Estado Islámico

El Islam no es la religión de la paz

Nora Llopart

E-NOTICIES

Se dice a menudo que si una gran mentira se repite una y otra vez, el público se lo acabará creyendo, por muy enorme que sea. Eso es lo que ocurre con la afirmación, repetida día sí y día también, de que el Islam es «la religión de la paz».

Desde hace un par de meses, no hay día en que no tengamos noticia de una nueva atrocidad cometida por EI (Estado Islámico), un grupo terrorista que ha logrado lo que hasta hace poco habría parecido impensable: dejar a Al Qaeda, a la misma Al Qaeda que perpetró los atentados del 11-S, como un grupo de aprendices casi inofensivos. En pocas semanas, EI ha conseguido lo que Al Qaeda no logró nunca: expandir el conflicto y la yihad y atravesar fronteras nacionales, fronteras que EI no reconoce, tal y como su implantación de un incipiente Califato demuestra. El mapa de sus aspiraciones abarca una inmensa extensión de territorio de tres continentes: Asia, África y los territorios europeos que en un momento dado estuvieron bajo dominio musulmán hasta que la Reconquista por un lado y la derrota en las puertas de Viena de otra detuvieron el avance islámico.

Estado Islámico ha utilizado el terror para ganar territorio de una manera vertiginosa: asesinatos (que no «ejecuciones») en masa; tortura; amputaciones; crucifixiones; violaciones de mujeres y niñas; esclavitud de todos aquellos que no ha ejecutado; bodas forzosos de niñas -nenas- con yihadistas; créanme, lo que se ve en las noticias no constituye ni una mínima parte del material gráfico disponible a través de la red, un material que hace revolver el estómago más resistente.

Precisamente porque la mayor parte de este material no se ha transmitido a través de las noticias si no es de forma extremadamente delicada y aséptica, no ha sido hasta la decapitación del periodista James Foley cuando parece que el gran público ha adquirido conciencia de qué es en realidad EI y que el peligro que representa no se limita a la zona donde están llevando a cabo su yihad, sino en el mundo entero.

Al mismo tiempo que el público ha comenzado a ser más y más consciente, porque la enormidad de las atrocidades de EI ha hecho imposible ocultarlo por más tiempo, han empezado a surgir las primeras voces aquí y allá, como ya era de esperar, afirmando categóricamente que las acciones de EI «no son islámicas», ya que el Islam prohíbe la violencia contra los inocentes. Esta y otras falsedades son repetidas por los medios y, de tanto repetirlas, acaban por convertirse en verdades. Y es crucial que esto no ocurra.

Les propongo una serie de preguntas y respuestas que, de una manera didáctica, espero, aclararán algunas de las dudas y malentendidos más frecuentes en relación al Islam como supuesta «religión de paz».

1. ¿Es el Islam una religión de paz?

Lo primero que hay que tener en cuenta es que, si se quiere entender el Islam, no podemos basarnos únicamente en el Corán: la máxima aspiración de un buen musulmán es imitar «al Profeta», y la información práctica para hacerlo lo surge sobre todo de la Sira (biografía de Mahoma) y los hadit (relatos de hechos y discursos de Mahoma). Ambas fuentes proporcionan la «Sunna», o camino a seguir para ser un buen musulmán.

El Dr. Bill Warner, del Centre for the Study of Political Islam, es un físico y matemático que desde siempre ha tenido un interés especial en el impacto de las religiones en la sociedad, y ha hecho un estudio detallado del Islam utilizando métodos estadísticos y criterios científicos. Con base en los datos obtenidos a partir de sus estudios, ha extraído una serie de conclusiones. Algunas de estas cifras serán utilizados para ilustrar las afirmaciones de este artículo.

Para ser supuestamente una «religión de paz», la trilogía en que se basa el Islam (Corán, Hadit y Sira) tiene un gran porcentaje de páginas dedicadas al resto de la humanidad, es decir, nosotros, los «kafir «, y cómo debemos ser tratados: los estudios del Dr. Warner sitúan estas referencias en un 60% del total de páginas de todas estas fuentes.

A menudo se dice que «kafir» quiere decir «no creyente», pero esto es falso, ya que «no creyente» es un término neutral y sin connotaciones negativas, mientras que «kafir» es un insulto, y de los gruesos. Un «kafir» es cualquiera que no sea musulmán, ya sea ateo, budista, cristiano, judío, hindú o animista, es igual. La cuestión es que un kafir está condenado al infierno eterno por haberse desviado del camino correcto que representa el Islam y, como tal, no merece la consideración de ser humano, por lo que el Corán nos dice que está permitido burlarse de ellos (Corán 83:34), asustarlos (08:12), urdir tramas y complots contra ellos (86:15) o, lo han adivinado, decapitarlos (47: 4) .

Otro argumento que a menudo se utiliza para defender el Islam como «religión de paz» es citar el famoso versículo del Corán que dice que «no hay obligación en la religión» (2: 256). Renombradas autoridades islámicas afirman que este versículo, como otros, queda derogado (es decir, cancelado), por los versículos más recientes, como el famoso «versículo de la espada» (9: 5) y otros en que se insta al musulmán a luchar contra el infiel hasta que deje de existir la «Fitnah» (falta de creencia o politeísmo). Por tanto, los últimos versículos del Corán, que son también los más belicosos, cancelarían los versículos del principio, más espirituales. De ello volveremos a hablar en el apartado 4.

2.De hecho, ¿es el Islam una religión o más bien una ideología política?

Si el Islam hubiera sido simplemente una religión, difícilmente se habría expandido de una forma tan meteórica, y no tendría hoy el estatus privilegiado que tiene todo el mundo. El Islam es una religión en tanto que se basa en una serie de creencias y acciones fundamentales, los llamados «cinco pilares del Islam», y que son la «shahada» (Alá es el único dios y Mahoma su profeta), el «zakat» (o «limosna»), del que sólo pueden ser beneficiarios los musulmanes o, en el mejor de los casos, los no musulmanes muy pobres, pero siempre y cuando las necesidades de los musulmanes hayan quedado cubiertas primero; la oración, o «salat», cinco veces al día; el Hajj, o peregrinación a La Meca, al menos una vez en la vida, siempre que sea posible, y el «saum», o ayuno durante el Ramadán.

Los cinco pilares del Islam constituyen su vertiente religiosa. Si el Islam se limitara a estos cinco pilares, sería una religión como cualquier otra. El problema es que no se queda aquí, sino que exige que todos los musulmanes, absolutamente todos, se involucren en la yihad, que se convierte de facto en un pilar más del Islam. De hecho, ha sido la yihad lo que ha propiciado que, durante los últimos 1.400 años, el Islam se haya ido expandiendo de forma continua por todo el planeta hasta alcanzar los 1.600 millones de fieles que se estima que tiene actualmente, y que sólo en dos ocasiones, en España y en las puertas de Viena, se haya visto obligado a retroceder. Dicho de otro modo, ha sido su vertiente política, y no la religiosa, la que ha propiciado la enorme expansión del Islam.

En su estudio del Corán, el Dr. Warner analiza las suras y llega a la conclusión de que el contenido del «libro sagrado» es político en un 60% y religioso en un 40%. Esto, de hecho, no sorprende en vista de la cifra que dábamos antes, un 60%, del Corán, la Sira y los Hadits dedicados a la figura del kafir. Mientras se limitó a ser un movimiento espiritual e introspectivo, el Islam, por decirlo coloquialmente, no se «comió ni una rosca». En el momento en que adoptó la vertiente política y militar, experimentó una expansión sin precedentes: Warner ha contabilizado el promedio de actos violentos relacionados con el Islam durante los 9 años de jihad liderada por Mahoma: una acción violenta cada siete semanas.

Precisamente porque el aspecto religioso es el menos relevante del Islam se explica que, allí donde el Islam ha establecido, siempre violentamente, las otras culturas y religiones, literalmente, han desaparecido del mapa: se estima que la conquista islámica se cobró, directa o indirectamente, 60 millones de cristianos, 80 millones de hindúes, 10 millones de budistas y 120 millones de africanos de diversas religiones.

El Islam es un sistema completo, a nivel cultural, legal, filosófico y ético; es por ello que no necesita, ni pide, ideas provenientes de otras culturas y civilizaciones; como sistema superior que es, de hecho, rechaza de plano cualquier influencia externa. Es por ello que, allí donde se establece, el resto queda completamente arrasado. El Islam no entiende de tolerancia simplemente porque no necesita entender de ella. Del mismo modo, es un sistema tan absolutamente totalitario que nunca una teocracia islámica ha visto derribada por una revolución interna. ¿Recuerdan cómo terminaron las famosas «primaveras árabes»? Ninguna de ellas ha aportado más democracia y libertad a los países que las experimentaron y, en algunos casos, el efecto ha sido precisamente el contrario.

3.¿Cuáles son los principales rasgos que diferencian el Islam de las ideologías o religiones occidentales?

Las diferencias son muchas, pero se podrían resumir, pienso, en dos básicas: el paradigma ético y la dualidad.

El sistema de valores islámico es radicalmente diferente del Occidental/judeocristiano: desde que Mahoma rompió una tregua de 10 años (el tratado de Hudaybiyah) que había firmado con la tribu de los Quraysh en La Meca en el año 628, los ejércitos islámicos han utilizado el engaño (o «taqiyya») repetidamente para hacer avanzar su causa (lo de «el fin justifica los medios»). Mientras que en el paradigma judeocristiano se distingue claramente entre el bien y el mal, en el sistema islámico la dualidad se establece entre lo que está permitido y lo prohibido, sin otras consideraciones éticas.

Igualmente, los pactos sólo son válidos para consolidar posiciones o para ganar tiempo en caso de que vayan mal dadas; cuando el enemigo se muestra debilitado, se convierten en papel mojado. Esto contraviene directamente la famosa «regla de oro» del sistema de valores judeocristiano, por el que uno tiene que tratar a los demás de la misma manera que quisiera que los demás lo trataran a él.

La «regla de oro» y el sistema de valores al que da origen surge de la concepción unitaria que se tiene de la humanidad: todos somos personas y, por tanto, todos merecemos el mismo trato y las mismas oportunidades. El Islam tiene una concepción dual de la humanidad: están los fieles musulmanes y el resto, los kafir, que no merecen consideración de seres humanos y con quienes, por tanto, no hay que entrar en pactos a no ser que las circunstancias lo hagan necesario. Y cualquier pacto puede ser roto cuando el viento sople a favor.

Por lo tanto, cualquier intención de negociar con el Islam político, el único Islam con el que, por otra parte, tendría cabida cualquier tipo de negociación, no puede pasar nunca de un intento futil y sin resultados a largo plazo.

4. ¿Es verdad que el Corán tiene muchos versículos que promueven la paz y la comprensión entre los pueblos?

Hay quien dice que muchos versículos del Corán son pacifistas y no defienden la yihad contra el infiel. Esto tampoco es del todo cierto. El Corán tiene dos partes: la de La Meca, cuando Mahoma comenzó a tener las primeras visiones y comenzó a escuchar las primeras voces divinas, y la de Medina, después de que «el Profeta» fuera expulsado de la Meca y se trasladó a esta ciudad. De hecho el Corán no es de fácil lectura porque este orden cronológico de sus «medidas», o capítulos, no se respetó, sino que se agruparon de acuerdo con su extensión, de más largas a más cortas. El resultado es similar al que tendríamos si una novela tuviera los capítulos ordenados de acuerdo con su longitud: no tendría ni pies ni cabeza, iría adelante y atrás cronológicamente, repetiría hechos y mencionaría otros de los que el lector todavía no tiene constancia. Leer el Corán implica enfrentarse a este tipo de embrollo.

Ahora bien, las medidas se pueden clasificar entre las de La Meca y de Medina, y lo que llama la atención de inmediato es que las primeras son mucho más espirituales, introspectivas y, en definitiva, pacíficas que las segundas. Parece que después de ser expulsado de La Meca, el sentimiento de rechazo que experimentó Mahoma le llevó a agudizar una personalidad que, ya de entrada, se podía calificar de más bien intolerante con aquellos que no estaban de acuerdo con ella. Esta intolerancia se convirtió en agresividad manifiesta desde el momento en que se trasladó a Medina.

Mientras estuvo en La Meca, Mahoma intentó convertir a los de su entorno a su particular visión mediante la predicación. Según el Dr. Warner, se calcula que, durante los 13 años que estuvo predicando en La Meca no consiguió convertir ni 200 personas al Islam. Pero todo esto cambió cuando se trasladó a Medina e inició su etapa más beligerante.

En una de estas batallas, la batalla de Nakhla, Mahoma tuvo, supuestamente, una nueva revelación de Alá (no sería la única revelación «oportuna» en la vida del «Profeta»), en que el Dios supremo decía que «la persecución es peor que el asesinato» (Corán, 2: 214). Esta afirmación es extremadamente importante, porque autoriza de facto a cualquier musulmán que se sienta «perseguido» en un momento dado a asesinar a quien considera su supuesto perseguidor. Progresar la causa islámica está por encima de todo, incluso por encima del asesinato de gente inocente. Por tanto, las acciones de los terroristas del 11-S o las de Estado Islámico, incluso si hay víctimas que a priori podrían considerarse «inocentes», como los niños, quedan plenamente legitimadas porque el objetivo final es siempre el de evitar la «persecución» del Islam.

La fase bélica de Medina comportó unos réditos enormes para el Islam: si los primeros 13 años en La Meca fueron más bien poco productivos, entre el 630 y el 1700, el Islam se había esparcido por toda la Peninsula Arábiga, Persia, India, Asia Menor, todo el norte de África y el sur de Europa, además del sudeste asiático (la actual Indonesia).

5. ¿Es verdad que la yihad significa, principalmente, «lucha interior», en el sentido espiritual de la palabra y que, por tanto, EI ha «secuestrado» el Islam? ¿Son los miembros de EI «buenos musulmanes»?

Otra de las faltacias que escuchamos a menudo es que la yihad NO es un aspecto inherente al Islam, que la yihad más importante, la «yihad mayor», es la «lucha interior», la que se sitúa en un contexto exclusivamente espiritual y, por tanto, no agresivo. Esto no es cierto. Ya hemos visto cómo el Islam no habría prosperado si no hubiera sido por la «yihad menor», es decir, la «yihad de la espada».

Es esta la yihad que está llevando a cabo el Estado Islámico en su intento de reinstauración del Califato, una yihad 100% islámica como:

• Tiene una visión dual del mundo, al que divide entre fieles musulmanes y kafir, al igual que el Islam. En la mente de los terroristas de EI no entra ninguna otra religión que no sea el Islam; buena prueba de ello es que todos los miembros de otras confesiones que han sobrevivido a las masacres están huyendo en masa. En Mosul ya no quedan cristianos tras el ultimátum de EI del pasado mes de julio con las mismas tres opciones que, desde Mahoma, ha dado el conquistador islámico: convertirse en un «dhimmi» o ciudadano de segunda clase sometido al pago de la «jizya» o impuesto de protección; convertirse al Islam para convertirse en ciudadano de pleno derecho; ser pasado por la espada. Recordemos también la masacre de más de 500 iaziditas hace sólo unos días al negarse a la conversión.

• Al igual que Mahoma y sus sucesores, los terroristas de EI han utilizado la yihad para financiar la yihad. Sólo los enormes botines obtenidos gracias al pillaje y expolio sistemático de todas las comunidades que han destruido hasta ahora explican su imparable avance.

• Al igual que Mahoma y sus sucesores, el Estado Islámico ha violado y esclavizado a muchas mujeres y niños después de matar a los hombres de sus comunidades. Con los matrimonios forzados, EI ha declarado que pretende borrar el «gen iazidita», lo que constituye un genocidio en toda regla.

No es aceptable afirmar que el Islam ha sido «secuestrado» por una banda de terroristas enloquecidos. Esto es lo que se dice cada vez que se comete una atrocidad en nombre del Islam, pero esta falacia políticamente correcta se demuestra completamente falsa escuchando las palabras del destacado teólogo y líder de los Hermanos Musulmanes, Sayyid Qutb: «Cuando el Islam busca la paz, no es una paz superficial (…) La paz que desea el Islam es aquella (…) en la que la obediencia de todos sea a Dios y sólo a Dios». ¿Hay que decirlo más claro? La paz islámica sólo existirá cuando todo el mundo se haya sometido finalmente a la voluntad de Alà. Y, por ello, hay que hacer la yihad. Una vez más, el fin justifica los medios. Los terroristas de EI lo saben, lo que les convierte en unos excelentes y devotos musulmanes.

6. Cuántos occidentales se calcula que han ido a luchar en las filas de EI, y por qué lo han hecho?

La decapitación de un periodista americano es lo que parece que ha despertado las conciencias occidentales, pero las atrocidades cometidas por el Islam político se remontan a 1.400 años atrás y han generado millones de víctimas. El mundo occidental se encuentra ahora frente a frente con la barbarie medieval y reacciona poco, tarde y mal ante la situación que tiene delante: se calcula que hay unos 2.000 extranjeros, principalmente europeos, luchando con el EI ; de éstos, unos 300 serían británicos, unos 700 franceses y unos 800 rusos, y el resto de otros países, incluida España.

¿Qué ha pasado para que estos jóvenes, muchos de ellos nacidos y educados en suelo europeo, en el paradigma occidental de valores y libertades, hayan escogido ir a hacer la yihad y, posiblemente, convertirse en mártires en países donde, en muchos casos, ni siquiera han puesto los pies en su vida? Sería muy fácil recurrir al pretexto de que Occidente ha sido incapaz de integrar a estos jóvenes, pero lo cierto es que estos jóvenes no han sabido, o no han querido, integrarse en un sistema que rechazan precisamente porque su ideología les impide poner la ley del hombre por encima de la ley divina. Muchos de estos jóvenes han ido a la mezquita el viernes y han escuchado discurso tras discurso contra la corrupción moral de Occidente, contra los judíos, contra los cristianos, contra la libertad y la democracia. Han orado diariamente para no parecerse en ningún sentido a los kafir, porque sólo se imita a lo que es superior, y nada, absolutamente nada, es superior al Islam. La catástrofe que supone para Occidente este exilio voluntario en Oriente Medio se ha gestado, en gran parte, en las mezquitas que, en nombre de la libertad religiosa, ejercen su nefasta influencia política sobre el colectivo islámico.

Algunos de estos yihadistas morirán en combate e irán directamente al paraíso islámico, donde les esperarán los eternos placeres proporcionados por las 72 vírgenes a todos los mártires de la yihad. El resto está volviendo, volverá o ya ha retornado a Europa. Por mucha publicidad que se dé a los casos de yihadistas interceptados, la realidad es que la mayoría de estos individuos no ha sido ni será nunca detectada; se trata de un colectivo que no se ha dejado asimilar nunca por la sociedad infiel y que ha considerado, como buenos musulmanes que son, que la causa de Alá está por encima de cualquier otra. Porque, no nos engañemos, ¿Qué ley humana puede estar por encima de la ley divina?

Estos individuos volverán aún más radicalizados; no es cuestión de si lo harán, sino de cuándo lo harán, pero no hay duda de que, en algún momento, «secuestrarán la religión de la paz» y cometerán alguna atrocidad en suelo europeo; da igual cómo se cometa esta atrocidad: puede ser un atentado masivo y bien organizado o, más probablemente, la obra de algún «lobo solitario», el recientemente adoptado modus operandi de los terroristas islámicos y que genera tanta o más incertidumbre que los atentados más elaborados de antemano.

La implicación, en cualquier caso, será la misma: el Islam nos atrapará, una vez más, con los deberes sin hacer, porque el desconocimiento es nuestro peor enemigo; sin tener claros principios básicos como los que he intentado resumir en este artículo, nos encontramos indefensos ante el totalitarismo políticamente correcto.

Hacen falta argumentos y cifras objetivas que contrarresten a los que, para defender sus propios intereses, pretenden que nos sigamos creyendo que el Islam es una religión de paz y que las atrocidades cometidas en su nombre son actos excepcionales causados por una minoría fanática. Personalmente, esto me lo creeré el día en que los musulmanes de Occidente salgan en masa a la calle para gritar contra las violaciones, la esclavitud, los actos terroristas y las decapitaciones perpetrados contra hombres, mujeres y niños en nombre de su religión, en lugar de permitir que los líderes religiosos islámicos critiquen de forma más bien tibia en el mejor de los casos estas acciones y a continuación pongan en marcha una agresiva política de relaciones públicas destinada a continuar haciéndonos creer una vez más que el Islam es una religión, y, además, una religión de paz.

Los 270 millones de muertes que se calcula, han sido generadas directa o indirectamente por el Islam indican todo lo contrario.

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WEBISLAM

Aclaraciones sobre el Islam

Dr. Armando Bukele Kattan

El Islam considera que el vínculo de la fe es el de la hermandad.

Dios es El Mas Grande

La unión, la cooperación, la familiaridad y la solidaridad son instrucciones islámicas. Todos los creyentes son hermanos entre sí y constituyen una sola familia. “Nadie es un verdadero creyente si no desea para su hermano lo que desea para si mismo”

El Islam demostró ser una religión más tolerante, y concedió libertad religiosa a judíos y cristianos y a otras religiones reveladas. Nunca los musulmanes fueron provocadores. Al contrario, traían consigo seguridad y paz a las personas de todas las naciones y creencias, que habitaban en su territorio. Compasión, paz y tolerancia constituyen la base de los valores del Corán. Los mandatos del Corán y la forma de practicar de los musulmanes a través de la historia son claras y no dan cabida a ninguna disputa.

El Islam puede considerarse el primero que aseguró los derechos humanos y llamó a garantizarlos y protegerlos. Quien estudia la legislación islámica se dará cuenta de que uno de sus objetivos principales es proteger al ser humano, su religión, su mente, sus bienes y su familia. La historia ha registrado inolvidablemente la actitud del segundo califa Omar cuando rechazó violentamente la violación de los derechos humanos diciendo: ¿Por qué habéis esclavizado a los hombres si han nacido libres?

Los derechos humanos se basan en el Islam en dos principios: la igualdad entre toda la gente y la libertad de todos. La igualdad por su parte se fundamenta en dos bases que son: la unicidad del origen humano y la honra con que Dios distinguió al ser humano. Todos los humanos se agrupan en una gran familia, bajo el principio de la hermandad humana en la que no cabe ninguna distinción de clases ni de razas: El clasismo y  el racismo, han sido más incisivos en Occidente. Las diferencias que hay entre las gentes deben ser un factor de conocimiento, integración y cooperación y no de discordia y enfrentamiento, según dice el Corán en el sura 49, versículo 13.

En cuanto a la honra del ser humano, se sabe que está confirmada en el Corán (Sura, 17 versículo 70). Esta honra hizo del ser humano, un representante de Dios en la Tierra, ante el cual se postraron los ángeles. Dios hizo de él también un dueño de este mundo, a quien fue sometido todo lo que hay en la Tierra. Esto hizo que el ser humano tuviera un carácter de sublimidad sobre todas las especies y una inmunidad y protección que abarca a todos los seres humanos sin ninguna distinción entre un rico y un pobre, un gobernante y un vasallo, un árabe o un no árabe; que todos ante Dios son iguales.

El segundo principio de los derechos humanos es la libertad, debido a la cual Dios hizo que el ser humano sea responsable de poblar la Tierra, y como es sabido, no hay responsabilidad, sin libertad. Dios concedió la libertad al hombre hasta en la cuestión de creer o dejar de creer (Corán sura 18, versículo 29), una libertad que abarca los aspectos religioso, político, cultural y civil.

El sistema de gobernar en el Islam se basa en la justicia y la consulta. Dios ordena a las gentes en el Corán que apliquen la justicia. Dice en la Sura 16, versículo 90: “Dios ordena la justicia y la benevolencia” y en la Sura 4, versículo 58 dice: “Cuando juzgáis entre las gentes, que lo hagáis con justicia”. En muchos versículos, se mantiene este principio. Respecto a la consulta, es una base principal y obligatoria. El mismo Profeta consultó a sus compañeros y seguía la opinión de la mayoría aunque era diferente de la suya.

La unión, la cooperación, la familiaridad y la solidaridad son instrucciones islámicas. Incumplirlas son así únicamente un producto de debilidad humana.

El Islam llama en sus fuentes originales a la unión y a la solidaridad, y pone en guardia contra la división y la discrepancia “Aferraos al pacto de Dios, todos juntos, sin dividiros” Sura 3, versículo 103 y además nos dice: “Obedeced a Dios y a su Mensajero y no dejéis lugar a la discordia, porque os debilitaréis y perderéis vuestra fuerza. Y sed constantes porque Dios esta con los perseverantes (Sura 8 Aya 46).

También nos incita a sentir los dolores de los demás y consolarles para aliviar sus tristezas e invoca a que toda la Nación sea como un sólo cuerpo. Dice el Profeta al respecto: “Los creyentes se asemejan, en su cariño, misericordia y solidaridad al cuerpo humano, del cual si un miembro se encuentra indispuesto, repercute en todo el cuerpo, causando la vigilia y la fiebre”.

El Islam considera que el vínculo de la fe es el de la hermandad: “Los creyentes, en verdad, son hermanos” Sura 49, versículo 10. El odio de clases y el materialismo egoísta, son ambos rechazados en el Islam.

Muchos musulmanes, ocupados en resolver los problemas que el colonialismo dejó tras de sí, se descuidaron de las enseñanzas del Islam que llaman a la unión y a la solidaridad. …Ser musulmanes modernos, pacíficos, amplios y tolerantes, del siglo XXI, pero imbuidos de la sabiduría del Islam primitivo, es nuestra responsabilidad…

 

Califato de barbarie

Manuel Castells

La Vanguardia

Los sacaron de la cárcel de Mosul, casi setecientos. Separaron a los suníes. A los demás los asesinaron por ser cristianos, o yazidíes, o chiíes… Allá por donde pasaron los autoproclamados guerreros del islam, asesinaron a hombres y raptaron a miles de mujeres y niños, para reducirlos en esclavitud. Obligaron a los yazidíes, un culto milenario inspirado por Zoroastro a convertirse o morir. Eso dice Amnistía Internacional, eso denuncia la ONU. Son los mismos asesinos que decapitaron al periodista James Foley y amenazan con matar a otros periodistas. El califato establecido por el Estado Islámico (EI) en tierras de Iraq y Siria con el califa Ibrahim como dueño absoluto de vidas y conciencias se alimenta de muerte y atrocidades para aterrorizar a quienes se le oponen. Aprovechan la debilidad y corrupción de los gobiernos de Oriente Medio. Y amenazan con marchar sobre Roma y conquistar Al Ándalus. Eso clama su jefe, un blasfemo, puesto que se dice descendiente de Mahoma. Nacido en Samarra adoptó como nombre Abu Bakr al Bagdadi, doctorado en estudios islámicos y terrorista de Al Qaeda, hasta que la propia Al Qaeda lo repudió. Que incluso Al Qaeda se distancie del Estado Islámico da una medida de qué monstruosidad amenaza al mundo, allá y aquí. La amenaza es seria. Según publicó este diario, el susodicho califato controla 56.000 km cuadrados y seis millones de personas. Posee 6.000 millones de dólares, procedentes de venta ilegal de petróleo, asaltos a bancos, lavado de dinero y otras lindezas. Y mientras que en el 2012 apenas superaba los 1.000 combatientes hoy día supera los 80.000 con sofisticado armamento, la mayor parte estadounidense capturado al pseudoejército iraquí.

Porque lo más extraordinario es la atracción que estas hordas fanatizadas ejercen sobre miles de jóvenes musulmanes de todo el mundo y especialmente de Europa, aunque la mayoría sean iraquíes y sirios. Hay mas de quinientos británicos enrolados en el Estado Islámico, incluido el verdugo de James Foley, identificado como un rapero londinense. Y cientos de franceses, españoles, holandeses, alemanes, junto a miles de saudíes y otros suníes de setenta países. Decenas de miles los apoyan en las redes sociales, que constituyen el principal medio de reclutamiento. Los bombardeos estadounidenses no podrán contener esta barbarie mientras no se extirpen sus raíces sociales e ideológicas. Pero ¿cuáles son esas raíces, dónde se plantaron y cómo crecieron?

En el origen está la guerra de Iraq que alentó la radicalización de los suníes, excluidos por la mayoría chií. La disolución del ejército de Sadam enemistó a cuadros militares que hoy día están en el EI. Aunque Estados Unidos se dio cuenta del error cometido, ya era muy tarde. De modo que en cuanto se retiraron las tropas estadounidenses, los chiíes volvieron a oprimir a los suníes. Y en ese caldo de cultivo prosperó “Al Qaeda en Iraq”, que había sido un grupo minoritario. En el 2006 distintos grupos de Al Qaeda se unieron en el Estado Islámico. Al Bagdadi se unió al EI como presidente de la comisión de Charia. En el 2010 se convirtió en líder de la organización y en el 2011 lanzó una oleada de ataques y atentados en Iraq. Cuando Estados Unidos ejecutó a Bin Laden en mayo del 2011 el EI juró venganza y atacó a milicias chiíes y a objetivos del gobierno iraquí. Pero el auge del EI provino del levantamiento popular contra la dictadura en Siria. Lo que empezó como revolución pacífica y democrática derivó hacia una intervención geopolítica de múltiples fuerzas, con Arabia Saudí y Qatar apoyando milicias suníes, Estados Unidos y Francia intentando sostener al Ejército Libre Sirio y Rusia, Irán y Hizbulah sosteniendo la dictadura de El Asad. Algunos grupos privados saudíes financiaron al EI que recabó apoyos en Siria entre las facciones de Al Qaeda, particularmente en el Frente al Nusra.

El Asad apenas atacó al EI para que se reforzara y diera miedo a Occidente. En abril del 2013, el EI anunció la fusión con Al Nusra formando el Estado Islámico de Iraq y Siria. El líder de Al Nusra lo negó y se produjeron violentos combates en torno a Raqa, en Siria, que pasó a ser controlada por el EI y se convirtió en su principal base de operaciones. Tal enfrentamiento conllevó la condena de Al Bagdadi por Al Zauahiri, el líder máximo de Al Qaeda consumando la división. Pero para entonces, miles de islamistas habían llegado a Siria y, sobre el terreno, encontraron más operativo y convincente al EI. Lo cual redundó en más apoyo financiero de fuentes ocultas.

El Estado Islámico entendió que victorias militares sobre el terreno y la intransigencia con infieles y apóstatas podían ser reclamo para combatientes y financiadores. Reclutaron en Siria y concentraron sus ataques en Iraq aprovechando la debilidad del gobierno chií y la buena acogida de los suníes concentrados en el noroeste de Iraq. La ocupación de territorio y la creación de un estado contrasta con la práctica de Al Qaeda, y contradice la ortodoxia islámica para quien la comunidad de creyentes (umma) está por encima del estado. La red global de células autónomas impulsada por Al Qaeda se hizo secundaria con respecto a la conquista territorial por un aparato militar eficiente y un control férreo de cualquiera que cayera en la órbita del nuevo estado. Se trata de una revolución dentro de la revolución islámica. Por eso fascina a los miles de jóvenes musulmanes que se sienten humillados y marginados en sus países, sea Siria o Inglaterra. Porque pueden palpar una nuevo estado, comadrona de una nueva sociedad en donde la charia purifique la podredumbre del mundo y haga nacer una vida guiada por el dios justiciero y ajusticiador. Los bombardeos no extirparán esas raíces, aunque haya que bombardear. Sólo sociedades que integren y den esperanza a todos sus miembros pueden evitar que jóvenes idealistas se conviertan en fanáticos asesinos.

 

Kurdistán: la pólvora comienza donde termina el petróleo

Ángel Ferrero

Zona Crítica de eldiario.es

¡Los kurdos necesitan armas y pronto! Quien lleve unos años viviendo en Alemania no puede más que sorprenderse ante la urgencia del establishment por armar a los kurdos en el norte de Irak, quienes desde hace semanas tratan de detener el avance de Estado Islámico. El diario Bild, un tabloide vinculado a los sectores neoliberales y conservadores del país y abiertamente proisraelí, dedicó hace un par de semanas una serie de artículos a la causa kurda, incluyendo una breve entrevista a Massud Barzani, el Presidente del Kurdistán iraquí. El 14 de agosto, el responsable de la sección internacional del tageszeitung, diario oficioso de Los Verdes, defendía la necesidad de una intervención humanitaria –”una amarga necesidad”– con el fin de evitar un genocidio. A las 06:55 del día siguiente despegaban los primeros aviones de transporte del Bundeswehr cargados con ayuda humanitaria con destino a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí. La carga llegó un día después, coincidiendo con la visita exprés del ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier. Ese mismo día, Joschka Fischer –ministro de Exteriores desde 1998 hasta 2005– se declaraba partidario de enviar armas a los kurdos. El eurodiputado verde Daniel Cohn-Bendit –abanderado del “intervencionismo humanitario” desde que promovió la agresión de la OTAN a Yugoslavia en 1999– amonestó públicamente a los compañeros de su partido más reacios al envío. Tras haber creado medios de comunicación y gobierno un clima de opinión favorable a la decisión –más o menos como hizo el gobierno rojiverde en las semanas previas al bombardeo de Serbia y Montenegro–, la coalición entre socialdemócratas y conservadores anunció el 20 de agosto su intención de enviar armamento a los peshmerga. “Armas para la infantería de Occidente”, escribía sin tapujos Berthold Kohler en el Frankfurter Allgemeine Zeitung. Por ahora sólo falta que la canciller dé luz verde a la operación.

Tan inusitada muestra de solidaridad hacia los kurdos iraquíes no puede más que despertar escepticismo, toda vez que el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una de sus formaciones políticas más importantes e influyentes, sigue siendo considerado por la Unión Europea como “grupo terrorista”, mientras que Estado Islámico sigue, a fecha de hoy, sin serlo oficialmente, aunque la cobertura mediática dé a entender lo contrario. Este evidente absurdo llevó a que la policía alemana detuviese en una manifestación el pasado 10 de agosto en Berlín a un kurdo por portar una bandera con el retrato de Abdullah Öcalan, el presidente del PKK, mientras que un provocador que desplegó la bandera negra de Estado Islámico pudo hacerlo sin mayores contratiempos, ya que, según la policía, “se trata de una bandera legal en Europa”. “Es un escándalo que el PKK, que protege y salva a cristianos, esté prohibido en Alemania mientras que para el ejército asesino de Estado Islámico no haya ninguna prohibición”, declaró indignado el portavoz del grupo parlamentario de La Izquierda, Gregor Gysi.

Sólo con armas alemanas

Decía Friedrich Engels que, de acuerdo con la hipocresía protestante, todas las actividades se llevan a cabo por el bien de la decencia. Es un lugar común decir que Alemania ha sido históricamente un país de mayoría protestante, y si bien la religión pierde adeptos, su principio moral básico –la hipocresía– sigue jugando un papel destacado en la política. En el avispero iraquí convergen numerosos conflictos e intereses, pero la versión más extendida por los medios occidentales justifica una intervención con el objetivo de arreglar, irónicamente, los mismos problemas que otra intervención anterior desencadenó. La política genocida de Estado Islámico es ciertamente inexcusable, pero a los Estados occidentales que intervienen en Irak no les mueve precisamente –y a estas alturas debería haber quedado ya sobradamente claro– la idea de la fraternidad entre los pueblos. Como escribe Heribert Prantl en el Süddeutsche Zeitung, “parece más fácil tomar la decisión de entregar un contingente de armas que la decisión de recibir a un contingente de refugiados.”

“Cuando un genocidio sólo puede detenerse con armas alemanas, entonces tenemos que ayudar”, aseguraba la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, el 14 de agosto, y ese mismo día, casi como una respuesta refleja a sus declaraciones, las acciones de la alemana Heckler&Koch –quinto productor mundial de armas de fuego; de su fusil de asalto, el G36, se calcula que se venden 7 millones de unidades al año (tantas como del M16 estadounidense)– se disparaban tras llevar unos días al alza por los rumores del envío de armamento y municiones al Kurdistán iraquí, para luego volver a caer (la compañía salió a bolsa en abril buscando nuevos inversores y mejorar su situación financiera). El 20 de agosto, con el anuncio ya definitivo de la coalición de gobierno, subieron como la espuma las acciones de Rheinmetall y las de ThyssenKrupp se recuperaron ligeramente, ya que habían sufrido días atrás un brusco descenso por el efecto de las sanciones de la UE a Rusia, y el mismo efecto puede observarse en las acciones de Krauss-Maffei-Wegmann, dedicada a la producción de carros de combate y vehículos blindados. Las noticias de guerra son malas noticias para la población que las sufre, pero grandes noticias para empresas como Rheinmetall, ThyssenKrupp, Krauss-Maffei-Wegmann o Heckler&Koch. Otras empresas importantes, como Carl Walther GmbH, dedicada a la producción de armas cortas, no cotizan en bolsa y, en consecuencia, no puede evaluarse el impacto del anuncio de la coalición en sus acciones. Todas las empresas arriba mencionadas realizaron dicho sea de paso generosos donativos desde el año 2009 hasta el 2011 tanto a los cristianodemócratas de la CDU como a los socialdemócratas del SPD y los liberales del FDP. Los resultados hablan por si sólos: según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), Alemania fue en el período 2009-2013 el tercer exportador de armas del mundo y el incremento constante de su presupuesto militar ha hecho que pase del noveno al séptimo puesto en un año.

Uno de los temores de los políticos alemanes que se oponen a la medida es que el envío de armas a una zona de conflicto no está sometido a ningún tipo de control posterior, por lo que muchas de ellas terminan “en manos equivocadas” o en el mercado negro. No es necesario ir muy lejos para encontrar ejemplos: las armas que se enviaron a los rebeldes libios para derrocar a Gadafi en el 2011 terminaron empuñándolas no sólo los yihadistas de aquel país, sino también los tuaregs de Malí –que trataron de proclamar su propio Estado en 2012– y los miembros del grupo Boko Haram en Nigeria. El propio Estado Islámico se nutre de las armas llegadas por diferentes rutas hasta el conflicto sirio y las capturadas al Ejército iraquí, que fueron enviadas por EE.UU. para acabar precisamente con los islamistas que ahora las emplean. A pesar de este peligro real y conocido, “uno tiene que vivir con estas contradicciones”, según Steinmeier. Algunos diputados del partido de Merkel incluso quieren enviar al Bundeswehr a combatir en Irak.

No un Estado, sino un petroestado kurdo

Otros de los riesgos que conlleva el envío de armamento, según señala el semanario Der Spiegel, es el de respaldar indirectamente los intentos de los kurdos por crear un Estado propio. Lo que escapa a los redactores de aquella nota es que Washington y Berlín puede que cuenten incluso con esa opción de antemano, y no sólo porque el Kurdistán iraquí posea una fuerza militar organizada –los peshmerga– que se ha demostrado más efectiva que el Ejército iraquí, como se ha comprobado sobre el terreno. Kurdistán ha sido una de las regiones de Irak que ha mostrado mejores resultados económicos, atrayendo a numerosos inversores gracias a sus enormes reservas de hidrocarburos, como recordaba oportunamente hace unos días el New Yorker. Según Bloomberg, el Kurdistán iraquí podría poseer unas reservas calculadas en 45.000 millones de barriles de crudo y el ejecutivo de Barzani afirma que podría aumentar la producción hasta exportar unos 400.000 barriles anuales. Si fuese un Estado independiente, el Kurdistán iraquí ocuparía el décimo lugar en reservas de crudo. ExxonMobil, Total y Chevron han firmado contratos con el gobierno kurdo. Poco sorprendentemente, en los comunicados de CENTCOM –el centro de mando estadounidense responsable de los bombardeos en el norte de Irak– mencionan, junto al “apoyo a las fuerzas de seguridad iraquíes y fuerzas de defensa kurdas en su lucha conjunta contra ISIL”, la “protección de infrastructuras”.

Parte de ese petróleo se transporta por carretera a Turquía sin la autorización del Gobierno iraquí. Aquí entra la geopolítica en serio. La Unión Europea –Alemania, sobre todo– podría estar interesada en la aparición de lo que sería no un Estado, sino un petroestado kurdo. Erbil podría exportar al continente no sólo su petróleo, sino también su gas natural a través de Turquía, e incluso podría dar aliento –modificando ligeramente su recorrido original– al viejo proyecto de Nabucco, un gasoducto impulsado por cuatro compañías europeas y una turca del que, por cierto, Joschka Fischer es asesor. Nabucco se consideró en su día como una alternativa al proyecto South Stream de la rusa Gazprom, cuya posición dominante en el mercado energético comunitario genera como es sabido preocupación en Bruselas, que trata de diversificar tanto sus fuentes de energía como la procedencia de éstas.

Un petroestado kurdo controlado por fuerzas pro-occidentales podría, además de garantizar el flujo de petróleo a Europa, servir de contrapeso a los intentos de Irán por aumentar su influencia en la región, aún al precio de sacrificar la integridad territorial de Irak. (Acaso no esté de más recordar que EE UU miró hacia otro lado cuando Sadam Husein empleó armas químicas contra los iraníes y los insurgentes kurdos en la guerra Irán-Irak, luego que los servicios de inteligencia estadounidenses considerasen al régimen baasista un mal menor en comparación con una República Islámica fortalecida tras una hipotética victoria en el conflicto). No sería al fin y al cabo la primera vez que las potencias occidentales promueven una secesión con fines propios: es lo que hizo EE UU en Panamá a comienzos del siglo XX para obtener el control del canal interoceánico –hecho que inspiró Nostromo, la magnífica novela de Joseph Conrad– y más recientemente EE UU y la UE en Sudán del Sur, que aloja tres cuartas partes de las reservas de crudo de todo el antiguo territorio sudanés.

Sin embargo, en el inmenso tablero de juego en que se ha convertido Oriente Próximo para las potencias que compiten por el control de unos recursos naturales cada vez más escasos, un petroestado no lograría colmar las viejas reivindicaciones nacionales del pueblo kurdo. Una crisis entre facciones podría ser un resultado probable. ¿Cómo podría Erbil sofocar un intento de rebelión interna, especialmente si el PKK trata de dotarla de contenido social? Por citar a Ursula von der Leyen: “Sólo con armas alemanas”.