La revolución tranquila que se quiere volver a despertar

Cine Imperial de Montreal. Festival Internacional del Nuevo Cine de Montreal. Lugar y contexto donde se estrena ‘Le peuple interdir’ (‘El pueblo prohibido’), el nombre del documental del cineasta quebequense Alexandre Chartrand sobre un pueblo al que no permiten hacer el referéndum para decidir su futuro, el nuestro. En el estreno, toda la plana mayor del independentismo quebequés, tanto de los principales partidos (Parti Québécois-PQ, Québec solidaire-QS y Option Nationale-OP) como de la principal plataforma llamada ‘Oui Québec’. Y, está, la comunidad catalana, cada vez mayor, articulada en el Casal Catalán de Quebec, la ANC-Quebec y los castellers de Montreal. Se termina la proyección y estalla el entusiasmo. Todos en pie aplaudiendo y una larga ovación de minutos al creador.

¿Pero el entusiasmo ha sido el mismo en una banda que en la otra? ¿El espectador catalán y el quebequés lo han visto de la misma manera? Pues no. El catalán mirando con nostalgia, o bien el país o bien las movilizaciones, y con ganas de volver a un país ya convertido en República Catalana. Y el quebequés alucinado tanto con el hecho de que no podamos votar como con el impacto de las grandes movilizaciones que hemos hecho en nuestra casa (y eso que en el documental sólo sale la ‘V’ de 2014 y la ‘Vía Lliure’ de 2015).

Las conversaciones mantenidas tras la visión del documental y, sobre todo, durante la semana delatan que el movimiento de Québec se encuentra en un cierto estancamiento estratégico. Tras los grandes saltos adelante por los referéndums de 1980 y 1995, en Quebec se empiezan a mover cosas y hay una cierta inquietud por debatir y dibujar escenarios.

Con una ley 101 de 1977 que garantiza la preeminencia del francés en Quebec y una asunción de la plurinacionalidad que muchos ya quisieran en el Estado español, Quebec quiere despertarse del espejismo del federalismo canadiense. Está en una situación similar a la del País Vasco, donde el espejismo del concierto económico hace parecer que la única aspiración política sea gobernar una gestoría. Pero, visto con perspectiva, ha sido crucial para Cataluña no tener ni el respeto con que viven los quebequenses ni los recursos propios vascos. ¿Tendríamos un independentismo tan fuerte con el catalán al mismo nivel que el castellano por parte de todas las administraciones y sin expolio fiscal y con las inversiones pertinentes en infraestructuras? Parece que los federalistas canadienses lo han entendido, al menos en parte. En España, como no los hay, no lo ha entendido nadie.

Con la sensación de confortabilidad, cuesta mucho cambiar las cosas. Pero no falta voluntad. En el Parti Québécois viven un gran debate interno que no se ha detenido en absoluto con la elección de su nuevo máximo dirigente, Jean-François Lisée. Hablan de cómo y cuándo encarar el tercer referéndum, pero sin tener la sensación de que llegue la tormenta perfecta para impulsarlo. Sin consenso interno ni externo, se ha presentado una opción a largo plazo para hacerlo durante los próximos años. Y, por ello, estos últimos tiempos ha nacido una escisión más a la izquierda y más independentista, Option Nationale, ahora encabezada por Sol Zanetti y, de momento, extraparlamentaria.

Quien sí está más a la izquierda que el PQ, pero más tibio en la cuestión de la independencia, es Québec solidaire, que con el sistema parlamentario canadiense sólo ha conseguido tres diputados en la asamblea n acional (sí, así de oficial) de Quebec. Planea sobre el ambiente la posibilidad de construir entre las dos formaciones políticas minoritarias una coalición más progresista e independentista.

En cuanto a las entidades, está ‘Oui Québec’, que es un conjunto de organizaciones unidas por la independencia. Para entendernos, más similar estructuralmente a la ‘Plataforma por el Derecho a Decidir’ (PDD) no a la ANC, aunque explícitamente independentista. Sin esta tormenta perfecta, al menos son conscientes de que con los partidos tienen que empezar a sembrar para generar este escenario.

Y mientras las aguas permanecen menos mortecinas por la parte superficial, alguien quiere empezar a mover el debate. Personalidades de la sociedad civil de ámbitos diferentes (ecologismo, política, movimientos estudiantiles, feminismo, cultura, etc…) promueven la necesidad de hablar de Quebec del futuro con ‘Faut qu’on se parle’ (‘Hace falta que se hable’). Aunque sólo se han hecho las sesiones de Quebec y Montreal, el objetivo es hacerlo extensivo a todo el territorio. Se trata de hacer, en cierto modo, un proceso constituyente desde abajo con la ayuda de nuevas tecnologías. Eso sí, proceso constituyente para iniciar un proceso emancipador y renovador políticamente.

Lo que parecía una revolución tranquila parece que se quiere volver a despertar. Lo demostró hace un par de años con grandes movilizaciones estudiantiles y quizás lo hará ahora con el paso de un oleoducto por Quebec. Cuando otras regiones canadienses ya habían dicho no a sacar el petróleo de las arenas bituminosas de Alberta por la costa pacífica, el gobierno federal ha optado por la costa atlántica. Y, eso sí, un 90% del nuevo recorrido pasa por Quebec, especialmente por donde vive la inmensa mayoría de la población, el valle del río San Lorenzo. Este oleoducto se ha interpretado como una agresión a la soberanía de Quebec y como un atentado ambiental. Quizá la oposición que resulte acabará pasando de una transición energética a una transición nacional hacia la independencia, según la actitud del gobierno de Québec y el federal canadiense.

Quebec se empieza a hervir, pero todavía no se sabe hacia dónde irá y se deberá hacer el seguimiento. Eso sí, nuestro hervor en constante evolución ya lo filmó Alexandre Chartrand de 2014 a 2015. Y si queremos darnos cuenta cómo nos ven desde Quebec, el 24 de noviembre se hace el estreno en Barcelona y el 26 en Perpiñán. Y para hacer revisión de lo que se ha hecho, nada mejor que alguien de fuera que nos ponga un espejo delante. ¡Gracias, Alex!

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