El archipiélago de la información

1. LA QUIEBRA.

¿No será que hablamos y escribimos tanto para evitar entender la prosaica realidad? ¿Y si fuera la sobredosis, la enfermedad de la sociedad de la información? La sorpresa Trump -tras la sorpresa Brexit- ha sido un terremoto para la fantasía del mejor de los mundos posibles que se había ido imponiendo en los últimos años, en que el pensamiento crítico se había hecho sospechoso, vanidad de eternos descontentos. Si iba todo tan bien, ¿por qué tantas expresiones de malestar? El periodismo tiene una compleja tarea de agente doble: transmitir mensajes de los poderes hacia la ciudadanía y de la ciudadanía hacia los poderes. Y hace tiempo que tiene muy descuidada la segunda. Se ha ido alejando de los ciudadanos en la medida que aumentaban los vínculos entre los medios de comunicación y los poderes hegemónicos. En consecuencia, en los Estados Unidos sólo un 20% de los ciudadanos dicen que confían en los medios convencionales.

¿Qué esperamos de la información? Que nos explique lo que pasa y que nos ayude a prever lo que pasará. Sin un buen conocimiento del presente es imposible poder dar pistas sólidas de hacia dónde irán las cosas. Y, sin embargo, la precariedad de la condición humana convierte en ansiedad toda incertidumbre. Una debilidad que parece que contagie a los creadores de opinión: opta por confundir los deseos con las realidades y no explicar lo que pasará sino lo que se quiere que pase, y se evita así entrar en universos sociales que desconocemos o que preferiríamos no conocer.

Bruno Latour dice que la incapacidad de prever es la principal lección de este cataclismo. Y se pregunta ¿cómo puede ser que «todos los sondeos, todos los diarios, todos los comentaristas, toda la ‘intelligentsia’ se hayan equivocado». En realidad, concluye, es porque «vivimos en una burbuja», «un archipiélago en un mundo de descontentos». La quiebra no concierne sólo el mundo del periodismo sino también al político y al académico. Que el Partido Demócrata y los máximos dirigentes de los republicanos no captaran la potencialidad del fenómeno Trump (de hecho, ni él mismo se lo creía) es como mínimo preocupante en cuanto a su capacidad de auscultación de la realidad.

 

2. ALGUNAS CAUSAS.

¿Qué falla? El exceso de aproximación cuantitativa: la obsesión por reducir las personas a datos estadísticos es una vía directa a la desinformación. La economía humana del deseo da muchas sorpresas, las sociedades tienen muchas capas culturales acumuladas, la lucha a muerte por el reconocimiento que moviliza a los humanos no se agota en la competitividad económica, y, como dice Slavoj Zizek, «la cólera popular es por definición flotante», va de un lado a otro.

La dificultad de leer un fenómeno como la globalización, que nos devuelve a la dialéctica entre modernos y antiguos. Plantear interrogantes sobre la economía global parece reaccionario. Y, como dice Bruno Latour, cuesta mucho encontrar el punto justo para navegar entre dos utopías: la de lo global y la del retorno al pasado.

La distancia enorme entre los núcleos de poder y la sociedad. El mapa electoral americano dibuja bien claros dos mundos: las grandes ciudades y la inmensidad del territorio interior más bien vacío, las periferias abiertas al mar (y al mundo) y el centro árido y abandonado, las zonas que disfrutan de las ventajas de la inmigración y las que sufren los costos. Parece que desde Washington el mapa se hace difuso, y, como dice Thomas Piketty, tanto Clinton como Obama continuaron y exacerbaron el movimiento de desregulación y de sacralización del mercado iniciado por Reagan sin hacer frente a las desigualdades territoriales. Es decir, los demócratas tienen buena parte de responsabilidad en el éxito de Trump.

En fin, tengo la sensación de que todo se puede reducir a una idea: el lenguaje de los medios es muy pautado y circular (viven pendientes unos de otros) y esto los hace impermeables a los otros mundos. Como dice Julia Cagé: si no vieron venir la victoria de Trump es porque no la querían. Están más pendientes de construir su realidad que de representar la realidad. De complacer a los suyos que de explicar lo que pasa.

ARA