La traición de los intelectuales

La inteligencia NO DEBERÍA estar subordinada a los sentimientos POR ENCIMA DE LA RAZÓN

 

» El intelectual debería de ser -según Benda- el defensor de lo eterno , de las verdades universales »

En 1927 , Julien Benda – filósofo y escritor francés de origen judío – publicó su libro más conocido -«La trahison des clercs» (La traición de los intelectuales)- , que se inserta de lleno en el núcleo duro de su pensamiento . Este , nítidamente racionalista , afirma que el hecho de que la realidad sea siempre dinámica no quiere decir que también tengan que ser dinámicos los conceptos mediante los cuales esta realidad es aprehendida . La movilidad de la realidad no es la de los conceptos . Estos, pues, deben ser defendidos , sin relativizaciones de oportunidad . En este núcleo se encuentra la tesis de «La traición de los intelectuales», que ya anticipó en una entrevista concedida en 1925 a las Nouvelles Littéraries, en el que denunciaba la apuesta generalizada por todo lo que es » puramente temporal » , con » desprecio de todo valor propiamente ideal y desinteresado » . » Los hombres – decía Benda – ya no tienen más que dos religiones : para unos , la nación , para otros , la clase . Dos formas , aunque pretendan lo contrario , de lo más puramente temporales . Los hombres que tenían como función predicar el amor a un ideal , el supratemporal (los hombres de letras , los filósofos , digámoslo con una sola palabra , los intelectuales ) , no sólo no lo han hecho , sino que han trabajado para fortalecer estas religiones de lo terrenal: Barrès , Bourget , Nietzsche , Marx, Péguy , Sorel , D’Annunzio , todos los moralistas influyentes de este último medio siglo , han sido secos profesores de realismo […]. Esto es lo que yo llamo la traición de los intelectuales » .

La traición de los intelectuales no es, pues , para Benda , comprometerse con una determinada opción política – alaba a Zola en el caso Dreyfus – , sino que radica en subordinar la inteligencia a unas posturas que vienen dadas por el sentimiento , infringiendo así su obligación principal : defender siempre los derechos de la razón frente a los asaltos de los que es objeto , desde finales del siglo XIX , en nombre de la familia , la raza , la patria y la clase . El intelectual debería ser -según Benda – el defensor de lo eterno , de las verdades universales , sin fijarse como objetivo inmediato un resultado práctico , pero -añade- se observa una tendencia general de los intelectuales contemporáneos a perder de vista los valores desinteresados y abrazar las disputas contingentes . «Nuestro siglo -decía refiriéndose al siglo XX- habrá sido propiamente el siglo de la organización intelectual de los odios políticos » . Los odios aludidos por Benda son las pasiones de raza (el antisemitismo , la xenofobia y el nacionalismo judío ) , las pasiones de clase ( el radicalismo burgués y el marxismo ) , y las pasiones nacionales ( el nacionalismo y el militarismo ) . En conclusión , Benda denunció como traidores -según Michel Winnock- a los escritores que adoptaron el culto de lo particular abandonando lo universal , siguiendo en esto el pensamiento romántico alemán del siglo XIX y con abdicación de la razón frente a la embestida del sentimiento . Se ha destacado que la obra de Benda fue doblemente profética . Por un lado , denunció la inteligencia que daba justificaciones eruditas y literarias para el desencadenamiento de las pasiones particulares , y , por otro , anunciaba aquello en lo que se convertirían las sociedades que anulasen todo poder espiritual independiente: en regímenes totalitarios .

En 1955 , Raymond Aron publicó «L’opium des intellectuels» (El opio de los intelectuales), libro que los críticos relacionaron con la obra de Benda . Un libro en el que trata de » bajar la poesía de la ideología al nivel de la prosa de la realidad » . Es una crítica del fanatismo , de cualquier fanatismo . Porque -dice Aron – » no se deja de amar a Dios para que se renuncie a convertir a los paganos y a los judíos por las armas , y para que no se repita que fuera de la Iglesia no hay salvación » . Por lo tanto , tampoco » se dejará de aspirar a una sociedad menos injusta y a un destino común menos cruel por negarse a transfigurar una clase , una técnica de acción o un sistema ideológico » . El tema es, por tanto , el desorden moral e intelectual que provoca adherirse a ciertas ideologías . ¿Por qué – se pregunta Aron – hay intelectuales que son » implacables con los defectos de la democracia pero están dispuestos a tolerar los peores crímenes siempre que sean cometidos en nombre de la doctrina correcta ? » El título del libro de Aron es una inversión de la frase de Marx de que la religión es » el opio de los pueblos » . En realidad, el marxismo nunca ha sido el narcótico del pueblo . Ha sido el opio de los intelectuales .

La crítica de la época de la aparición del libro de Aron mostró una división social en bloques . La izquierda -con Maurice Duverger al frente – descalificó a Aron sin miramientos , y le acusó de querer justificar su falta de compromiso , la derecha encomio su crítica de los » mandarines » ensoberbecidos, y el centro aceptó , con matizaciones y reservas , su crítica del dogmatismo de los intelectuales progresistas . Hoy , más de medio siglo después , tanto «El Opio», como «La traición» de los intelectuales siguen estando vigentes por lo que tienen de denuncia de lo que constituye la perversión máxima de la actividad intelectual : defender un dogma -sea el que sea – sin contrastarlo a la luz de la razón , para ponerlo al servicio de un proyecto de dominación disimulado bajo la más variada gama de apelaciones sentimentales . Se dice que Diógenes paseaba por Atenas con una lámpara , a la luz del día , buscando un hombre y no lo encontraba . Tal vez lo tendría aún más difícil hoy , para encontrar un intelectual que preserve su independencia al servicio de las cuatro ideas básicas que definen nuestra civilización .

17 de agosto de 2010

AVUI-EL PUNT