«En el principio fue la nación»

Si la alianza de gobierno entre la rutilante izquierda antagonista y el neoconservadurismo xenófobo griego supone, se mire como se mire, un atentado de lesa coherencia, valga, al menos, el inopinado maridaje heleno para capturar la siguiente paradoja histórica: el izquierda internacionalista, en la Unión Europea de 2015, no puede ser sino nacionalista y estatista.

O, si se quiere: ante el poder no democrático de la troika, el soberanismo estatista es, hoy, la estrategia más plausible, si no una condición de posibilidad, para futuros ejercicios de soberanía popular, entendida ésta incluso en términos libertarios, de autogestión del patrimonio común.

La coalición entre Syriza y ANEL es hija de la amarga constatación práctica que, cuando el sujeto de ‘cracia’ deja de ser el ‘demos’ nacional, las bondades de los procesos posbélicos de integración europea no compensan el riesgo de convertirse en una colonia de la oligarquía financiera, para unos, o de la helenófoba prepotencia germana, para los demás.

La izquierda heteróclita ganadora de las elecciones y la seta electoral y reaccionaria que la complementa comparten, pues, la energía moral de los nacionalismos de liberación, y está claro que esto -la perspectiva común de liberarse de la ‘deutocracia’- ahora les basta. Como si se tratara de una intempestiva lección sobre la genealogía de la democracia, el atentado de lesa coherencia política cometido por Syriza nos revela, bíblicamente, «al principio fue la nación».

TRIBUNA CATALANA