Andrew Keen: ‘Hemos cambiado nuestra libertad por la economía de las cosas gratuitas’

Entrevista al empresario y autor del libro ‘Internet no es la respuesta’

 

Andrew Keen, empresario y autor, es una voz muy crítica con el internet actual. En su último libro, ‘Internet no es la respuesta’ (Catedral), vuelve a advertir, como Jaron Lanier o Nicholas G. Carr, de los peligros del actual diseño de la red. No habla por hablar: vive en Sillicon Valley, donde ha trabajado para varias empresas tecnológicas, algunas de las cuales fundadas por él. Keen, historiador de formación, nació en Inglaterra. Esta semana está en Cataluña para presentar su nuevo libro. Recibe a VilaWeb en el vestíbulo de un hotel del centro de la ciudad.

 

-¿Cuáles son los grandes peligros de la red actual?

-Hay cuatro grandes peligros, y no únicamente teóricos. Tenemos la economía de la vigilancia porque hemos cambiado nuestra libertad por la economía de las cosas gratuitas. Damos información a cambio de servicios, a cambio de estar vigilados de una manera u otra. En segundo lugar, el impacto de la tecnología en el mercado de trabajo: coches que se conducen solos, etc. Esto dejará a mucha gente sin trabajo. Mucha. En tercer lugar, estamos en una economía donde el ganador se lo lleva todo, lo que hace crecer la desigualdad económica y cultural. Es cierto que la desigualdad no se explica sólo por la tecnología, pero sí es un factor clave. En cuarto lugar, la creación de una cultura basada en el narcisismo, la basura y el cebo de los clics, lo que hace que cada vez estemos menos informados sobre el mundo. Y este es uno de los fundamentos del éxito de gente como Donald Trump.

 

-Si Facebook es gratis, ¿cómo hacen dinero?

-De entrada, dejemos claro que Facebook no es orwelliana. No nos quieren controlar, no están detrás de ningún control ideológico. Y también es una equivocación creer que hay una persona en Facebook que te espía a ti en concreto. No lo hacen. Pueden espiar sin personalizar. ¿Cómo hacen dinero? Mira, a través de Facebook saben si la gente hace más ‘me gusta’ en fotografías con camisetas verdes o con camisetas rojas. Venderán esta información a los fabricantes de camisetas. O Google. Si volamos con United Airlines, nos pondrán anuncios de United Airlines en el correo. Así hacen dinero. Eric Schmidt, de Google, me dijo que nos conocen más ellos que lo que nos conocemos nosotros mismos. Hoy Google no es un motor de búsqueda. No es una empresa tecnológica. Es una empresa de publicidad. A mucha gente, esto le da miedo. En el futuro, ¿qué sabrán las compañías de seguros sobre nosotros? ¿Y los gobiernos? Sabrán si tenemos enfermedades serias, si hemos ido a hacernos pruebas en el hospital por enfermedades de transmisión sexual, o si acabamos de ponernos en contacto con un abogado para un divorcio. Google no es el demonio. No lo es. No son mala gente que nos quieren destruir la vida. Pero hemos hecho un pacto con el diablo y le damos información gratuita. No pagamos en Google, ni en Facebook. Y ellos la única manera que tienen de hacer dinero es monetizando nuestra información. Para utilizar el tópico, que es verdad: el producto somos nosotros.

 

-¿Cuál es el siguiente paso que veremos en internet?

-Descubrir las soluciones. Tenemos dos opciones: que la tendencia actual se acentúe, lo que sería muy peligroso. La inteligencia artificial, realidad virtual, el internet de las cosas, las impresoras 3D. Esta nueva ola de revoluciones tecnológicas pueden hacer que la red sea cada vez más capital en nuestras vidas. Y también en el sector automovilístico, en la educación y en el gobierno. Si las cosas de las que advierto (desigualdad, desempleo, decadencia cultural, vigilancia) empeoran, pues es un desastre. Pero soy de los que creen que todavía podemos cambiar el futuro. Y aquí entra la segunda opción: que encontremos las soluciones. En mi próximo libro, hablaré de eso. Voy trabajando. No hay ninguna varita mágica. Pero sí quiero decir una cosa: que yo crea que la solución no es la tecnología, no quiere decir que la solución sea antitecnològica.

 

-¿Y qué soluciones hay?

-La tecnología no es ninguna solución. Ya lo deberíamos saber, a estas alturas. La solución tiene que ver con nosotros mismos controlando el futuro y mirando por nuestro interés. La solución es autorregulación, más responsabilidad, líderes empresarios más responsables, regulación gubernamental y compromiso cívico. No queremos empresas millonarias que controlen nuestra información y expulsar la creatividad de nuestro mundo. Creo que la opinión va cambiando. Hay otra hornada de empresarios, pensadores, que ha dicho basta. La solución no es prohibir Google o Facebook. Sería absurdo. Pero sí deberíamos rediseñar la red.

 

-Si los robots trabajan, nosotros tendremos que encontrar otra manera de ganarnos la vida.

-Es una pregunta increíblemente importante. Un tema clave. No estoy seguro de que hacer pagar impuestos a las empresas sea la solución. Ciertamente, sí creo que la esfera pública debería intervenir. Una salida podría ser la renta mínima garantizada. En Finlandia, de donde vengo, han tomado la iniciativa y lo estudian. Canadá también se lo piensa. Aquí la cosa interesante es que cada vez hay más inversores como Albert Wenger, de Unions Squares Ventures, que ven que la pérdida de empleo es realmente grave. Y que si vamos hacia no ganarnos la vida trabajando, ¿cómo lo haremos? Creo que la renta mínima garantizada será cada vez más una cuestión política fundamental. La pregunta es ¿cómo se paga? Pero lo tenemos sobre la mesa. ¿Qué haremos con los taxistas cuando haya coches autoconducidos? ¿Y de los camioneros? Y de los robots que limpian y cocinan, ¿cómo transformarán los servicios de limpieza y de cocina actuales?

 

-Hay gente que dice que cada generación se encuentra que la tecnología nueva elimina trabajos, pero crea otros nuevos.

-Pero es que los nuevos trabajos no son nada claros. Algunos habrá, cierto. No soy apocalíptico. No creo que los robots nos acaben mandando. El problema es que es muy difícil el imaginarse el futuro. Creo que siempre habrá lugar para los emprendedores y la tecnología. No todo el mundo perderá el trabajo. Pero con sólo que se tenga un 20%, 30%, 40% de desempleo, ¿qué harás? La cuestión ya no es tecnológica, es política. Pero a estas alturas esto sólo está en la periferia. Aunque no es central. Bernie Sanders lo demuestra.

 

-¿Bernie Sanders? ¿Cómo?

-Sanders se centra en Wall Street. Wall Street es el demonio. No sé si estoy de acuerdo al cien por cien. Pero sí digo que el siguiente Bernie Sanders, dentro de cuatro u ocho años, no pintará a Wall Street como el demonio. Pintará como el demonio a Sillicon Valley. Y a las máquinas inteligentes. Entonces sí que querrá decir que los peligros de la tecnología son primordiales. Ahora, todavía no.

 

-¿Cuál es la estrategia siguiente en Google?

-Google une las ramas de sus servicios, ahora. Google es un buscador, tiene gran parte del mercado de móviles con Android, controla los mapas a través de GoogleMaps, Gmail, YouTube. Ahora trata de unirlos todos. Si ya saben mucho de nosotros a través del buscador, imagínate qué sabrán sumando la información que damos en Youtube, Android, Gmail, mapas y correo a la vez. Hace poco anunciaron que pondrían anuncios en los mapas. Querrá decir que cada vez que lo usemos pasarán cosas como esta: quizás pasamos por delante de un restaurante, sabrán si hemos ido o no, y quizás recibiremos una llamada al móvil. Es un ladrillo más en el muro, que decían los Pink Floid. No es el ladrillo final, pero inevitablemente es una pieza que nos espía. Hay un nuevo buscador en Alemania, que se llama Clicks, una start-up, que quieren hacer lo contrario; un buscador que no consiga información del usuario. Y esto es básico, especialmente en Europa, que da miedo. Al menos en los Estados Unidos tienen la competencia del buscador Bing. ¿Pero aquí? En el sur de Europa se debe quedar el 90% de la cuota de mercado. No tiene competidores.

 

-¿Qué es lo que le ha impresionado más en el mundo de Sillicon Valley?

-Pequeño Thiel. Confirma nuestros peores miedos. Un hombre muy listo, que acumula grandes cantidades de dinero. Un hombre al que podemos admirar por su inteligencia, su manera de escribir y su carrera empresarial, sin duda. Pero en el libro advierto sobre Thiel: es el tipo de libertario presuntuoso que todos tememos. Y muy poderoso. La semana pasada llevó a los juzgados a Gawker, la revista sobre noticias del corazón de los famosos. Los persigue. Y sabemos que Thiel financió el caso legal de Hulk Hogan, el luchador de lucha libre, contra Gawker. Gawker perdió el caso y ahora quizás tiene que pagar cientos de millones de dólares. Se hundiría. Pues Thiel financió la batalla legal de Hogan con más de diez millones de dólares. Y todo porque Gawker escribió que Thiel era homosexual. Se ofendió muchísimo. Y ahora se toma revancha a través de Hulk Hogan. Trate barrer Gawker. ¿Y si lo consigue? Me preocupa muchísimo, porque es un ejemplo del nuevo poder de Silicon Valley. Un poder que no tiene que pasar cuentas. Aquí tienes un millonario, que es tan brutalmente emocional que utilizará sus millones de dólares para destruir la libertad de prensa porque alguien ha escrito algo que lo ha ofendido. Tal vez yo seré el siguiente: yo he sido abiertamente crítico con él. Por suerte no tengo grandes cadáveres escondidos en el armario, pero, ¿y si los tuviera? ¿Quién me dice que no tiene un equipo rebuscando por las páginas de libros críticos con él?

 

-Cómo es Sillicon Valley, desde dentro?

-Cada vez hay gente más que ve problemas, tal como van las cosas. Y creo que es una equivocación pensar que en Silicon Valley todo el mundo piensa igual. Como en todas partes, hay diversidad. Encuentras gente preocupada por la desigualdad, falta de responsabilidades, etc. Lo ves con la reacción al caso de Peter Thiel. Algunos aplauden que quiera tumbar Gawker, y otros ven que es peligroso que alguien con tanto dinero pueda hundir un diario. Imagínate que fuera el New York Times o el Washington Post. Quiero decir que Silicon Valley es un término que se puede utilizar de muchas maneras.

 

-¿Utiliza el navegador Tor, que permite navegar anónimamente?

-No. Pero quizá debería hacerlo. El problema con los programas de cifrado es doble. Por un lado, me parece perfecto. No quiero gente espiándome. Por otra parte, Internet debe ser un lugar donde poder pedir cuentas. Quién ha hecho qué. Y con el cifrado, no es que se aliente a vivir fuera de la ley, pero sí la falta de responsabilidad. Y cuando vas a redes donde la gente es anónima ves como se comportan de manera muy cruel, llenos de odio contra las mujeres, las minorías, o las orientaciones sexuales. No soy un gran partidario del cifrado como solución. Aunque parezca extraño, necesitamos dos cosas: responsabilidad y cifrado. ¿Cómo se consigue? No es nada claro.

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