La libertad

Cuando el ‘Manifiesto Comunista’ era publicado por Marx y Engels en 1850, un liberal inglés empírico y cercano a la realidad, John Stuart Mill, publica ‘Sobre la libertad’. Marx y Engels querían explicar el mundo y resolver de una vez por todas su complejidad y su injusticia. De hecho, el materialismo dialéctico se convierte en una ciencia que estudia y aplica con el mismo rigor y con idéntico respeto que la física newtoniana que explicó los principios de la gravitación universal.

John Stuart Mill no pretendía encontrar la explicación a la historia de la humanidad y encontrar la solución, quería simplemente contribuir a que el mundo fuera un poco mejor. Era consciente de que su contribución era limitada pero podía suponer un avance en la organización económica y política de la sociedad británica de la época. La base de su argumentación es que la diversidad de opiniones es ventajosa para el progreso de la humanidad y que ésta, enfocada desde la complementariedad, es enriquecedora.

Si una teoría, cualquiera, se convierte en una verdad absoluta, inmediatamente nacen la ortodoxia y la heterodoxia, los que son detentores de la verdad y los que se mueven en medio de las «tinieblas» del error. Incluso puede existir la tentación de los primeros de «salvar» a los segundos. Para Mill los poderes públicos no pueden basarse en verdades absolutas e irrefutables porque, más allá de si existen o no, eso determinaría que la crítica fuera herejía y la discrepancia, traición, principio incompatible con la ideología liberal.

De aquí se deriva una de las bases del liberalismo: el derecho de la persona a equivocarse, a la falibilidad del hombre. Nadie es depositario de la verdad absoluta y por tanto no tiene tampoco el Estado derecho a definir conductas y pensamientos porque ninguna es radicalmente mejor que otra. Se plantea, por este camino, de inmediato, la discusión de si es legítimo hacer leyes que limiten la conducta humana. Comer de forma sana es útil para la salud y alarga la vida, incluso se podría argumentar que ahorra gasto sanitario, pero el respeto a la libertad obliga según Mill a dejar que aquel que quiera comer de manera insana pueda hacerlo. Hay un límite de la libertad personal que no es lícito el sobrepasar.

El control del poder político, la limitación de su fuerza para obligar a determinadas conductas a la ciudadanía, la preocupación por la tiranía, el equilibrio de poder, son principios básicos del pensamiento liberal sobre los que Mill teoriza siempre desde la duda que desde de la certeza y en cualquier caso siempre con la comprobación del resultado antes de aceptar el enunciado. El liberalismo parte de la base de que las cosas son buenas o malas, útiles o inútiles, si tienen una aplicación práctica que produce un beneficio para la mayoría. Hay un cierto escepticismo respecto a uno mismo y una conciencia de las limitaciones del hombre para encontrar soluciones eternas y universales. Escribe Mill: «La humanidad sacará más provecho en dejar que cada uno viva la vida de acuerdo con lo que le parezca correcto, que obligar a cada uno a vivir como el resto le parezca adecuado».

El hombre debe reconocer que su juicio es fruto de su preferencia y que una opinión sobre una conducta que no esté basada en razones objetivas y explícitas sólo puede ser entendida como una preferencia. Las preferencias no dan derechos sobre los demás ni permiten hacer juicios más allá del ámbito subjetivo de la persona. Es esta autocontención la que hace la ideología liberal menos punzante, menos limitativa de la libertad de los demás y en definitiva contribuye a hacer sociedades más respetuosas de las personas y de las minorías, de las creencias y las ideologías.

Es posiblemente el hombre en la segunda parte de su vida cuando está más próximo de este pensamiento. Todos los jóvenes tienen el convencimiento de que su generación salvará al mundo y es eso lo que les lleva a abrazar las ideologías más «redentoras» de la sociedad. Con la edad las verdades absolutas se desdibujan y los matices son importantes, ya se ha aprendido por la experiencia que las circunstancias modulan las realidades.

Desde la óptica liberal, cuando se hacen determinadas manifestaciones rotundas sobre la realidad política o social y se habla de la ley como inmutable, uno tiene la sensación de que se ha pasado de las razones a las excusas a pesar de que se presenten los hechos exactamente al revés.

EL PUNT – AVUI