Escocia

La crónica de Escocia (1): El triunfo de la democracia

Agustí Colomines / Aurora Madaula (Edimburgo)
El Singular

En mayo de 1940 Winston Churchill accedió al cargo de primer ministro de Gran Bretaña después de la dimisión de Neville Chamberlain, en un cambio de gobierno forzado por los pésimos resultados del ejército británico en la Segunda Guerra Mundial. Las tropas nazis alemanas estaban ganando territorio en la Europa continental y se acercaban peligrosamente a los dominios británicos, que perdieron la ventaja de la aislamiento natural de las islas a raíz de la brutal eficiencia de los cazas de la  Luftwaffe. La  Batalla de Inglaterra fue destructiva para los británicos, a pesar de que la RAF defendió el cielo de Londres siguiendo la contundente oratoria del llamado The Bulldog, apodo con el que era conocido Churchill. Aquella batalla fue el punto de inflexión que determinó el final de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de la monumental victoria, Winston Churchill perdió las elecciones posteriores, una vez terminada la guerra. Las brillantes condiciones de la victoria bélica, los sondeos, las filtraciones de los diarios y las buenas vibraciones que transmitía el partido conservador hacían pensar que el éxito sería rotundo, pero  la población hizo valer lo que realmente importa en democracia, el voto. Las urnas.

En esta semana corta que nos llevará jueves al referéndum por la independencia de Escocia, los sondeos, las encuestas, los análisis y las opiniones son tantas que los datos nos salen por las orejas. Los periódicos vegetales y digitales, las televisiones y las radios, nos inundan con información de todo tipo. Encuestas y predicciones de resultados para el referéndum escocés los hay para todos los gustos. Barras, gráficos y porcentajes sirven para analizar todos los perfiles de los votantes convocados a las urnas: por género, por origen, por condición económica, por edad… Infinitas maneras de analizar la realidad para intentar averiguar el futuro y, sobre todo, influir en la decisión que los ciudadanos de Escocia tomarán el próximo jueves. Pero también se trata de eso. En las redes sociales podemos encontrar de todo, pero aquí tienen un par de ejemplos: la última actualización de las encuestas y los posibles resultados de la mano del politólogo catalán Ivan Serrano o las gráficas de tendencia del también politólogo y sociólogo de la Universidad de Sussex Ben Stanley.

Lo que parece claro es que la distancia entre los partidarios del sí y los del no se ha ido acortando y que  habrá que esperar a los resultados reales del referéndum para saber si a finales de esta semana contamos con un nuevo Estado en Europa. No sea que pase como le pasó a Churchill y a los conservadores británicos, que cuando pensaban que tenían el gato en el saco y bien atado resultó que tenían un agujero. Las euforias nunca son buenas. Las encuestas, los sondeos y los estudios aportan luz para el análisis político pero no determinan el comportamiento de las personas, que es más imprevisible.

Huelga decir que la movilización y la campaña alrededor del referéndum en Escocia ha tenido desde el principio un sentido político claro. El referéndum escocés fue una iniciativa del gobierno nacionalista del primer ministro Alex Salmond, quien, por cierto, aún así gobierna para todos los escoceses, y la campaña pro independencia se ha promovido mediante la plataforma YesScotland, creada en Edimburgo en mayo de 2012. Por su parte, los partidarios del statu quo, y por tanto defensores de la opción del no en el referéndum, se han agrupado en otra plataforma, BetterTogether, una organización multipartito que agrupa el Scottish Labour, el Scottish Conservative Party y el Scottish Liberal Democrats, creada en el mes de Junio de 2012 también en Edimburgo. Entre los laboristas, sin embargo, ha habido discrepancias, como también ha pasado en Cataluña, y ha aparecido una facción que ha tomado partido por la independencia, los llamados Labour For Independence, que reprochan la alianza del partido laborista con los tories para defender la unión. No todo vale en la lucha política.

Las campañas de los dos bandos han sido diferentes desde el inicio, seguramente porque los partidarios del no nacieron obligados por la iniciativa independentista del gobierno de Salmond, y por tanto, a la contra, como en Cataluña cuando varios unionistas han agrupado en la SCC y la Fundación Joan Boscà, en una mezcla nacionalista española de exfalangistas reconvertidos, socialistas y peperos, incluyendo C’s. Como han señalado varios medios de comunicación, la campaña de los partidarios del no a la independencia de Escocia ha sido alarmista, catastrofista incluso, a pesar de que nunca ha cuestionado el derecho de los ciudadanos escoceses a votar. Qué diferencia, ¿verdad?  Cada uno tiene la tradición política que tiene y la del nacionalismo español no es precisamente democrática.

A los ciudadanos escoceses no les ha sido necesario organizar cadenas humanas, ni consultas populares, ni manifestaciones multitudinarias, ni mosaicos en forma de ‘V’ de más de 11 kilómetros para poder ejercer su derecho de decidir. La defensa del proceso de autodeterminación la ha capitaneado el SNP, aunque las instituciones autonómicas escocesas no se hayan inhibido en ningún momento. El SNP gobierna para todos pero eso no quiere decir que tenga que renunciar a su programa. También es verdad que el gobierno de Londres ha puesto las cosas fáciles. La racionalidad política se impuso  y al final los conservadores, junto a los laboristas y los liberales demócratas británicos, aceptaron que la única manera de resolver el pleito escocés era con el ejercicio del derecho a voto. Sólo así se evita el choque de trenes, la violencia y la intransigencia.

Las encuestas en Escocia y las manifestaciones en Cataluña son datos, indicios, que permiten ver tendencias, pero lo que cuenta es la voluntad real. Lo que se puede contar con números y garantías. La opinión de los ciudadanos sólo podrá ser conocida y reconocida, pues, mediante el recuento de los votos. No nos olvidemos de Winston Churchill y de su gran fiasco de hace casi 70 años. Dejemos que las urnas hablen. Dejemos que triunfe la democracia.

 

 

 

La crónica de Escocia (2):

Clima frío, ambiente caliente

Agustí Colomines / Aurora Madaula (Edimburgo)
El Singular

En Edimburgo ya hace frío, pero el ambiente electoral se calienta por momentos. Se nota que los partidarios del sí y del no agotan hasta el último momento todos los recursos para convencer a los indecisos, que de momento aún rondan el 12% de los electores. Todo son nervios. Anteayer una multitud de gente rodeó la sede de la BBC local, convocados por la plataforma Yes Scotland, para expresar su protesta contra lo que consideran una descarada manipulación del editor de política de la TV pública, Nick Robinson, a favor del no. De hecho, desde enero de 2012 disponen de una página en  Facebook con la que intentan denunciar lo que consideran un descarado decante de la BBC escocesa por el no a la independencia.

Por todas partes salen setas cuando llueve, dice el dicho, porque la BBC, espejo de imparcialidad para los que viven lejos de la Gran Bretaña, hace más o menos lo mismo que todas las televisiones del mundo: defender intereses. Tras la manifestación del domingo, la Unión Nacional de Periodistas condenó lo que consideran que fue un intento de los partidarios del sí de intimidar a los periodistas. Ciertamente, cada casa es un mundo. En la nuestra, hubo quienes acusaron a TV3 de parcialidad porque cubrió «en exceso» los actos de la «V» organizada en Barcelona por la ANC. Lo que estos críticos obvian es que la magnitud de las cifras de la movilización de la Diada atraen el interés periodístico por encima de cualquier otro caso en el mundo. No es lo mismo las 15 mil personas de la marcha orangista del pasado sábado en Edimburgo, o las 7 mil de Tarragona, que el millón y pico de Barcelona.

Anteayer mismo Yes Scotland hizo pública una carta abierta, firmada por 18 veteranos de las fuerzas armadas (entre los que Jimmy Sinclair, un antiguo miembro de 102 años de la 7a. división ‘Desert Rats’), para desmentir un artículo del general Sir Richard Dannatt, el ex jefe del Ejército británico entre 2006 y 2009, publicado en The Telegraph el 13 de septiembre pasado. El general no se anduvo en chiquitas y escribió sin empacharse de que votar por el sí sería deshonrar la memoria de los soldados que murieron en Irlanda del Norte en defensa de la unión. Una afirmación que aquí levanta ampollas, porque los descendientes de los escoceses han sido tradicionalmente unionistas en el Ulster. El proceso de independencia de Escocia ha destapado viejas polémicas. La presión de los partidarios del no es cada vez más fuerte, sobre todo desde que se hicieron públicos datos que acortaban las distancias entre las dos opciones.

Los firmantes de la carta encuentran escandaloso el artículo de Lord Richard Dannatt. Y es que realmente lo es. Es uno de esos abusos de la historia que han explicado brillantemente Enzo Traveso y Tzvetan Todorov. Dannatt abusa de la memoria de los caídos para suponer que, si estuvieran vivos, votarían no en el referéndum sobre la independencia escocesa. Además, también se quejan de que el atrevimiento del general es doble, porque fue él quien promovió la destrucción de los regimientos históricos de Escocia. No es que todos los veteranos sean independentistas, claro que no, pero son contrarios a la manipulación burda de la política. Que el pueblo de Escocia elija, concluyen. ¿Cuántos catalanes no quisiéramos poder leer un comunicado de antiguos militares españoles reclamando el derecho de decidir? ¿Se imaginan ustedes un grupo de miembros de la Guardia Civil española pidiendo neutralidad en un referéndum de independencia en Euskadi? Difícil, ¿verdad? Esto sólo es imaginable en países de larga tradición democrática.

La campaña está ya prácticamente acabada y sin embargo se ensucia un poco. Alistair Darling, líder de la plataforma unionista Better Together, se queja amargamente, como hacen en Cataluña los de SCC, que los partidarios del sí ocupan todo el espacio público, incluso les acusa de hacerles bullying. Es verdad que los independentistas dominan la calle y que están súper movilizados, y es que la ocasión lo merece, pero los unionistas exageran. Después de todo, el Estado está poniendo toda la carne en el asador y ayer mismo el premier conservador, David Cameron, se trasladó de nuevo a Escocia, concretamente a Aberdeen para hacer campaña por el no.

En el vídeo que precedió a la intervención de Cameron se hizo desfilar a Austen, Scott, Darwin, Adam Smith, Churchill y todo tipo de eventos para exaltar la grandeza del Reino Unido. Una visión muy herderiana, esencialista y romántica, de la nación, que no liga mucho con los nuevos movimientos nacionales alternativos. Entretanto, Edimburgo es una fiesta. El azul y blanco de la bandera engalana edificios y tiendas. El desenlace está cerca.

 

 

 

Referendo en Escocia: neoliberalismo vs socialismo

Alejandro Nadal

Mañana 18 de septiembre se llevará a cabo el referendo más importante en los 300 años de vida del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Escocia irá a las urnas para decidir si se mantiene como parte de esa unión política o si se convierte en un Estado independiente.

Para Londres, el triunfo de los independientes representa una seria amenaza. Por eso combate la campaña a favor del sí con todas sus fuerzas. La prensa de negocios y la BBC no han escatimado recursos para asustar al electorado y orientarlo hacia el voto negativo. Lo cierto es que la disminución de influencia política sería un duro golpe para Londres, pero es en el frente económico donde el poderío británico se vería más afectado, entre otras cosas por la pérdida de una buena parte de los recursos de los campos de petróleo y gas del Mar del Norte.

Para los partidos independentistas el referendo ofrece una oportunidad única para recuperar la independencia de Escocia y establecer un gobierno democrático de centro-izquierda que permita escapar de las garras del neoliberalismo que Londres y, más especialmente, la City, han impuesto a los 5.3 millones de escoceses.

Hace 25 años se sometió a voto el tema de la devolución de algunos poderes a Escocia. El resultado fue negativo. En aquel tiempo se argumentó que el tamaño de Escocia hacía inconcebible la independencia, como si la auto-determinación de un pueblo fuera cuestión de economías de escala. En 1997 se aprobó en otro referéndum la creación del parlamento escocés, con poderes limitados. Pero en ese parlamento no se puede discutir el desempleo, los derechos sindicales, los salarios, la desigualdad, los recortes al gasto en salud y educación, o la regulación financiera y bancaria.

Ese parlamento tampoco pudo debatir las aventuras militares de Tony Blair en Irak y Afganistán. Hoy no puede opinar sobre la base de submarinos nucleares Trident en la margen derecha del río Clyde o la nueva gesta que prepara Londres en el norte de Irak.

El debate económico sobre el referendo ha girado alrededor de la viabilidad de una Escocia independiente. Los argumentos van y vienen, pero los datos son bastante contundentes. La economía escocesa sería fuerte y diversificada.

Los yacimientos del Mar del Norte fueron abiertos hace 50 años, pero las reservas que corresponderían a una Escocia independiente anuncian una producción rentable para las próximas dos o tres décadas. Lo más probable es que una Escocia independiente procedería a nacionalizar la industria petrolera y gasera, siguiendo el exitoso ejemplo noruego en donde siempre se mantuvo el control público sobre este sector. Aunque hay dificultades metodológicas para medir los flujos de comercio internacional en Escocia, si se incluyen las exportaciones de crudo y gas, el saldo de la cuenta corriente del nuevo país independiente sería superavitario.

La recaudación fiscal en Escocia alcanzó los 57 mil millones de libras esterlinas en el ejercicio fiscal 2011-12, lo que representa casi 10 por ciento de los ingresos tributarios del Reino Unido. La estructura impositiva es esencialmente regresiva, lo que agrava el problema de la desigualdad económica, pero una nueva política fiscal permitiría revertir las tendencias negativas, reorientar el gasto público, promover el desarrollo industrial, científico y tecnológico.

Hoy el debate económico sobre la independencia está centrado sobre la divisa de una nueva Escocia independiente. Hay tres vías posibles. La primera implica seguir usando la libra esterlina. La desventaja es que la nueva república habría entregado el control de su política monetaria a Londres y la regulación del sistema bancario y financiero escaparía a las autoridades escocesas. La tasa de interés en el nuevo espacio económico estaría fuertemente afectada por esta falta de control monetario y hasta la política fiscal se vería constreñida. Esta es la propuesta del Partido nacionalista escocés, pero esa vía implica permanecer en la zona de influencia de la City y quedarse en el neoliberalismo.

La segunda es la adopción del euro como divisa del nuevo país. Se parece a la anterior por la falta de control de la política monetaria y es rechazada por todos en Escocia porque equivale a adoptar las posturas neoliberales de Maastricht y Lisboa. El esquema que condujo a la eurocrisis no puede ser una referencia en materia de política macroeconómica en Escocia.

La tercera vía estaría basada en una moneda propia basada en un régimen de flotación semi-regulada. Las nuevas autoridades monetarias tendrían que organizar la transición, pero en principio nada impide la adopción de una nueva moneda que permita recuperar el control soberano de los principales instrumentos de la política macroeconómica. Muy probablemente esta nueva postura estaría cercana a un esquema de corte demócrata-socialista al estilo Noruega.

El referendo en Escocia pone frente a frente la opción de extraviarse en el neoliberalismo o la de avanzar en la dirección del control social sobre la inversión.

Twitter: @anadaloficial

 

 

Los escoceses votan este jueves si desean poner fin a la unión con Inglaterra

Pablo Rodero
Público.es

A medida que se acaba el tiempo para convencer a los votantes aún indecisos de cara al referéndum de independencia escocés el debate se está volviendo cada vez más pasional. En lo que hasta ahora había sido una campaña calificada a menudo como fría, la identidad nacional ha entrado en escena a pocos días de que el Reino Unido afronte la mayor amenaza a su integridad desde su formación en 1707.

En un giro totalmente impensable hace pocas semanas, los unionistas han comenzado a apelar al corazón y a la identidad británica de los escoceses, justo cuando los sondeos sitúan la carrera en un empate técnico entre las dos campañas. El primer ministro británico, el conservador David Cameron, viajó a Aberdeen el lunes en su última visita a Escocia antes del referéndum y se dirigió en estos términos a los votantes: «Por favor, por todos nosotros: votad por seguir juntos, votad por quedaros, votad por salvar nuestro Reino Unido».

Cameron se había mantenido alejado del debate a lo largo de la campaña, sabedor de su escasa popularidad en Escocia, pero la perspectiva de pasar a la historia como el primer ministro que acabó con una unión de 307 años de historia ha hecho que se replantee su papel. Si el pasado miércoles aseguró que le «rompería el corazón» el fin de la «familia de naciones» que es el Reino Unido, Cameron se mostró aún más emotivo en Aberdeen, a tan sólo tres días del referéndum. «Si no os gusto, no estaré aquí siempre. Si no os gusta este Gobierno, no durará siempre. Pero si dejáis el Reino Unido, eso sí será para siempre», declaró el primer ministro.

 

Vuelco en las encuestas

Las últimas encuestas han dado resultados contradictorios, pero los analistas coinciden en que la pugna está demasiado ajustada como para aventurar un ganador. La situación supone un vuelco importante tras meses de tranquilizadora superioridad para los unionistas en los sondeos, una ventaja que se ha esfumado en apenas cuatro semanas y ha hecho que muchos se despierten ante una pesadilla difícil de creer.

Para Moira Harvey, una trabajadora de 45 años de un centro cultural de Edimburgo, la principal razón para votar no en el referéndum del próximo jueves es el «sentirse británica y tener un gran sentido de la lealtad y afecto hacia el Reino Unido», que en ningún caso le «resta valor» a su «identidad primaria escocesa». Moira admite que le resultan «difíciles de imaginar las consecuencias de la independencia», una posibilidad que se veía como algo impensable hace pocas semanas. «En cualquier caso, este es mi país y tengo que creer en él y en su futuro, tanto para mí como para mis hijos, sea cuál sea el resultado que afrontemos el viernes por la mañana», explica.

 

Ilusiones de grandeza

Mucho se ha hablado sobre las consecuencias económicas que la secesión escocesa acarrearía tanto para Escocia como para el resto del Reino Unido, pero no está tan claro qué sería de la identidad británica y de la posición en la que quedaría la que fue la principal potencia mundial. «Creo que el Reino Unido, o lo que quedara de él, se vería muy mermado, no por ser más pequeño, sino porque una parte habría decidido escindirse y esto sería significativo para la diplomacia británica», explica el historiador Ewan Cameron, profesor de la Universidad de Edimburgo y coeditor de la revista Scottish Historical Review. «También sería posible, aunque improbable, que esto llevara a los políticos británicos a aceptar el auténtico papel del Reino Unido y abandonar las ilusiones de grandeza que persiguen a Gran Bretaña a pesar de la pérdida del imperio», añade.

El diario londinense The Guardian, que en su editorial del pasado viernes pedía a los escoceses «otra oportunidad» para el Reino Unido, hablaba el lunes de una «urgente reforma constitucional que proteja a las naciones, las regiones y otras minorías del mayoritarianismo», un término inventado para definir la absoluta centralidad de Londres en la economía y la política británica.

«Mi opinión personal sobre la actual impopularidad de la unión es que los políticos de Londres se han olvidado de cómo hacer políticas unionistas», considera el profesor Cameron. «Muchas políticas del Gobierno británico han sido impopulares en Escocia, como las medidas de austeridad, la política de defensa nuclear o la Guerra de Irak. El SNP y el voto por la independencia son vehículos para oponerse a estas cosas».

 

La identidad nacional perdida

«Seguramente la razón por la que la identidad nacional no sea algo central es porque la identidad escocesa no es incompatible con cierto sentimiento británico», opina Arnau Padró, un programador informático catalán de 27 años que, tras siete meses en Escocia, votará el próximo jueves a favor de la independencia. «Escocia puede ser el principio de una corriente europea de nuevos Estados, más pequeños, más justos, mas democráticos y más eficientes», explica Arnau como motivo de su voto a favor de la secesión.

Son cada vez más las voces dentro del unionismo que se lamentan por la campaña eminentemente pragmática que ha planteado Better Together y que, opinan, ha hecho que pocos se ilusionen por la idea de que Escocia siga perteneciendo al Reino Unido.

«Incluso los unionistas generalmente admiten que la idea de la independencia es aceptable, aunque no deseable», explica en The Observer el periodista Alex Massie, abiertamente partidario de la unión. «No puedes matar la idea. No cuando ha existido durante más de 300 años. Si existía incluso durante el gran momento nacionalista y unionista en el siglo XIX, no va a desaparecer ahora. Pero eso no quiere decir que el unionismo no tenga canciones, simplemente que la campaña de no ha decidido no cantarlas.», añade.

Las críticas se han concentrado en el ex ministro laborista Alistair Darling, líder de la campaña unionista. En su segundo debate televisado, Darling se vio ampliamente superado por el primer ministro escocés, Alex Salmond, en lo que se ha considerado el gran punto de inflexión que ha llevado a la situación actual.

«No creo que Alistair Darling mencionara Gran Bretaña o la britanidad ni una vez durante su segundo debate con Alex Salmond», continua Massie. «Gran Bretaña, y la Unión, son la base sobre la que construyes la campaña. Todo lo demás son sólo tácticas. No puedes matar la idea, pero puedes contrarrestarla con otra idea», concluye el periodista escocés. En cualquier caso, parece que el tiempo de las campañas ha terminado y, a falta de tan sólo tres días para la cita con la historia, el futuro del Reino Unido está ya únicamente en manos de los votantes escoceses.

Fuente original: http://www.publico.es/internacional/544340/el-reino-unido-se-asoma-al-abismo

 

 

 

Un mundo nuevo

Vicent Partal
VILAWEB

En mi opinión las fronteras son uno de los productos intelectuales más fascinantes creados por la sociedad humana. Estudiarlas es una disciplina compleja, pero que aclara como pocas la realidad que pisas. Ahora, las fronteras también son la fuente de muchos de los sufrimientos y de las barbaridades mayores que jamás haya visto la humanidad.

Las fronteras son, al final, las isobaras de la política. Normalmente nacen de la confluencia de corrientes fuertes (el equivalente a las depresiones o el anticiclones) que suelen reflejar guerras y batallas, revoluciones, insurrecciones, opresiones diversas. La mayor parte de las fronteras que tenemos hoy han sido paridas con violencia, dramáticamente. Y se mantienen desde la violencia, sin permitir que sean objeto del ejercicio de la democracia. Son un terreno prohibido, un tabú para la opinión y el deseo de los ciudadanos.

Si hoy Escocia lo consigue, si logra la independencia, no será el primer país del mundo que se establece en paz y desde el diálogo y el respeto a la democracia. Ha habido hasta ahora precedentes, pero muy pocos, y todos ellos tienen explicaciones concretas. El referéndum escocés en cambio puede inaugurar un nuevo mundo, marcar un modelo donde las fronteras forman también parte de la democracia y donde tener un Estado no es una batalla contra el otro, sino sólo una afirmación de uno mismo.

Y lo puede hacer porque en este segundo decenio del siglo XXI hay unas condiciones únicas. Hay grandes unidades de estados que deshacen el sentido del viejo Estado nación, hay nuevas redes descentralizadas que acaban convirtiendo el Estado nación en algo poco útil, casi un lastre. Hay una consolidación de los derechos democráticos que hace difícil aceptar que haya límites a la soberanía popular. Existe la información circulando a toda velocidad y creando unas conciencias difíciles de comparar con nada del pasado.

Pero por encima de todo hay, finalmente, unos pueblos, viejas naciones que han defendido durante siglos la identidad propia y que ahora han decidido que era la hora de conseguir lo que la historia les había negado. Que decidimos que ahora es la hora de ser, simplemente, un país normal.

Por eso hoy, desde este rincón del Mediterráneo, tanta y tanta gente saludamos el pueblo escocés y le deseamos toda la suerte del mundo. ‘Saorsa don Alba!’, Amigos de Escocia. ¡Que vuestra tierra sea libre!

 

 

 

Hoy, Escocia

Vicent Partal Montesinos
EL PUNT – AVUI

Hoy podría nacer un nuevo Estado en Europa. Lo sabremos, seguramente, bien entrada la madrugada del viernes, ya con la luz del nuevo día bañando la calle. La verdad es que ahora, cuando ya habrán comenzado a votar, nadie tiene ni idea de lo que los ciudadanos escoceses acabarán decidiendo en las urnas y todo indica que el resultado, gane quien gane, no podrá ser más ajustado. Será cuestión literalmente de un par de votos, parece. Pero lo que cuenta, lo que es realmente importante, es que, si finalmente gana el sí, Escocia será formalmente un Estado independiente en febrero de 2016 y en Europa habrá aparecido un nuevo Estado gracias a la democracia y sin un ápice de violencia. Que es una gran noticia.

Tenemos la memoria corta, así que más vale recordar, de entrada, que la gran mayoría de los estados europeos, de Noruega a Chipre, no eran independientes en 1900, en el inicio del siglo pasado. Los mapas cambian mucho más que parece. Tanto que, con respecto al siglo actual, en Europa ya tenemos tres estados dibujados en el atlas que en 2000 no existían. Escocia sería el cuarto y es posible que nosotros mismos pudiéramos ser el quinto. Ahí es nada, pues, el ritmo del siglo XXI…

Y es que cuando los conservadores aceptaron hacer el referéndum estaban convencidos de que la victoria era fácil y ahora la realidad se lo ha puesto patas arriba. Entonces lo decían las encuestas, y a caballo de las encuestas alguien en Londres pensó que era el momento de ganar con un setenta por ciento para enterrar el debate para siempre. Este ha sido al final su mayor error, porque ahora nadie prevé que puedan ganar con una gran distancia. Y esto quiere decir, simplemente, que el debate continuará abierto, incluso si gana el no esta madrugada.