Hotel Talismán

Sorpresas en el barrio de Bab Tuma.

Se equivocó mi amigo Samy Ketz, gran corresponsal de la AFP, director de sus oficinas en Beirut, El Cairo, Jerusalén, se equivocó el profesor sirio Jamal Chehayed que ha escrito sobre los novelistas de su país que han tratado de la guerra. El Hotel Talismán de Bab Tuma no ha sido cerrado. Enclavado en el antiguo barrio judio, incrustado en el barrio cristiano de Bb Tuma -la puerta de Santo Tomás- es una hermosa residencia con un gran patio y una alberca en el entro, el liwan o sala de recibir y magníficas habitaciones de estilo damasceno con muebles de artesanía, espejos con incrustaciones de nácar, tapices, amplias salas de baño. En una de las suites de la planta baja se alojaba la reina Sofía en sus viajes a la ciudad de los Omeyas, especialmente cuando fue en el 2008 la capital cultural de los paises árabes. Ahora se puede alquilar una de sus esplendidas habitaciones de este lujoso hotel de cinco estrellas por cuarenta euros diarios.

Al fondo de un callejón ciego, hay una modesta casa con un portal cerrado. Si la recepcionista del hotel no me lo hubiese dicho no habría sabido que se trataba de una sinagoga. Sin ningún símbolo religioso en la fachada se abre discretamente cada Sabath. La sinagoga de Al Faraj es la única que queda en Siria aun abierta al culto. Muchas veces me he cruzado en la callecita pobre y antigua del Talismán con una anciana mal vestida, desgreñada, de nombre Raquel. Es una de las últimas judías de la pequeña comunidad que sobrevive en Damasco. Por casualidad fui a parar hace unos años al antiguo sector judío de Damasco, en los alrededores de la calle Amin, perpendicular a la Vía Recta, antiguo barrio cristiano de la ciudad donde también hay musulmanes. Apenas dos centenares de judíos siguen viviendo en Siria después de que el rais Hafez al-Asad les procurase hace un cuarto de siglo, visados de salida como habían solicitado desde hacía tiempo, con la condición de no dirigirse a Israel.

Entre sus humildes viviendas, algunas abandonadas o cerradas, hubo mansiones como la de Fathi, descollante financiero del Imperio Otomano, o como las que fueron unificadas para albergar el hotel Talismán, pertenecientes a florecientes familias de religión judía, milenaria comunidad de Siria. El director del hotel es un palestino, de nombre Abderraman, ingeniero, y ferviente partidario del régimen. Una vez vi en su despacho un periódico comunista, La voz del pueblo, fundado por el líder histórico del PC Sirio, Bacdash.

Con la guerra ha cambiado la clientela de esta pequeña joya arquitectónica de quinientos años de antigüedad, renovada con gusto. Ahora sus habitaciones están ocupadas por familias burguesas sirias desplazadas de Alepo, de la periferia damascena, de localidades del Guta oriental como Duma, Jarasta, Jobar, atravesada por el frente, entre el ejército y los rebeldes jihadistas del Nosra, donde hay una sinagoga, considerada una de las más antiguas del mundo, que data de cinco siglos antes de la era cristiana.

Alrededor de la alberca, de noche iluminada de farolillos de colores, se graban a veces imágenes de seriales televisivos, se organizan fiestas nupciales, o encuentros de jóvenes, gente guapa de ambos sexos, que como el grupo de aficionados a la salsa se desahogan entregándose con pasión al baile, hasta el anochecer. Los somatenes o milicianos del barrio, ven pasar a chicas con minifaldas y altos tacones, por este enjambre de callecitas muy difícil de atravesar en automóvil. En Bab Tuma hay restaurantes como L’Oriental, cabe al pariarcado griego católico o melquita, donde los fines de semana se celebran alegres banquetes de boda con bailes desenfrenados. Todo el mundo se ha acostumbrado, como pasara en Beirut durante sus largos años de guerra, a las explosiones, a los vuelos a veces rasantes de los aviones de combate sobre posiciones de los insurrectos.

Muchos jóvenes están angustiados porque deben entrar en filas. Hay soldados que desde hace cinco años sirven en el ejército y tienen que ser remplazados rápidamente. He conocido a hombres de treinta y ocho años que, agotados sus aplazamientos militares, deben empuñar las armas irremediablemente. Otros sirios están percatados de que tienen que cumplir su deber para salvar la patria.

El barrio se encuentra a pocos kilómetros del frente y los rebeldes ijhadistas del Nosra consiguen con sus cohetes bombardear a veces el vecindario, como el otro día que estallaron varios proyectiles. Fue en Bab Tuma donde por vez primera viví en Damasco. Y en el verano de 1966, cuando todavía no era corresponsal en Oriente Medio, publiqué la primera crónica sobre este barrio tan entrañable, el barrio de mi apostólico patrón.

LA VANGUARDIA