Nacionalismo español

El nacionalismo español existe, a pesar de que una de sus extravagantes características sea negar su propia existencia. Una de las novedades de este inicio de curso es un libro que debería convertirse en troncal, escrito por Francesc Puigpelat: ‘Breve historia del nacionalismo español’. Una obra que aunque no lo parezca no es un libro de historia, sino un ensayo que revela uno de los secretos mejor guardados de la política española. La existencia del oficialmente inexistente nacionalismo español. Un nacionalismo que no sólo existe, sino que tiene unas raíces más profundas de lo que usted, que ya se imaginaba que existía, se pueda imaginar. Un libro imprescindible para entender el momento actual porque recalca la magnitud del cambio de paradigma que hay desde 2012, cuando el catalanismo, harto de fracasos para cambiar un concepto de Estado basado en el nacionalismo español, decide que el único camino es la separación. Imprescindible para que se entiende mejor que si no hay terceras vías es porque el nacionalismo español, de derechas e izquierdas, no las puede aceptar de ninguna manera (y Pablo Iglesias el Nuevo no es más que una repetición de la «conllevancia» de Azaña, el Felipe de Suresnes y la insoportable levedad del ser Zapatero). Y para que se ponga de relieve el cambio de rasante que significa que, con origen en Cataluña, sólo se haya aceptado como proyecto para todo el Estado el nacionalismo español de Ciudadanos, 30 años después del fracaso de la Operación Reformista de Miquel Roca. Efectivamente sólo hay tres opciones: o la asimilación, o la cansada «conllevancia» orteguiana o la independencia. Pero un Estado compuesto de verdad, una relación de igual a igual entre Cataluña y la España de matriz castellana, no puede ser y además es imposible. Porque el nacionalismo español hace dos siglos que intenta argumentar la idea peregrina de que España es una gran nación, no ya desde los visigodos, sino desde la edad de hierro.

EL PUNT-AVUI