Las sociedades abiertas europeas y sus enemigos

El pasado 22 de agosto participé en el seminario «Europa y el Islam» dentro de la programación de la Universidad Catalana de Verano. Ese es el resumen, revisado, de mi intervención en la primera de las charlas que hice.

 

INTRODUCCIÓN

Las reflexiones dispersas que expongo a continuación constituyen sólo una aproximación a las tendencias del pensamiento político contemporáneo comunes a toda Europa tratadas desde una perspectiva nacional catalana y con la voluntad de aportar elementos al debate constituyente que acompaña el proceso soberanista en curso en nuestro país.

El racionalismo crítico y autocrítico propugnado por karl Popper es un método plenamente vigente para demostrar la irracionalidad de los planteamientos dogmáticos, utópicos, teocráticos en boga en el mundo occidental y también, por tanto, en Cataluña en un momento crucial, tal vez, en la historia del nuestro país.

Karl Popper (Viena, 28 de julio de 1902 – Londres, 17 de septiembre de 1994), filósofo y sociólogo, fue uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX en Occidente. Judío austríaco fugitivo del nazismo, escribió durante la Segunda Guerra Mundial (concretamente entre los años 1938 y 1943, residiendo en Nueva Zelanda), uno de los libros capitales del pensamiento político contemporáneo, «The open society and its enemies» («La sociedad abierta y sus enemigos»), publicado en 1945 y aún hoy inexistente en versión catalana, a pesar de que su autor fue Premio Internacional Cataluña 1989 (1)

En esa obra contrapone el liberalismo, pragmático y evolutivo, a los sistemas totalitarios, cerrados y abstractos, como el nazismo y el comunismo sin hacer mención explícita a los acontecimientos coetáneos procurando una omnicomprensión global de los totalitarismos.

La ausencia de eco intelectual y político (2) de la obra de Karl Popper en nuestro país es indicativa de la hegemonía ideológica de un progresismo abstracto, a menudo banal, de raíces totalitarias (3) esencialmente refractario al especulación filosófica que sitúa en el centro de su reflexión la libertad de las personas y los pueblos. Aquí radica, pues, la incapacidad para captar desde Cataluña -y mirando en nuestra misma casa- las causas de la emergencia de viejos y nuevos totalitarismos y la dificultad para construir un proyecto de sociedad nacional autocentrado, específico y viable, que pugne por una Cataluña libre de la dominación política de sistemas totalitarios.

A pesar de ese contexto cultural adverso, la obra de Karl Popper es plenamente vigente y sirve para explicar la confrontación entre las democracias de corte occidental y los regímenes totalitarios que surgieron de esa misma Europa en el siglo pasado iniciando procesos autodestructivos que tienen continuidad en ese siglo que empieza con la emergencia en suelo europeo de un tercer totalitarismo: el islamismo global que se inserta en los precedentes fascista y comunista.

 

I.- ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO DE KARL POPPER

Baltasar Porcel se preguntó: «¿Existía entre nosotros Karl R. Popper? Poco en el comercio cultural vivo o encarnado en personas. Sobre todo existía poco en Francia y, en consecuencia político-ideológica, en España. Y sin duda en Cataluña, donde el pensamiento marxista había absorbido la mayor parte de mentes y energías, dejando el resto de opciones y filosofías en el limbo o el desprestigio, exceptuando una temporada al existencialismo y otra a la, digamos, contracultura, en los alrededores del 70.

Popper flotaba en los limbos mayoritarios o sufría un desprestigio minoritario por «reaccionario», a pesar de que una serie de especialistas lo conocían bien, pongo por caso Jesús Mosterín en Barcelona, en cuanto a filósofo de la ciencia, o Pedro Schwartz en Madrid, sobre todo en su carácter de pensador político» (4).

Los pocos filósofos catalanes que se han detenido en la obra del gran pensador austriaco son Juan Garcia (5) y el otro, Ramon Alcoberro, de quien extraigo esos párrafos: «En su teoría política, Popper emplea dos conceptos básicos: sociedad abierta y sociedad cerrada. No se deben comprender como entidades históricas concretas, sino como tipologías o modelos teóricos. Son reconstrucciones, parcialmente utópicas, de la realidad histórica, extrapolados a partir de elementos considerados típicos de esta realidad. Ambos conceptos no son estrictamente originales de Popper: anteriormente ya los había usado el filósofo francés Henri Bergson, pero es Popper quien los ha definido y divulgado tal como hoy se usan en todas partes.

Sociedad cerrada es toda sociedad no-democrática y, más específicamente, las sociedades totalitarias (fascismo y comunismo). Se caracterizan porque no hay libertad de crítica. Son sociedades que pretenden detener el tiempo y llegar a un estadio supuestamente «perfecto» en su desarrollo (la aristocracia y el filósofo-rey de Platón, el comunismo de Marx…). En este tipo de sociedades se predica la sumisión del individuo al Estado y el sometimiento de las generaciones a las generaciones futuras. No se admite la crítica y se rigen por la tradición, por la doctrina oficial indiscutible o por la sabiduría iluminada de los dirigentes. No admiten el progreso científico, porque imposibilitan la crítica que es la condición fundamental del progreso. Una sociedad cerrada sería, por ejemplo, la de la novela ‘1984’ de Orwell o la soviética que enviaba a los disidentes al Gulag.

Sociedad abierta es la sociedad democrática de modelo occidental, es decir, con libertad de expresión, democracia participativa y economía de libre empresa. Su característica fundamental es que propugna y alienta la iniciativa individual. En una sociedad abierta a los individuos que la forman tienen que ser, de modo inseparable, libres y responsables de sus actos.

En el libro ‘El porvenir está abierto’ (6), la define así:  «Con la expresión sociedad abierta pretendo designar no tanto una forma de Estado o de Gobierno, cuanto más bien un tipo de convivencia humana en la que la libertad de los individuos, la no-violencia, la protección de las minorías y la defensa de los débiles constituyan unos valores primordiales. Y en las democracias occidentales estos valores constituyen la cosa más natural del mundo para la mayor parte de las personas» (página 90).

Una sociedad abierta no es de ninguna manera una sociedad perfecta, al contrario: precisamente porque hay libertad, hay también tensiones, intentos de imponer ideas y pugnas entre personas e intereses. Pero la característica básica es que estas tensiones se pueden resolver con libertad. En la sociedad abierta el Estado no es un adversario de los derechos individuales sino que su función es precisamente respetar el pluralismo y el debate de ideas del que sale el perfeccionamiento social. La sociedad abierta tiene una característica básica en común con la ciencia: es imperfecta pero perfectible a través del debate y de la crítica.

Popper es radicalmente occidentalista. Sólo Occidente (la herencia griega) es una auténtica sociedad abierta y por ello los pueblos del tercer mundo progresan en la medida que se acercan al modelo occidental de vida: “Nuestras democracias occidentales constituyen el ordenamiento social más justo que ha habido a lo largo de la historia; y lo son porque constituyen el ordenamiento social más predispuesto a la reforma y más autocrítico que existe” (obra citada, pàgina 197).

Pero la sociedad abierta está amenazada por dos peligros: el dogmatismo y el utopismo, que son dos formas del historicismo. Algunos filósofos (Platón, Hegel, Marx) han creído que la historia es inexorable y camina de una manera predeterminada hacia algún tipo de punto-y-final. Esto ha provocado dogmatismos (creer que sólo hay una única forma de desarrollo social o de camino hacia el futuro) y utopismos (representaciones ideales de sociedades supuestamente perfectas). «La sociedad abierta no es irreversible: se puede perder o desperdiciar si se cae en estos errores y no se mantiene una actitud crítica constantemente» (7).

El mismo Karl Popper en su discurso de clausura del simposio «Mutación del sistema de valores en las sociedades europeas y magrebíes», organizado en Barcelona por el Instituto Catalán de Estudios Mediterráneos, en noviembre de 1991, hizo una síntesis actualizada del su pensamiento, «La sociedad abierta hoy: los límites de un gran éxito». Las victorias aliadas en las dos Guerras Mundiales fueron también triunfos de las sociedades abiertas implantadas justo después de 1945, salvo en el bloque soviético y el mundo islámico. El colapso del sistema comunista en la URSS y su transfiguración en China abrió nuevas perspectivas para su ampliación a finales del siglo XX pero observa un factor endógeno que lo frena: «Entre los políticos occidentales aún hay muchos que, a pesar de ser bien intencionados, se sienten profundamente intimidados por la ideología pesimista dominante. Hasta el punto de que no tienen una fe suficientemente firme en la fortaleza de la sociedad abierta de Occidente que les permita renunciar a las ideologías.

Creo en las tremendas posibilidades de la democracia basada en la sensatez. Para reformar nuestro sistema parlamentario de partidos, los partidos deberían competir con base en la decencia y logros reales. Las ideologías y las contraideologias no se podían evitar mientras el marxismo gozaba de una amplia fe, ya sea como teoría creíble, con unos objetivos que parecían humanitarios, ya sea como lucha en favor de los desvalidos. Ahora, sin embargo, se ha hecho patente que el poder marxista corrompe, y que el poder absoluto marxista corrompe absolutamente, remedando lo que decía, con toda la razón, Lord Acton sobre el poder.

Y así resulta muy claro que el objetivo político de todos nosotros debe ser la contención del poder más que su consecución; el control del poder y la resistencia al poder más que su utilización al servicio de algunos propósitos ideológicos» (8).

La obra de Karl Popper presenta puntos débiles y criticables, sobre todo cuando descalifica radicalmente la idea misma de nación, el nacionalismo y, por tanto, también el derecho de autodeterminación de los pueblos incluso en su acepción liberal derivada de la declaración del presidente de los USA Woodrow Wilson de 8 de enero de 1918. Pero tiene el mérito de haber divulgado acertadamente una noción clave para definir políticamente la forma de civilización occidental como «sociedad abierta», un término más adecuado que las denominaciones precedentes «sociedad capitalista» o «sociedad de libre mercado».

Sobre ese fundamento se pueden interpretar los movimientos involutivos en el seno del mundo occidental (como el retorno al proteccionismo de los estados-nación contra el europeísmo comunitario o los emergentes nacional-populismos autoritarios) y confrontarlo con las diversas variantes de sociedades cerradas que pugnan con el modelo occidental.

Hay que hacer notar también que algunos de los que se reclaman continuadores del pensamiento de Karl Popper trabajan, a menudo, contradiciendo en la práctica los valores que dicen defender, como es el caso del magnate judío estadounidense George Soros que ha bautizado precisamente su fundación con el nombre de Open Society.

 

II.- CRISIS E INVOLUCIÓN DE LAS SOCIEDADES ABIERTAS

Las previsiones históricamente optimistas de Karl Popper, sin embargo, no se están cumpliendo en los términos que previó, dada la capacidad de reacción demostrada por los diversos sistemas sociales cerrados que pugnan por desalojar la civilización occidental de su vocación universalista. Un reciente estudio de la IFDS (9) analiza la evolución de las sociedades abiertas tras la caída del muro de Berlín en 1989, cuando con el derrumbamiento del sistema soviético se dio un nuevo impulso a la democratización mundial para concluir que tanto EEUU como la UE actúan a la defensiva ante las agresivas políticas multidimensionales de los diversos regímenes basados en un orden cerrado cediendo a la presión combinada de erosión y reducción del espacio democrático.

Una primera reacción involutiva empezó a emerger alrededor del año 2005 cuando una serie de regímenes autoritarios incrementaron las medidas represivas contra la oposición interna en estados como Rusia, Venezuela o Zimbabwe. Esa tendencia se ha intensificado en una segunda fase iniciada recientemente con la acción coordinada y expansiva de los grandes estados autoritarios; China, Rusia, Kazajstán, (que Alexander Cooley define como la «liga de los gentlemen autoritarios asiáticos» (10), a los que hay que añadir desde el año pasado a Irán (raíz del acuerdos con el G5+1 sobre desarrollo de la energía nuclear), y más recientemente aún, Turquía (después del contragolpe instrumentalizado por el presidente Erdogan). Todos esos estados tienen el propósito de contener la expansión del modelo de democracia occidental a nivel global impugnando la hegemonía de EEUU y debilitando la Unión Europea y blindar el carácter autoritario de sus respectivos regímenes a pesar de aparentar -no todos- ser sistemas parlamentarios representativos.

En el seno mismo del mundo occidental existen, sobre todo en EEUU pero también en Europa, fuerzas que pugnan por el repliegue interior en detrimento de sostener la globalización del modelo de sociedad abierta occidental. El número 1678 del semanario ‘El Temps’, correspondiente al 8 de agosto de 2016, reproduce un artículo editorial del británico ‘The Economist’ titulado, «Ni derecha ni izquierda: la nueva división política» que en su contenido hace referencia a la contraposición entre el modelo de sociedad abierta o cerrada que está en juego en las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo noviembre personificada en Hillary Clinton y Donald Trump, respectivamente:

«Donald Trump, el candidato republicano, resumió uno de los bandos con su concisión habitual: «Nuestro credo será el americanismo y no la globalización», declaró. Sus diatribas contrarias al comercio también se escucharon en el ala de Bernie Sanders del Partido Demócrata.

Los Estados Unidos no están solos. En toda Europa, los políticos con más fuerza son los que defienden que el mundo es un lugar desagradable y amenazador, y que los países inteligentes deberían construir muros para mantenerse al margen. Argumentos como estos han permitido que se eligiera un Gobierno ultranacionalista en Hungría y otro en Polonia que ofrece una mezcla trumpiana de xenofobia y falta de respeto a las normas constitucionales. Los partidos populistas y autoritarios europeos ahora tienen casi el doble de apoyos que en 2000 y ocupan el Gobierno o forman parte de una coalición de gobierno en nueve países. Hasta ahora, la decisión del Reino Unido de salir de la Unión Europea ha sido el premio más grande de los antiglobalizadores: la decisión, votada en junio, de abandonar el club de libre comercio de más éxito del mundo se consiguió consintiendo cínicamente los instintos de los votantes insulares, lo que dividió a los partidos mayoritarios en dos.

Casi a diario llegan noticias que potencian la atracción de los antiglobalizadores. El 26 de julio dos hombres que declararon fidelidad al Estado Islámico degollaron un cura católico de 85 años en una iglesia de cerca de Rouen. Este es el más reciente de una serie de atrocidades terroristas ocurridas en Francia y Alemania. El peligro es que un sentimiento de inseguridad creciente provoque más victorias electorales de partidarios de un mundo más cerrado. Este es el riesgo más grave que corre el mundo libre desde el comunismo. No hay nada más importante que contrarrestarlo.

Recuerden primero qué hay en juego. El sistema multilateral de instituciones, normativas y alianzas, liderado por Estados Unidos, sostuvo la prosperidad mundial durante setenta años. Permitió la reconstrucción de la Europa de la posguerra, dijo adiós al mundo cerrado del comunismo soviético y, conectando China en la economía mundial, ha generado la mayor reducción de la pobreza a la historia. Un mundo de constructores de muros sería más pobre y más peligroso. Si Europa se rompe en piezas enfrentadas y los Estados Unidos se retiran hacia el aislamiento, el vacío lo llenarán unas potencias menos benignas.

Más adelante dice: «Contrarrestar a los constructores de muros requerirá una retórica más fuerte, políticas más valientes y una táctica inteligente. Primero, la retórica. Los partidarios de un orden mundial abierto deben defender su causa con más determinación. Deben recordar a los votantes por qué la OTAN es importante para los Estados Unidos, por qué la UE es importante para Europa, cómo el comercio libre y la actitud abierta hacia las personas de otros países enriquecen las sociedades, y por qué combatir el terrorismo con efectividad exige cooperación. Hay demasiados amigos de la globalización que se echan atrás, escudándose con la boca pequeña en un «nacionalismo responsable». Sólo unos cuantos políticos -Justin Trudeau, en Canadá, y Emmanuel Macron, (11) en Francia- son lo suficientemente valientes para alzarse en defensa de una actitud de apertura. Los que creen deben luchar por esta causa. »

 

III.- VIEJOS Y NUEVOS totalitarismos EN LA EUROPA CONTEMPORÁNEA: YIHADISMO, Islam-FASCISMO Y Islam-GAUCHISMO

Los totalitarismos de matriz europea fueron derrotados militarmente en 1945 (caso del nazismo) y políticamente en 1989 (caso del comunismo), gracias a la potencia militar y socioeconómica de EEUU (con la colaboración del Reino Unido y el conjunto del mundo anglosajón, países donde no han arraigado nunca las ideologías totalitarias a diferencia de lo sucedido en la Europa continental).

Europa vivió entre 1945 y 1989 el contraste entre los modelos de sociedad abierta y cerrada para reunificarse siguiendo los parámetros occidentales superando los totalitarismos autóctonos de su pasado inmediato. La expansión de la UE (y de la OTAN) hacia el espacio euro-oriental son el resultado de esa tendencia que ahora está cuestionada.

En la parte de Europa no ocupada por el régimen soviético al acabar la Segunda Guerra Mundial renació la vida democrática sobre los restos del nazismo y los regímenes colaboracionistas: el liberalismo, el conservadurismo, el republicanismo, el social-cristianismo, el laicismo, el socialismo democrático construyeron y gobernaron los estados occidentales y las instituciones comunitarias. Hoy de esas ideologías y los partidos que las representaban queda poco rastro en todo el continente, dejando así un vacío ideológico y moral de grandes proporciones que está siendo aprovechado por las tendènccies involucionistas.

El economicismo tecnocrático, el tardocomunismo (llamado anticapitalismo), el pacifismo arbitrario, el autoodio europeo por el pasado colonial, el progresismo abstracto y banal, el antisionismo, el antiliberalismo, los movimientos teocráticos, son ideologías de sustitución carentes de proyectos creíbles y viables. El callejón sin salida de la UE y la pusilanimidad de los dirigentes influyentes a escala continental son el páramo donde han crecido las malas hierbas que combinadas han facilitado el surgimiento de un totalitarismo islámico autóctono europeo que atrae a aquellos que quieren destruir el modelo de civilización abierta, ya sean musulmanes o instrumentalmente conversos al yihadismo (12) .

El fascismo, el nazismo y el comunismo han sido profusamente estudiados y rebatidos hasta el punto de que en las últimas décadas la ciudadanía europea ha vivido confiada en la irreversibilidad de esos regímenes vencidos, protegida por el estado del bienestar y acurrucada bajo los valores del pacifismo, la coexistencia intercultural y la solidaridad (no exenta de sentimientos de culpa) hacia los países del Tercer Mundo que habían sido colonizados por los diversos imperios europeos.

A comienzos del siglo XXI, la crisis económica a escala euro-comunitaria, la quiebra del europeísmo político y la sensación de inseguridad global han trastornado a Europa destrozando las certezas de la post-guerra actuando como detonante de la angustia colectiva la irrupción del terrorismo yihadista que ha desencadenado un serie de fenómenos reactivos de diferente signo.

Karl Popper murió antes de la emergencia del totalitarismo islamista como fenómeno global que aspira a una hegemonía mundial y, por tanto, a la destrucción de las sociedades abiertas occidentales. Se refirió, de paso, en el discurso anteriormente citado al calificar al Oriente Medio como una región atrapada «por una ideología religiosa agresiva» (13), sin llegar a desarrollar un análisis en profundidad.

Si bien el islamismo políticamente confrontado a la modernidad europea nace a principios del siglo pasado en Egipto con la fundación de los Hermanos Musulmanes, no es hasta 1979 cuando el integrismo chiíta se apodera del Estado iraní con el triunfo de la revolución comandada por los ayatolás cuando nace el totalitarismo islámico contemporáneo (14).

Un punto en común entre el suní Hassan el-Bana y el chií Ruhollah Jomeini es la agresiva animadversión contra los referentes anglosajones de la civilización occidental (contra Inglaterra el primero y contra los EAU el segundo), reflejando políticamente la conducta psicológica identificada por Amin Maalouf como un complejo de inferioridad colectivo (15). Significativamente, la envidia y el resentimiento de esas corrientes islamistas se concentra en el modelo anglosajón, más que en el francés, un comportamiento que Karl Popper también señala en el origen del expansionismo prusiano de los siglos XVIII y XIX acomplejado ante la hegemonía imperial británica (16).

El yihadismo sunní contemporáneo tiene un libro clave, de un valor equiparable al ‘Mein kampf’ del nazismo. «Idarattu Attawahhuch» («La gestión de la barbarie», escrito en 2004 y publicado en francés en 2007 por Éditions de Paris). Ramon Sargatal ha hecho una reseña ilustrativa de su contenido: «Esta obra de 248 páginas es un tratado de estrategia militar, política, económica y de expansión religiosa que se revela como la crónica avanzada de lo que está sucediendo. Lo firma Abu Bkr Naji, un teórico de Al Qaeda del que, como ocurre con otros ideólogos de la yihad, se conocen muy pocos detalles biográficos. Algunos investigadores islamistas han llegado a identificar este nombre con un colectivo. Con una gran profusión de análisis historicistas, militares, biográficos y filosóficos, habla de la estrategia que se siguió en Afganistán y de la que se debe seguir en Siria, en Yemen, en Nigeria o en Túnez y da las instrucciones para reclutar el mayor número de jóvenes para la causa y cómo se les debe educar; también de cómo se ha de polarizar la sociedad para que se encuentre en «dos campos antagonistas: una guerra gloriosa o una paz humillante. A uno de estos grupos le es prometido el Paraíso, al otro el Infierno».

Su elogio de la yihad como práctica guerrera y no solamente como camino de superación personal planea por todos los capítulos. Para el autor de este ensayo, «en ningún momento los primeros musulmanes desconectaron la yihad activa de la yihad espiritual. La yihad activa [la práctica guerrera] es la mejor manera de enseñar a los musulmanes los sentimientos espirituales y de exaltación de las almas». La conclusión a la que llega: «Matar para seguir el camino de Alá puede ser fácilmente cumplido mediante la yihad».

El libro apareció tres años después del atentado de las Torres gemelas de Nueva York y muestra cuál es el «camino a seguir para instalar un Estado islámico» una vez analizados minuciosamente los errores cometidos hasta entonces en otros guerras.

Parte de la necesidad de clasificar los estados actuales en dos grupos: por un lado los estados llamados «prioritarios», con la máxima concentración de fuerzas yihadistas y donde será posible instaurar el caos y la barbarie para después gestionarla. En un contexto donde las autoridades no son capaces de restablecer el orden -expone el autor en varios pasajes- la población se volverá hacia los yihadistas para que apliquen la sharia y devuelvan la tranquilidad a las calles.

Por otro lado, también hay estados «secundarios», donde todavía no se dan las condiciones de yihad abierta, caos y barbarie, pero donde ya se puede ir montando un apoyo logístico, santuarios de protección yihadista y campañas mediáticas para atraer más sectores de población. De la etapa de la gestión de la barbarie -en la que se encontraría actualmente Siria, Irak y otros países con presencia importante de yihadistas- debe salir un líder espiritual capaz de unir en una sola bandera los grupos y regiones diseminados, para establecer un Estado islámico». Un pasaje que recuerda marcadamente la proclamación del califato por Al Bagdadi.

El libro, que presenta al islamismo como una tercera alternativa de pensamiento respecto al marxismo y al capitalismo, de ninguna manera puede considerarse un tratado sin fundamentos intelectuales. Al contrario, las exposiciones de Naji, muy documentadas históricamente y bien argumentadas desde su particular fanatismo religioso, apelan continuamente a «la adopción de métodos intelectuales, académicos y de principios militares experimentales» más que al «deseo loable de la juventud de acceder al martirio tan pronto como sea posible» (17).

Hoy, sin embargo, el estudio de las eventuales conexiones entre los diversos totalitarismos (islamo-gauchismo, islamo-fascismo) es abordado de manera inconexa por varios -más bien pocos- intelectuales que sólo indirectamente toman como referencia el pensamiento de Karl popper.

a) Pierre-André Taguieff analiza de manera conjunta los fenómenos políticos emergentes en las sociedades occidentales convencionalmente llamados populismos que ponen en cuestión las formas de organización y participación institucional conocidas desde la Segunda Guerra Mundial:

«Creo que el reto de las élites expresa la profunda insatisfacción sentida por la mayoría de los ciudadanos de las democracias modernas, que no se identifican con sus líderes. Estos, tanto de izquierda como de derecha, se perciben cada vez más como demagogos, digamos de los oradores hábiles y de los impostores, no se preocupan en absoluto del bien común.

Esta percepción negativa de la democracia instalada (liberal, representativa) se hece por lo general, al menos por ahora, en nombre de los ideales democráticos, vistos como no realizados, traicionados o corrompidos. Este es el camino de la democracia directa, la multiplicación de los procedimientos de referéndum, o los del populismo, de un «buen» populismo, entendido como la forma pura de gobierno del pueblo por sí mismo, sin la mediación. Pero también puede alimentar un rechazo a la democracia como el tipo de régimen y la búsqueda de modos alternativos de los gobiernos, en los que, por ejemplo, el principio de autoridad prevalecería sobre todos los demás.

Sabemos que la historia nos da el espectáculo de alternar democracias ingobernables y regímenes autoritarios que sacrifican las libertades individuales. Sin ser probables, las revoluciones instauradoras de dictaduras no son imposibles (18).

Este mismo politólogo francés adopta una perspectiva analítica que enlaza con el pensamiento de Karl R. Popper y su teoría de las sociedades abiertas cuando sin emplear explícitamente ese término dedica atención a estudiar «la démocratie et ses ennemis» («la democracia y sus enemigos»). La tesis central del ensayo radica en la percepción que los nacionalismos populistas han radicalizado adoptando planteamientos autoritarios por el efecto combinado del rechazo frontal a una construcción europea, cuyos beneficios no perciben, la demonización creciente de la inmigración y la animadversión específica al islam.

El núcleo aglutinador de esos sentimientos es la defensa de una identidad colectiva, de una forma de vida, que se teme amenazada. «Este vago populismo nacional, antiinmigración y antieuropeo no se encuentra en la posteridad de la» fascismo clásico «y, en particular, no contiene nada del legado del nazismo» (19). El Front National francés o la Alternativa por Alemania son partidos que no se plantean sustituir el sistema democrático por dictaduras una vez lleguen eventualmente al poder y se diferencian sustancialmente de los neonazis griegos de Amanecer Dorado, un caso -hasta ahora- excepcional en Europa.

b) Sobre el fenómeno yihadista se ha escrito bastante pero en pocos casos sus analistas han incidido en la conexión entre el nazismo y el islamismo, siendo mayoritariamente estudiosos israelíes quienes establecen esa analogía (20). Uno de los que lo ha hecho y que reside en Europa es Hamed Abdel-Samad, un politólogo egipcio nacionalizado alemán que ha publicado en su país de adopción un ensayo punzante sobre el fenómeno que llama fascismo islámico. En una entrevista en el semanario francés Le Point declaraba:

«En el fascismo islámico, se empieza por establecer un paralelo entre los movimientos fascistas y los Hermanos Musulmanes, movimiento fundado en 1920 por Hassan al-Banna. ¿Qué puntos verían en común?

No sólo son los Hermanos Musulmanes, sino el Islam político en su conjunto. El primer punto en común es la idea de ser elegido para ser personas que están por encima del resto de la humanidad. Pueden leer en el Corán, que los musulmanes son considerados como la mejor comunidad que nunca ha existido. Allah les da una responsabilidad especial para ser sus representantes en la tierra. También en el fascismo se encuentra: «Nosotros somos la raza superior».

En segundo lugar común: la cultura de la muerte. En las dos ideologías, la muerte es glorificada, porque la vida y el individuo no cuentan. Lo que es importante es la nación o la religión.

En tercer lugar, en paralelo: la idea de la lucha, el ‘Kampf’ en alemán y en árabe ‘Jihad’. No se combate para vivir, pero se vive para luchar. La pelea en sí es un fin en sí mismo, no sólo un medio para lograr objetivos políticos.

Como cuarto punto común: la idea de enemigos internos y externos. Para los nazis, el enemigo exterior, es Occidente, y en el interior, los Judios y la extrema izquierda. Para los islamistas, son ‘los otros’. En primer lugar eran los judíos, cristianos y no creyentes en el Corán, y luego siguieron los cruzados, los colonizadores y en la actualidad el Occidente en su conjunto. La historia pretende ser sólo una guía, y el enemigo sigue siendo el mismo. Occidente siempre está mal, es inmutable.

Como quinto punto común: la deshumanización y la animalización del enemigo. El Corán califica a los no creyentes, como perros, monos o cerdos. Si se deshumaniza a la gente, se le quita su derecho a existir. Es más fácil para exterminar a la masa y sin problemas de conciencia. Lo que los nazis hicieron exactamente al llamar a los judíos cucarachas o ratas. Por último, se deben mirar los objetivos de estas ideologías. Hitler quería gobernar el mundo entero, siendo «el amo del mundo». Estas mismas palabras se encuentran en los discursos de Hassan al-Banna’ (21).

c) El antisemitismo es también otro punto en común entre nazismo y yihadismo que se visualiza en las teorías de la conspiración aplicadas por los sucesivos totalitarismos para ofrecer explicaciones simples a problemas complejos y multidimensionales comunes en el mundo globalizado. Esas tesis complotistas sirven también para hacer creer que la misma irrupción del Califato islámico es una operación manipulada en favor de los intereses de EEUU e Israel, exculpando al islamismo de toda responsabilidad en los crímenes que se perpetran en su nombre y a menudo han sido adoptadas por elementos destacados de la izquierda europea (caso de la holandesa Yasmina Haifa (22) y el antisionismo global, (una emanación del imaginario complotista que atribuye sistemáticamente a los judíos el origen de los males de la humanidad, como explica Pierre André Taguieff (23) para esquivar el deber de dar explicaciones de la impasibilidad ante la barbarie de los yihadistas contra las minorías nacionales y poder concentrarse en la culpabilización de Israel.

Benjamin Kerstein, en el artículo «The global pogrom» (24), explica las causas últimas de la dimensión planetaria de la judeofobia que en buena medida radica en el fracaso de los modelos socialistas y anticapitalistas en general a la hora de ofrecer una alternativa creíble y viable a los retos de la humanidad. Israel es objetivo del integrismo islamista desde el mismo momento de su nacimiento como Estado independiente, la población paga un precio muy alto por su libertad y, sin embargo, la sociedad israelí prospera en todos los ámbitos.

El politólogo portugués Joao Marques de Almaeida afirma: «Las razones de los ataques contra Israel son los mismos que llevan a los líderes totalitarios de izquierda a atacar a los Estados Unidos, la Unión Europea, el euro, la OTAN, la economía de mercado y la democracia pluralista, cuando rechazan la legitimidad electoral sustituyéndola por las protestas callejeras. Odian los valores occidentales y, al igual que sus predecesores en la primera mitad del siglo XX, que se aliaron con el fascismo y el nazismo cuando les interesó, se alían ahora al radicalismo islámico. Para ellos, es preferible al Oeste «(25).

d) Las sociedades abiertas occidentales están siendo objeto de una ofensiva multidimensional -terrorista y civilizacional- por parte del totalitarismo islamista que se desarrolla tanto en Europa como en Oriente Próximo, esencialmente. Ciertamente, como advierte el general francés Desportes, estamos en guerra y por mucho tiempo (26) pero la clase dirigente europea no responde en consecuencia, a diferencia de los gobernantes norteamericanos (independientemente del mayor o menor acierto de sus actuaciones). Si la fecha emblemática para los estatunitencs es el 11 de septiembre del 2001, para los europeos debería ser el 24 de mayo de 2014, cuando el ISIS reivindica por primera vez un atentado en Bruselas, la capital política de Europa, la víspera de las elecciones al Parlamento Europeo, atacando el Museo Judío. Pero aun no somos conscientes del todo del conflicto en curso.

No es una guerra convencional, que posiblemente se puede ganar militarmente contra el ISIS, sino una guerra ideológica que corrompe las formas de vida de las sociedades libres y quiere destruir la coexistencia entre civilizaciones para imponer a toda la humanidad un único código moral y material derivado de una interpretación totalitaria del islam. A diferencia del nacionalsocialismo y del comunismo que se esforzaban por construir un sistema superior al de las sociedades liberales, el islamismo no se preocupa por materializar un modelo social y político, en suma, sólo utilizan las tecnologías modernas para destruir las obras civilizadoras ajenas a las sociedades musulmanas orientadas exclusivamente a preparar el tránsito a un paraíso ajeno al mundo real.

El islamismo no es sólo una creencia religiosa sino esencialmente un modelo de sociedad que impone el sometimiento de las personas y los pueblos a un orden teocrático que es un instrumento para el ejercicio del poder absoluto incluso instrumentalizado por regimenes no islámicos pero de tradición totalitaria. Por ejemplo, un producto de la era soviética como el presidente de Rusia Valadimir Putin ha modelado un sub-estado islamista en Chechenia como forma de mantener la dominación rusa sobre esa nación caucásica que osó declararse independiente el 27 de noviembre de 1990 y dotarse de una constitución democrática en 1992 (27) que no pudo desplegarse efectivamente por la guerra y ocupación militar que impuso la Federación Rusa.

La izquierda tardocomunista occidental, carente de referentes y dogmas propios ha optado por asimilar a los del islamismo mezclándolos con un progresismo abstracto y banal que da como resultado el islamogauchismo que el historiador francés Jacques Julliard define así:

«¿Por qué la conversión? Debido a que la inteligencia se ha convertido desde principios del siglo XX, en el verdadero partido de la violencia. Si se prefiere la Revolución a la reforma, no es ‘a pesar de’ sino ‘debido a’ la violencia. Sartre se lamentó de que la Revolución Francesa no hubiera guillotinado lo suficiente. Y si tuviera que enumerar a los intelectuales franceses que se unieron al siglo XX a la violencia fascista, otros a la violencia comunista, esta página no sería suficiente. Yo prefiero citar los nombres de algunos de los que siempre se han mostrado por la Democracia y salvado el honor de la profesión: Camus, Mauriac, Aron. Debe haber algunos otros. Lo dejo a los psicólogos y psicoanalistas el buscar, en un complejo de compensación indescriptible, una explicación de esta atracción de hombres de pluma y palabra por la sangre, en una palabra su preferencia por la violencia.

La otra explicación ya la he sugerido, a esto es a lo que se debe llamar odio al cristianismo. Es extraño ver a estas almas sensibles angustiarse angte el progreso de la supuesta «islamofobia», que nunca ha matado a uno, a excepción de las guerras que son los musulmanes hacen entre ellos, cuando la persecución de la que son víctimas los cristianos por miles en todo el mundo no les arranca un suspiro. Singular el gesto profético del Papa Francisco, acogiendo simbólicamente en Lesbos a tres familias de inmigrantes musulmanes, no lanzaron ni un solo aplauso. Abandonaron el laicismo, pero conservaron el anticlericalismo. Peor aún, el anticristianismo» (28).

Desgraciadamente, el toque de alerta de Fred Halliday «La izquierda y la yihad» no ha sido escuchado: «En los últimos años, y especialmente desde que Estados Unidos invadió Irak, en marzo de 2003, se han visto en todo el mundo señales de una convergència creciente entre entre las fuerzas de la militancia islamista y la izquierda antiimperialista. Aparte de una simpatía muy extendida -aunque normalmente no expresada- hacia los atentados del 11-S, justificada porque “los americanos se lo merecían”,  desde 2003 hemos visto una coincidencia explícita de políticas y un sólido apoyo a la “resistencia” iraquí -en la que hay fuertes elementos islamistas- y más recientemente y de forma explícita, al Hezbolá libanés. Hace poco, unos manifestantes radicales vascos marcharon precedidos por un militante que ondeaba una bandera de Hezbolá. Además, como la mayoría de los que se opusieron a la invasión de Irak en 2003, existe asimismo, reconocida o no, una actitud de apoyo a los grupos armados antioccidentales, es decir, talibanes, que están actuando en dicho país.

Al mismo tiempo, algunos políticos de extrema izquierda en Europa han tratado de hacer causa común con los representantes de los partidos islamistas en temas relacionados con el antiimperialismo y la exclusión social en Occidente« (29).

e) Frente a esa instrumentalización del islamismo para establecer o consolidar regímenes totalitarios desde Occidente se opta por el repliegue. No hay respuesta política coherente a la altura del reto planteado, por el contrario se esparce el rumor de una aparente tolerancia comunitaria como método para desactivar su progresión. En palabras de Ivan Rioufol: «¿Hace falta recordar que en esto no es la nación o ni la República, quienes deben adherirse al Islam, sino, obviamente, al contrario? La fuerza de la ley y del derecho sirven para esto en un Estado debidamente constituido. De todos modos, es urgente que los Judios mantengan su ‘kipá’ y los cristianos sus ‘nacimientos’, que los europeos preserven y afirmen su libertad, que los turistas sigan viajando, que los parisinos «terrassent» («abatan») a los asesinos. Es urgente que las democracias debilitadas aprendan a defenderse a sí mismos» (30).

Karl popper advirtió reiteradamente sobre el pesimismo histórico -sobre todo europeo-, no en EEUU, que ha interiorizado el sentimiento de declive de la civilización occidental como un proceso irreversible frente al que Europa no tiene ánimo de invertir esa tendencia. Un de cuyos ejemplos es el último -y decepcionante- libro de Michel Rocard (31).

El Papa Francisco, se ha descolgado tras una reciente vista a Auschwitz con unas de eclaracions banalizando el yihadismo y desvinculándolo del islam añadiendo que el cristianismo también tiene sus asesinos. Su actitud real es de inhibición y ante el desvanecimiento del componente cristiano de la civilización europea (no todavía de los Estados Unidos de América). Europa como elemento clave de la civilización occidental ha dejado de tener un papel referente a nivel mundial desde que en aquel campo de concentración, exterminador de judíos y disidentes varios en un genocidio perpetrado por un totalitarismo loco, autodestructivo, como fue el nazismo y sus sucedáneos por todo el continente. Con el silencio cómplice, precisamente, de otro Papa, Pío XII.

Gabriel Albiac escribió hace dos años un breve pero punzante artículo titulado «No es Gaza, es Europa» (32), sitúa el origen del derrumbe europeo en la guerra de 1914-1918 afirmando que desde entonces el el único testigo de la civilización europea prebélica es, hoy, Israel. La Europa de ahora, la que nació queriendo superar el desastre de Auschwitz, es una estructura política y económica sin alma, que actúa a la defensiva frente a los totalitarismos emergentes, autóctonos y recién llegados.

Un potencial eje EEUU-UE-Israel y las democracias asiáticas (India, Corea del Sur, Japón…) podría revitalizar la vocación universal de las sociedades abiertas y volver a ser una esperanza para todos los pueblos oprimidos frente a las autocracias euro-asiáticas (Rusia y China), que le disputan la hegemonía a los Estados Unidos, y al mundo islámico. Pero, quién debería liderarlo, EEUU, opta por un entendimiento global con sus enemigos (como se ha visto en el trato dispensado a los regímenes totalitarios de Irán y Turquía) más que en superarlos con base a la predominancia de la libertad y la prosperidad sobre las ideologías dogmáticas y teocráticas.

Ciertamente, no hay ningún Estado islámico que sea una potencia emergente a escala global. Hay países muy ricos como Qatar o Arabia Saudí pero no son prósperos ya que no tienen economías innovadoras y productivas, y la distribución interna de la riqueza es exageradamente desigual como señala entre otros economistas Thomas Pikkety (33).

El integrismo islámico impide un sistema educativo estimulante y crítico por lo que no hay ninguna universidad islámica entre las más prestigiosas del mundo. La marginación de la mujer y sus potencialidades es también un factor retardatario del crecimiento de esos estados, todos de carácter teocrático de derecho, como Irán, o de hecho como Argelia, con la única excepción de Túnez, el único Estado musulmán con la división de poderes efectivamente implantada a partir de la constitución democrática de 2014.

De todo ello resulta que no hay ningún Estado musulmán que pueda ser por sí mismo una potencia mundial hegemónica por su capacidad económica, política o militar. Ese diagnóstico no excluye que la capacidad destructiva combinada de los diferentes estados islámicos o mediante las organizaciones yihadistas, no puedan destruir las otras civilizaciones como señala el neuropsiquiatra Boris Cyrulnik (34), especialmente la que más odian, la occidental.

 

IV. LOS PRINCIPIOS DEMOCRÁTICOS DE LA UNIÓN EUROPEA COMO LÍMITE A LA INVOLUCIÓN INTERNA DE LAS SOCIEDADES ABIERTAS

El debilitamiento de los valores democráticos a escala de la Europa comunitaria (ya advertido hace años por Myriam Revault de Allones (35) queda en evidencia por la falta de respuesta conjunta ante dos fenómenos: la penetración de valores y formas de vida de raíz islámica incompatibles con la comunes a las sociedades abiertas europeas y la involución de carácter constitucional que se da en algunos estados de la UE tendentes a difuminar la división de poderes que es la base de la democracia.

En cuanto a la primera cuestión, la República Francesa y luego Bélgica optaron por prohibir legalmente el atuendo islámico que cubre el rostro y todo el cuerpo de las mujeres. La sentencia de fecha 1 de julio de 2014 del Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictada en relación con el recurso interpuesto por una ciudadana contra la ley francesa 2010-1192, de 11 de octubre, que prohíbe ataviarse públicamente con velo integral, estima que sus preceptos no contravienen la Convención europea que salvaguarda los derechos del hombre y las libertades fundamentales.

El recurso fue interpuesto por S.A.S., una ciudadana francesa de confesión musulmana, que impugnaba la prohibición de llevar públicamente el velo integral a raíz de la entrada en vigor, el 11 de abril de 2011, de la ley que prohibía en el territorio de la República francesa disimular el rostro en el espacio público.

El Tribunal considera que esa regulación legal no viola el artículo 8 (relativo al derecho al respeto de la vida privada y familiar), ni el artículo 9 (relativo al derecho a la libertad de conciencia y de religión) y que, por tanto, no contradice el artículo 14 (relativo a la prohibición de discriminación), todos ellos de la Convención anteriormente mencionada.

El TEDH estima que la preservación de las condiciones de convivencia social es un objetivo legítimo y que el legislador de cada Estado dispone de un amplio margen de apreciación para establecer restricciones a los atuendos que cubren el rostro en la vía pública sin contradecir la Convención. Ese pronunciamiento jurisprudencial tiene relevancia a escala europea, no sólo porque convalida las leyes francesa y belga que han prohibido el velo integral en el espacio público sino por el conjunto de los estados donde esa problemática aún no ha sido regulada legislativamente, como es el caso del Reino de España. Precisamente, el 14 de febrero de 2013 el Tribunal Supremo se pronunció en un sentido totalmente contrario al de la sentencia del TEDH, ya que dejaba sin efecto la dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de 7 de junio de 2011 dando la razón a la Paeria de Lleida que había introducido esa prohibición en sus ordenanzas municipales en uso de las potestades municipales en esa materia.

El TEDH niega, de entrada, muchos de los planteamientos de partida formulados por la recurrente: su condición de «víctima potencial» de una ley que le impide llevar en público un atuendo (Fundamento de Derecho I.A.58), el riesgo de sufrir acoso y discriminación o trato degradante por ese motivo (Fundamento de derecho II.71) o la vulneración de su derecho a la libre asociación (Fundamento de derecho III.73).

Sobre el fondo de la cuestión (una medida emanada de una autoridad pública que limita la opción de las personas que disimulan su rostro por motivos religiosos) el Tribunal considera que tales injerencias en la vida privada deben estar previstas por la ley, deben ser fundamentadas en uno o más objetivos legítimos y, esos, serán necesarios en una sociedad democrática.

El gobierno francés, alega en el proceso que persigue dos finalidades: la seguridad pública y «respeto por el conjunto mínimo de valores de una sociedad democrática y abierta» (Fundamento de Derecho IV.116). Y el TDHE considera que «La prohibición de que se trata puede considerarse justificada y, en principio, sólo en la medida en que su objetivo es garantizar las condiciones de vida en común» (Fondamento de Derecho IV.142)».

«157. Como resultado de ello, sobre todo en vista de la magnitud del margen de apreciación de que dispone el Estado demandado en el presente caso, la Corte sostuvo que la prohibición derivada de la Ley de 11 de octubre 2010 se puede considerar proporcionada al objetivo perseguido, a saber, la preservación de las condiciones de «vivir juntos» como parte de la «protección de los derechos y libertades de los demás».

«158. Por tanto, la restricción en cuestión puede ser considerada «necesario», «en una sociedad democrática». Esta conclusión es válida en virtud tanto del artículo 8 de la Convención como del artículo 9″.

«159. En consecuencia, no había habido violación del artículo 8 o del artículo 9 de la Convención».

» 157. En Consequence, notamment ave regard de la amplitud del margen de Appreciation dont dispondré del État défendeur en el espèce, la Cour cónclaves que el interdiction que ponga la loi du 11 octobre 2010 peut passer pour proportionnée ave but poursuivi, à savoir la preservación diciembre conditions du «vivre ensemble» en tanto qu’élément de la «protection diciembre droits et libertad de otros».

 

Fuera de ese pronunciamiento jurisdiccional no hay respuesta política e ideológica compartida en el conjunto de la UE.

En cuanto a la segunda cuestión, no existe en los textos normativos de la UE una definición precisa de los requisitos mínimos que debe tener un régimen político para poder ser considerado como democrático. El artículo 2 del actual Tratado de la UE invoca los principios democráticos fundacionales de la Unión Europea como elemento indispensable para que los estados puedan mantener su pertenencia y el artículo 7 hace referencia a una serie de mecanismos de control y sanción para hacer observar ese compromiso esencial. Pero lo cierto es que los casos de violaciones flagrantes de derechos y libertades fundamentales internacionalmente reconocidos, como los que se imputan al gobierno húngaro de Viktor Orban a raíz de las reformas constitucionales puestas en marcha a partir de los 2010, han quedado sin sanción alguna.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha subsanado parcialmente esa carencia interpretando los preceptos del Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y las libertades fundamentales de 1950 deduciendo que son esos: el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura. El pluralismo es, de los tres, el que tiene una capacidad omnicomprensiva que incluye los otros dos asumiendo una triple dimensión: el pluralismo de los comportamientos (artículo 8), el de las ideas (artículos 9 y 10) y el institucional, entendido como la posibilidad de que las personas puedan participar, individual o colectivamente, de la vida pública.

EL TEDH ha deducido también que la sociedad democrática es aquella que garantiza el predominio del derecho, la libertad de expresión y la libertad de debate político (en especial las sentencias de 7 de diciembre de 1976 y la de 6 de septiembre de 1978), obligando a los estados a no obstaculizarlas, sino por el contrario facilitarlas. Actitud justamente la contraria que adopta reiteradamente las instituciones del Estado español bloqueando todas las vías para poder ejercer el derecho de autodeterminación por los canales legalmente previstos en el ordenamiento jurídico interno e impidiendo, con esa excusa, el derecho de decidir democráticamente el futuro político de Cataluña.

La falta de reacción de la UE ante el golpe de estado instrumentalizado por Erdogan en Turquía en julio de este año es un mal precedente. La involución en curso en un Estado que es miembro de la OTAN y aspirante a la adhesión a la Unión Europea llevada por el presidente Erdogan para instaurar un régimen presidencialista autoritario mediante la islamización forzada de la población y el exterminio de las minorías étnicas y religiosas (kurdos, armenios, alevís…) es un hecho cuyas repercusiones pueden ser trascendentales para el futuro de las sociedades abiertas europeas (36).

La Unión Europea está gestionando con sentido pragmático el resultado del Brexit respetando la voluntad democrática de los ciudadanos británicos, pero en cambio adopta oficialmente una política de no injerencia en los asuntos internos del Reino de España en el caso catalán. La autodeterminación de Cataluña es a la vez un reto y un revulsivo para la UE y las posibilidades de que prospere dependen en buena medida del modelo de Estado que el pueblo catalán adopte, existiendo a estas alturas una pugna entre los partidarios de interiorizar los principios de las sociedades abiertas europeas que encajan con la tradición constitucional catalana anterior a 1714 (37) y los partidarios del conglomerado que he denominado «progresismo abstracto y banal de raíces totalitarias», hegemónico ideológicamente frente al republicanismo y el liberalismo autóctono que no han recuperado el liderazgo que habían tenido hasta el año 1939 en el seno del catalanismo. Al proceso soberanista se superpone una tendencia a la sustitución de la cultura política catalana por un neo-populismo global, hispano-céntrico y anti-occidental cuya pugna presenta, actualmente, un resultado incierto.

 

Prades-Tarragona

22-31 de agosto de 2016

 

NOTAS

(1) Baltasar Porcel Pujol (1937 hasta 2009), periodista y escritor, políticamente de pensamiento liberal, fue el promotor de la idea del Premio Internacional Cataluña y propuso que en su primera edición, en 1989, le fuera entregado a Karl R. Popper con el propósito, finalmente no se convierte, de divulgar su pensamiento en los Países Catalanes.

(2) La bibliografía disponibles en lengua catalana sobre Karl Popper se reducen a las obras filosóficas «El conocimiento objetivo: un enfoque evolutivo», con prólogo de Victoria Camps, Ediciones 62, Barcelona, ??1985 y «La lógica de la investigación científica», al cuidado de Magí Cadavall, Editorial Laia, Barcelona, ??1985.

En el ámbito del ensayo, un tercer libro en catalán es «Un mundo de propensiones y otros ensayos», con prólogo de Baltasar Porcel, Ediciones 62, Barcelona, ??1993 y el último, «La sociedad abierta hoy: su grande pero limitado éxito », Instituto Catalán del Mediterráneo, Barcelona, ??1998

La versión en lengua castellana de la principal obra de Karl Popper, «La sociedad abierta y sus enemigos» no llegó a España hasta el año 1981 cuando la Editorial Paidós, Buenos Aires hace una reimpresión.

(3) Las causas de esa aversión a los planteamientos liberales de Karl Popper y otros pensadores no marxistas radica, en mi opinión, en «Las raíces totalitarias del progresismo catalán contemporáneo», un artículo publicado en mi blog «Por la izquierda de la libertad », el 23 de junio de 2011, reunido en el volumen« Catalanidad y libertad. Escritos políticos 2006-2011 », Arola Editors, Tarragona, 2012.

(4) Prólogo de Baltasar Porcel en la obra de Popper «Un mundo de propensiones y otros ensayos», publicada en 1993 por Ediciones 62, página 5.

(5) Joan García Fuente, «El pensamiento de Karl R. Popper», revista Ciencia, número 65, (1990).

(6) Karl Popper y Konrad Lorenz, «El porvenir está abierto», Tusquests Editores, Barcelona, ??1992.

(7) Ramon Alcoberro Pericay, filósofo, apunte «Karl R. Popper», en su blog Filosofía y pensamiento.

(8) Karl Popper, «Un mundo de propensiones y otros ensayos», Edicones 62, Barcelona, ??1993, páginas 89 y 90.

(9) Larry Diamond, Marc Plattner y Christopher Walker, « Authoritarianism Goes Global: The Challenge to democracia y», International Forum for Democráticos Studies (IFDS) y John Hopkins University precie, Washington, 2016.

(10) Alexander Cooley, «Chine, Russie, Kazajstán … la ligue diciembre gentlemen autoritas», Slate Group, versión francesa de 27 de febrero de 2013.

(11) Emmanuel Macron, siendo ministro del gobierno francés presidido por Manuel Valls, creó a principios de 2016 su propio movimiento político llamado «En marche!» Proclamando la voluntad de superar el esquema derecha / izquierda. Dimitió como ministro el pasado 30 de agosto de 2016.

(12) Fernando Reinares y Carola García-Calvo, «El Estado Islámico en España» Real Instituto Elcano, Madrid, 2016.

En cuanto a Francia, Claude Sicard, analiza «Pourquoi dans nos sociétés occidental desde jeunes se convertía à del islam», en un artículo en Le Figaro, 10 de febrero de 2015. Los datos de conversiones y sus motivaciones son estudiadas por centro de Prévention contra las derivas sectas liées al Islam (CPDS).

(13) Karl Popper, «Un mundo de propensiones y otros ensayos», Ediciones 62, Barcelona, ??1992, página 88.

(14) Amir Jahanchachi, «Vaincre le IIIE totalitarismo», Éditions Ramsay, París, 2001. El hecho de ser Irán un estado mayoritariamente chií dificulta que pueda liderar en solitario el mundo musulmán, pero su ejemplo ha inspirado el yihadismo suní que no tiene estas alturas un liderazgo claro (en disputa entre Arabia Saudita, Qatar y Turquía) y que en su expresión más extrema (al Qaeda, Califato Islámico) llega también a querer erradicar la herejía del chiísmo.

(15) Amin Maalouf, entrevista en La Vanguardia del 23 de febrero de 1991.

(16) Karl Popper, «La sociedad abierta y sus enemigos», Editorial Paidós, Barcelona, ??1981, página 253.

(17) Ramon Sargatal, «El Mein kampf del yihadismo», E-Noticias, 2 de agosto de 2015.

(18) Pierre-André Taguieff, entrevista al digital «Atlantico», del 12 de junio de 2016, titulada «Del Brexit a la presidencial francesa pasando por la election americana, la venganza de los pueblos contre sus élites sera un plato que se come frío… o muy caliente (http://www.atlantico.fr/decryptage/brexit-presidentielle-francaise-en-passant-election-americaine-vengeance-peuples-contre-elites-sera-t-elle-plat-qui-se-mange-2730565.html/page/0/1).

(19) Pierre-André Taguieff, «La revanche du nacionalisme. Neopopulistes et xénophobes à el assaut de l’Europe», Presses Universitaires de France, París, 2015, página 221.

(20) Robert Rozett, «ISIS, nazis and Ideology of the hate» m The Times of Israel, 12 de agosto de 2014: «ISIS bears some striking similaridad to the Nazis, even if it different in significante ways. The exclusivista new world order ISIS wants to create is not based on race, but donde fanatical variety of Islam. Like the Nazis, they seek to create a world only for a select few – not master race, but for those who embrace their brand of Islam. They have shown themselves to be Merciless in the pursuit of their visión and, like the Nazis before them, they have no qualms whatsoever about killing anyone who does not fit into their scheme of things. «

(21) Hamed Abdel Samad, entrevista a Le Point, 4 de agosto de 2016.

(22) Yasmina Haifa, directiva del ministerio de Justicia de Holanda twittear el 13 de agosto de 2014 la afirmación de que el ISIS era una creación del sionismo para desprestigiar el Islam, según denunció The Times of Israel el mismo día.

(23) Pierre-André Taguieff, «El imaginaire du complot mundial», Éditions Mille et Une Nuits, París, 2006.

(24) Benjamin Kerstein, «The global pogromo», The Tower Magazine, número 16, agosto de 2014.

(25) Joao Marques de Almeida: «Israel ya grieta anti-occidental», Observador, 15 de agosto de 2014.

(26) Vincent Desportes, entrevista a Le Monde, 4 de junio de 2015.

(27) La constitución de la República de Chechenia fue aprobada por el parlamento el 12 de marzo de 1992 (se puede consultarla en www.waynakh.com ), y preveía la división de poderes, el carácter democrático del estado y la separación respecto de la religión, siendo la vigente tras la ocupación rusa, (aprobada el 23 de marzo de 2003) un copia enmendada y ficticia de la anterior.

(28) Jacques Julliard, «Qu’est-ce que el islamo-gauchisme?», Le Figaro, 27 de agosto de 2016.

(29) Fred Halliday, «La izquierda y la yihad», El País, 5 de octubre de 2006.

(30) Ivan Rioufol, «Le défaitisme occidental este la vrai amenace», Le Figaro, 13 de enero de 2016.

(31) Michel Rocard, «Suicide del Occidente, suicide del hummanité?», Flammarion, París, 2015.

(32) Gabriel Albiac, «No es Gaza, es Europa», ABC, 29 de julio de 2014. http://www.abc.es/lasfirmasdeabc/20140729/abci-gaza-europa-201407290159.html

(33) Thomas Pikkety, «De Egipto ave Golfe, une Poudrière inégalitaire», Libération, 16 de junio de 2016.

(34) Boris Cyrulnik, «Une minorité de hommes peut détruire une civilisation», Jewish Forum, 29 de julio de 2016.

(35) Myriam Revault de Allones, «Pourquoi nous n’aimons pas la démocratie», Éditions du Seuil, Paráis, 2010. (http://blocs.mesvilaweb.cat/jrenyer/?p=169844)

(36) Robert Jones, «Racismo y xenofobia en Turquía», Gatestone Institute, edición en castellano, 29 de agosto de 2016.

(37) Víctor Ferro i Pomà, «El derecho público catalán. Las instituciones en Cataluña hasta el Decreto de Nueva Planta «, Eumo Editorial, Vic, 1987. Obra reeditada en 2015 por la Sociedad Catalana de Estudios Jurídicos.

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Les societats obertes europees i els seus enemics