Más de un Everest

Hace algo más de un año, Chevron anunciaba un nuevo hallazgo de petróleo en el Golfo de México. El pozo del descubrimiento, denominado Coronado, se ubica a casi 352 kilómetros de la costa de Luisiana, en las proximidades de otros dos sondeos culminados con éxito, Jack/St. Malo y Big Foot, todos localizados en el permiso de exploración denominado Walker Ridge Block 98. Coronado alcanzó una profundidad vertical de 9.713 metros, de los cuales 1.867,5 metros correspondían al espesor de la lámina de agua sobre el fondo marino. Para visualizar lo que tal profundidad significa, tal vez les sirva de ayuda saber que 9.713 metros es la altitud a la que operan los vuelos transoceánicos, que la altura del Everest, el pico más alto del planeta, es de 8.848 metros, o que la profundidad del pozo citado equivale a más de 32 veces la altura de la Torre Eiffel.

Sin embargo, Coronado no supone un récord absoluto. En el mismo Golfo de México, sin ir más lejos, el pozo Tiber de BP alcanzó una profundidad vertical de 10.685 metros. Este pozo fue perforado en el 2009 por la misma plataforma (Transocean Deepwater Horizon), que tan sólo meses después causaría la tragedia de Macondo. Por lo que se refiere a espesores de lámina de agua atravesada hasta llegar a las rocas que yacen bajo el lecho marino, el récord en el golfo de México lo ostenta, con casi 2.849 metros, el proyecto Tobago de Shell.

Las cifras comentadas son impresionantes, pero no constituyen récords mundiales en sondeos. Aunque existen ciertas dudas, el sondeo más profundo jamás perforado fue realizado en 1989 en Rusia, donde, en el marco del proyecto científico Kola Super deep Borehole, un pozo se adentró 12.262 metros en la corteza terrestre. Y por lo que se refiere al espesor de lámina de agua atravesada, el récord mundial absoluto probablemente corresponda a otro proyecto científico, denominado Integrated Ocean Drilling Program, diseñado para investigar la corteza oceánica y el manto superior en el océano Pacífico, donde se espera perforar un pozo de 10.000 metros de profundidad, de los cuales 4.000 corresponderán al grosor de la lámina de agua sobre el fondo marino.

De cara a un futuro inmediato, la industria no ve dificultades insalvables en llegar a operar bajo 6.000 metros de lámina de agua, aunque ello requerirá importantes avances tecnológicos. Sin duda, las operaciones petroleras podrán alejarse cada vez más de la línea de costa, adentrándose en aguas marinas más y más profundas. Sin embargo, ello supondrá asumir más costes y más riesgos. Probablemente, estos últimos podrán ser gestionados de manera razonable, pero la duda surge a la hora de computar los costes económicos, especialmente si el boom del petróleo y gas de roca madre (shale) se expande más allá de Norteamérica. No en vano, los cálculos son que encontrar y extraer un barril de dichas rocas cuesta aproximadamente la mitad que hacer lo propio en aguas profundas y ultraprofundas.

La Vanguardia