalismo, cámbiese la Constitución. Y si quieren venir por esa vía los hermanos de Iparralde, que sean bienvenidos. Ahí está el primer paso, pensando además en una Europa de los Pueblos, en una Europa también federal. Independientemente de ello, lo que aparece como fundamental aquí y ahora son las modificaciones legales y administrativas que establezcan la oficialidad del euskera en todo el territorio navarro, sin zonificaciones, así como la promoción de las actividades culturales propias de esta tierra nuestra. Y si nos obsesiona el referendo, vótese en buena hora una vez que haya trascurrido el número de años suficientes para comprobar que esos cambios han avanzado en la buena dirección. Pero vótese en Navarra y una sola vez. Esa confederación vasconavarra, que propiamente no puede llamarse sino Euskalherria, no ofende ni a socialistas ni a los sectores más moderados y lúcidos de la derecha navarra. Debe ser un pacto previo en el que todos tenemos que ceder en algo.

Navarra no es moneda de cambio como se afirma con demagogia manipuladora. Es cuestión de Estado por ser el mayor territorio, por sus kilómetros fronterizos, por lo que supone estratégicamente para los ejércitos. Algo que ver tiene el tema de Navarra con la Transición y con cuanto dejó por el camino. Con el 23-F y con todos los dislates que en estos días se escuchan, suma y sigue de la mal enterrada herencia del franquismo.

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