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El alcalde de Iruñea-Pamplona en la marcha de Noain

La conmemoración de la batalla de Noain (1521), que cada año organiza Nabarralde, ha contado en esta ocasión con un componente excepcional. Junto al pregonero, Fredi Paia, bertsolari destacado (txapeldun 2014 de Bizkaia), el alcalde de Pamplona, Joseba Asiron, ha llevado la makila en el último tramo de la Martxa. Joseba es amigo, un excelente historiador, miembro de Nabarralde desde hace muchos años, y nos tememos que esta proximidad y naturalidad que le acompaña nos impida entender el valor y la dimensión de su presencia en el acto. Porque no es que haya estado el amigo, la persona, ni siquiera el historiador competente. Lo que cambia (añade, cualifica, transaforma…) es que ha estado el alcalde.

En efecto, más allá del hecho ceremonial (como que te case un amigo, y no sea un cura) es la primera vez en estos cinco siglos que una autoridad relevante se acerca a un homenaje a los que lucharon por la existencia como Estado, por la independencia de Navarra. Durante estos siglos ha sido la población, la resistencia humana, la que ha discutido la dominación. Y quien ha sostenido por su voluntad y su memoria el relato de los hechos desde la perspectiva de los derrotados. También en los últimos tiempos ha sido Nabarralde, junto con Iturralde, Nafarroa Bizirik y otras iniciativas de la sociedad civil, quien ha trabajado por recuperar ese relato. Pero hemos tenido siempre enfrente el poder institucional, que defendía una visión negacionista de los hechos que trastocaron nuestra historia.

Es la primera vez en estos tiempos que un representante de las instituciones, el alcalde de la capital histórica de Navarra, defiende públicamente, de institución a institución, que en Noain lucharon los defensores de la libertad frente a los invasores. La polémica sube de nivel y con ello se refuerza la esperanza de nuevas situaciones, de cambios en este apartheid en que se ha convertido el régimen ‘foral’, que se abra a nuevas transformaciones.

Porque este dato de la presencia del alcalde en esta ceremonia nos traslada del pasado, de la memoria, del triste recuerdo de la derrota y la dominación, al presente. Esperemos que este hecho simbólico se convierta en promesa de futuro.

 

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