El lazo de Rajoy

1. INVESTIR.

El PSOE ha decidido investir a Rajoy como presidente del gobierno. Este es el título de la noticia del comité federal socialista del domingo. La abstención sólo es el instrumento elegido. El hecho realmente nuevo es que los socialistas decidan otorgar el gobierno a su adversario principal. Vivimos tiempos dados a los eufemismos. La inseguridad y la debilidad de ciertas organizaciones son tan grandes que les cuesta asumir la realidad de las decisiones que toman. Y buscan maneras de camuflarla. Desde el derrumbe de la efímera UCD, PSOE y PP han escrito la historia de estos años sobre una alternancia, basada en el eje derecha/izquierda, cuyos dos polos eran ellos. Y por primera vez esta frontera ha sido cruzada. Hasta ahora su complicidad era corporativa, basada en el duopolio del poder. Ahora se ha dado un nuevo paso: una de las partes otorga a la otra la posibilidad de gobernar. La ruptura del bipartidismo, de momento, culmina con este gesto melancólico de los socialistas.

Y es una novedad que cambia la dinámica del régimen y abre profundas fracturas entre las organizaciones territoriales, la militancia y el electorado socialista. ¿Es el reconocimiento explícito de la hegemonía conservadora lo que lleva al PSOE a refugiarse en tierras cercanas al PP? ¿El PSOE ha perdido la noción del terreno que pisa, impávido ante las fugas de los sectores que lo habían hecho fuerte? ¿Ha cambiado de adversario? ¿Es ahora Podemos el enemigo? ¿Los socialistas no entienden que si no encuentran maneras de entenderse con su izquierda hay hegemonía de la derecha por años? ¿O hacen tímidos pasos hacia una futura coalición bipartidista?

A partir del reconocimiento de la novedad que representa esta abstención, se pueden introducir matices. «Abstenerse no es apoyar», dicen, pero se le parece. La resolución del comité federal socialista habla de «situación excepcional», de los «perjuicios para las instituciones y las personas» que provocarían unas terceras elecciones, de «la imposibilidad de hacer un gobierno transversal» o de un gobierno «construido sobre un conjunto muy diverso de fuerzas de izquierda y nacionalistas «con el concurso «de los que cuestionan abiertamente el modelo constitucional» y «de los efectos muy negativos que unas terceras elecciones podrían tener para el PSOE». Toda una declaración de impotencia. ¿Hasta dónde están dispuestos los socialistas a asistir al gobierno?

 

2. NEUTRALIZAR.

La respuesta de Rajoy da pistas. El presidente en funciones perdona la vida a los socialistas: «Me pongo en su lugar y creo que lo que han hecho es razonable». Y dice que ha leído el texto aprobado y que «hay cosas buenas de las que se puede hablar». Una vez conseguida la investidura, el objetivo de Rajoy es atrapar a los socialistas en su jardín. ¿Qué esperaba el presidente de unas terceras elecciones? Un escenario con un PSOE descalabrado y la oposición en manos de Podemos que le permitiría cohesionar y ampliar su espacio electoral con el discurso de la moderación contra la radicalidad. Ahora buscará este objetivo sin el riesgo de unas nuevas elecciones: neutralizar el PSOE es su prioridad. Y probablemente la ocasión para hacerlo le vendrá de Cataluña. Vienen tiempos de endurecimiento y confrontación. La cuestión catalana es el lazo con el que Rajoy pretende tener atados a los socialistas. Y las leyes de desconexión pueden ser la oportunidad.

 

3. DESOBEDECER.

Así se entiende la determinación de Iceta: «desobedeceremos y aguantaremos sus consecuencias». Las tensiones entre PSOE y PSC nunca habían pasado de rencillas de familia sin grandes riesgos. ¿Quién había de imaginar que la gran ruptura la lideraría un histórico del aparato socialista? ¿Quién iba a decir que lo que fracturaría estos dos partidos hermanos vendría no por la cuestión catalana sino por lo que parecía que más les unía: la actitud ante el PP? En realidad, la discrepancia sobre el no y la abstención tiene dos causas. Una, evidentemente, la desorientación política de los socialistas. Pero la otra, menos explícita, la cuestión soberanista. El mismo Iceta la utilizó como argumento: no queremos contribuir a favorecer al partido que ha negado cualquier vía de diálogo, ni a liquidar el proyecto federal. Iceta no quiere quedar atrapado en el choque frontal. Busca un punto intermedio entre el unionismo y el soberanismo. Le cuesta encontrarlo. ¿Existe?

ARA