Efervescencia nacionalista

¿Qué tienen en común partidos como el xenófobo Frente Nacional francés, el antieuropeo UKIP británico, la extrema izquierda griega de Syiriza o el regeneracionismo español de Podemos? Parecería que poco, más allá de que son fuerzas emergentes en un contexto de profunda crisis de las clases medias y que están agrietando los sistemas tradicionales de partidos. Van de un extremo ideológico al otro, algunos tienen una larga tradición mientras otros se han creado hace cuatro días, defienden proyectos políticos contrapuestos… Eso sí, son partidos con liderazgos fuertes. Por eso son cualificados, despectivamente, como populistas. Pero lo llaman populismo cuando en realidad son nacionalistas. ¿O no es nacionalismo enfrentarse al ‘diktat’ de Alemania, reclamar la devolución de la soberanía británica cedida a Bruselas, o defender el retorno del franco y la preeminencia del Parlamento y la legislación francesas? El ‘establishment’ no quiere aceptar su nacionalismo de Estado y, en si calificáramos a estos partidos emergentes de nacionalistas, quedarían ellos mismos retratados.

El primer ministro francés, Manuel Valls, fue transparente en la inauguración de la MAT, la línea transfronteriza de muy alta tensión. Dijo que es contrario al soberanismo porque debilita el poder de los Estados. Mientras, Rajoy mareaba la perdiz con si es necesario unir y no separar y otros tópicos del mismo estilo. Quizá el presidente español no es del todo consciente de su nacionalismo. Que tanto si el enemigo es exterior como si es interior, tanto si critica las sentencias europeas como si lamina el poder de las comunidades autónomas lo que practica su gobierno y su partido es nacionalismo de Estado. Pero no es el único. El Estado francés es el más reacio a avanzar hacia una Europa federal, mientras el gobierno británico plantea un referéndum para salir de la UE y Alemania está aprovechando la crisis para hacer prevalecer en Europa sus intereses económicos nacionales. Y todos juntos no dudan en estigmatizar de un modo u otro la inmigración, por si acaso. Los populismos sólo proclaman de la manera más radical y desacomplejada un nacionalismo que los Estados ya practican de manera más sutil.

Que esta estrategia vende lo demuestran algunos resultados electorales y todas las encuestas. Si incluso un partido tan centrado y tan centrista como Ciudadanos basa el ascenso en su radical nacionalismo español y la inestimable ayuda de El País, por algo será.

EL TEMPS