Cambio climático

La Iglesia de Inglaterra ha decidido incluir el carbón térmico y las arenas asfálticas -dos de los combustibles fósiles más intensivos en emisiones contaminantes- en la lista negra de sus inversiones. Dicha organización, cuyo portafolio inversor supera los 12.500 millones de euros, ha acordado poner en venta participaciones por un valor de más de 16,5 millones de euros, correspondientes a compañías que obtienen más de un 10% de sus beneficios de la extracción de los dos combustibles citados ¿El motivo? Según el obispo de Salisbury: «El cambio climático constituye el asunto moral más apremiante de nuestro tiempo».

Por otra parte, el papa Francisco está propiciando el debate sobre el cambio climático en el seno de la Iglesia católica. Científicos, personalidades religiosas y destacados políticos se han reunido recientemente en el Vaticano, con el propósito de debatir la ciencia del calentamiento global y los peligros que este supone para los habitantes más desfavorecidos del planeta. Una reunión que se inscribe en los trabajos preparatorios de una encíclica que el Papa quiere tener lista para este verano, como preámbulo a las negociaciones de las Naciones Unidas del mes de diciembre en París. Las convicciones del Santo Padre sobre el cambio climático quedaron explicitadas a principios de este año, tras afirmar que los humanos, como principales responsables del actual proceso de calentamiento global, habíamos «abofeteado a la naturaleza en plena cara».

La reunión comentada ha sido la primera que ha congregado en el Vaticano a científicos y líderes religiosos de diversas confesiones. Entre veinte y veinticinco representantes del protestantismo, Iglesias ortodoxas, Judaísmo e Islam, compartieron sus opiniones con otros tantos científicos, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella. Todos los participantes fueron requeridos a firmar una declaración destacando que «el desarrollo sostenible supone un imperativo, moral y religioso».

Este tipo de mensajes pueden ser claves para que las políticas de reducción de emisiones sean aceptadas por la opinión pública. Los políticos sólo llegarán a acuerdos vinculantes si están convencidos de que una mayoría de la población está preocupada por el calentamiento global. Y esto probablemente pasa por subrayar la fuerte componente ética del problema.

Entre los argumentos morales para la lucha contra el cambio climático cabe citar el, ya clásico, de que la sociedad tiene el deber de preservar el planeta Tierra para las generaciones futuras, pero otro, quizás más impactante, es que los 3.000 millones de habitantes más pobres del globo, que tan sólo representan cerca del 5% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero de la humanidad, son los que están condenados a sufrir, de forma completamente desproporcionada e injusta, los previsibles efectos devastadores del cambio climático.

Obviamente, las noticias comentadas han generado preocupación en diversos círculos financieros y empresariales. Hasta ahora, el debate sobre el cambio climático había quedado circunscrito a los campos de la ciencia y la política, pero todo indica que la discusión se va a ampliar al ámbito moral y de las creencias religiosas.

La Vanguardia