Declive y caída del Imperio Nipón

Tokio será la sede de los Juegos Olímpicos del 2020. La satisfacción de ser elegida, sin embargo, se está convirtiendo en una pesadilla para los organizadores. En primer lugar, porque se ha detectado un problema muy sorprendente: no se había previsto que el nuevo estadio olímpico hubiera un pebetero olímpico. Parece mentira, ¡algo tan simbólico! El caso me recordó aquel rascacielos de 47 plantas de Benidorm sin ascensores de la planta 20 hacia arriba. Después tuvieron otro problema: el emblema olímpico tuvo que retirarse y hacerse de nuevo porque se parecía demasiado al del Teatro de Lieja.

Hay más problemas, pero si se tratara de una serie de inconvenientes sólo alrededor de los Juegos Olímpicos no valdría la pena dedicar un valioso espacio del diario. Si hablo es porque el asunto concierne a la forma de ser fundamental de Japón actual. Veamos algunos casos más.

La marca de electrodomésticos mundialmente famosa Sharp se vendió totalmente a la compañía taiwanesa Hon Hai. El gobierno japonés quería salvarla pero no pudo por el elevado precio que ofrecía Hon Hai. Otra marca prestigiosa, Toshiba, tampoco iba bien y tuvo que vender la sección de productos de línea blanca a la Midea Group, de China. Esto demuestra que los electrodomésticos japoneses, así como los productos informáticos, han perdido competitividad internacionalmente.

Takata Corporation, uno de los principales fabricantes principales de airbags del mundo, fue denunciada porque sus airbags no funcionan adecuadamente: incluso causaron víctimas mortales, en algunos casos. Por otra parte, se detectó que los bloques de unos pisos construidos por una importante empresa en Yokohama están visiblemente torcidos porque los cimientos no estaban bien hechos.

El sector automovilístico, que era el fuerte de la industria japonesa, no es una excepción, como demuestra una carta al director de un periódico que decía: «Llevé un coche de una marca nacional durante 9 años. Durante este periodo, experimenté nada menos que ¡cuatro llamadas a revisión! Esto no había pasado nunca con los coches anteriores que había tenido…» Sí, efectivamente: todo esto antes no habría pasado.

Japón se recuperó de la derrota de la Segunda Guerra Mundial rápidamente y durante las décadas de los 50, 60 y 70 realizó una expansión económica casi milagrosa hasta llegar a ser la segunda potencia económica mundial. De hecho, un prestigioso economista estadounidense escribió un libro que se titula ‘Japan as number one’ en 1979.

Al principio los productos japoneses, tales como transistores y coches pequeños, eran considerados baratos y malos. Sin embargo, gracias a la diligencia de los trabajadores, que fueron llamados animales económicos, las industrias niponas fueron adquiriendo la fama de ser fabricantes de productos de una calidad excelente. O sea, la calidad ha sido siempre el núcleo de la prosperidad de Japón, y es esta cualidad la que se está deteriorando precisamente.

Todos los japoneses sienten que algo va mal, pero no saben por qué. ¿Los trabajadores ya no son tan diligentes como antes? ¿La gente está demasiado acostumbrada a la vida cómoda? ¿Los jóvenes no ven claros los objetivos de la vida? Todo puede ser cierto, pero nadie sabe cómo se puede reavivar el Japón poderoso.

El gobierno japonés de Abe está intentando sacar al país de la crisis económica con una serie de políticas llamadas ‘Abenomics’: intereses bancarios muy bajos, eliminación de controles gubernamentales sobre actividades económicas, promoción de inversión pública… A pesar de todo, tras dos o tres años, no se observan muchas mejoras. ¿Pero se trata realmente de una cuestión técnica de este tipo?, me pregunto. ¿No se debería enfocar la realidad desde otros ángulos? Por ejemplo, ¿y si la enfocamos desde el punto de vista histórico y lo consideramos como el declive y la caída de un imperio, aunque sea uno modesto?

La ‘Historia de Heike’, escrita en el siglo XIII, comienza así: «La campanada del Templo de Jetavana-Vihara parece decirnos que todo cambia de un momento a otro. El color de las flores de camelia, que caen en una noche sin marchitarse, parece enseñarnos la verdad de que los que prosperan decaen sin falta algún día. Los orgullosos de su éxito no duran mucho, justamente como el sueño de la noche de la primavera…»

Quizás los japoneses deberían hacer caso a este autor anónimo y plantearse otra forma de ser en vez de agarrarse al sueño imposible de la noche de primavera. En todo caso, los primeros Juegos de Tokio, en 1964, simbolizaron la recuperación de Japón, y los de 2020 sirven para ilustrar su decadencia. Que irónica es la historia…

ARA